Presentó aquí, en la XVI Feria Internacional del Libro, La
guerra queda lejos, una trilogía poética de la editorial matancera
Vigía, que incluye los volúmenes Apuntes de Mambrú, Soldado
desconocido, y Fotógrafo en posguerra. "Cada uno de esos
libros —aclara— es una pieza de un cuerpo mayor. Existe una
continuidad temática y estilística entre ellos. El enlace de los tres
es la guerra, pero en un sentido tan amplio y simbólico que termina
siendo una metáfora de la propia vida".
—¿Diferencias entre el Yamil que escribió Apuntes de Mambrú,
1993, y el de Fotógrafo en posguerra del 2004?
—Una década de trabajo y estudio. Por supuesto, el de Fotógrafo¼
pudiera estar escrito por un "poeta más profesional", un escritor
más curtido por la experiencia de los años y el ejercicio de la
crítica. Sin embargo el libro que más yo quiero, de los diez que he
publicado, sigue siendo Apuntes de Mambrú.
—Por algo en particular?
—Tal vez por ser aquel poeta de 21 años que ya no soy. Pienso que
era más sincero o auténtico en lo que decía. La profesión te da
oficio, pero a la vez un poco te va traicionando, tachando y poniendo
cosas porque técnicamente son necesarias, y vas siendo menos fiel a
ese impulso que al principio te llevaba a escribir.
—¿Algún molde creativo?
—Lo mismo trabajo el verso libre que la poesía rimada tradicional.
Apuntes de Mambrú incluye sonetos, versos libres y dos prosas
poéticas, luego Soldado desconocido es integralmente un libro
de décimas y en Fotógrafo en posguerra alterno versos libres y
sonetos.
—¿Tus últimos libros?
—El más reciente, Ese jardín perdido, que es un libro de
testimonio, ganador del Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara
del 2005 y publicado en el 2006. En él entrevisto a un grupo de
grandes poetas cubanos: Roberto Fernández Retamar, Carlos Galindo
Lena, El Indio Naborí, Carilda Oliver Labra y Eliseo Diego, y tengo,
además, un texto dedicado a Martí.
—¿Te fascina la vida y la obra de Martí?
—Sobre él tengo publicado, también, Crónicas martianas,
Editorial Capiro, 2001, el cual reeditará el Centro de Estudios
Martianos para la Feria Internacional del Libro del año próximo.
También escribí sobre el Apóstol un folleto de narrativa titulado
Lluvia, que es un intento de conciliar dos géneros históricamente
apartados, que son la biografía y el cuento para niños.
—¿Vivir en provincia?
— Siempre trae una carga de limitaciones, la capital posee una
serie de ventajas a las que es difícil aspirar desde aquí. Sin
embargo, creo que Villa Clara ha sido pródiga en modo y manera de
promover a los escritores. Aquí ha existido un rico movimiento autoral,
editorial y promocional, del que me siento parte y beneficiado. Estar
en Santa Clara me ha permitido ser el editor de la revista Signos, que
es para mí un proyecto emblemático dentro de la Cultura cubana.
Yamil Díaz rehúye mencionar sus principales lauros literarios: "Mis
premios principales han sido recibir una carta de elogio del Indio
Naborí sobre uno de mis libros de décimas, gozar de la amistad de
grandes escritores cubanos como Carilda Oliver, Fernández Retamar y
César López, o ir por la calle, que me pare un niño, y recite de
memoria un poema mío".