No toco para deslumbrar, sino para evocar sentimientos

El gran pianista argentino Miguel Ángel Estrella pondrá fin al segmento capitalino de la Feria del Libro, con un concierto mañana a las 7:00 p.m. en el teatro Amadeo Roldán

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Nunca olvidará la voz de la bestia: "Te vamos a putear, porque vos sos peor que los otros. Mira que tocarle Beethoven a la negrada. Beethoven es nuestro y vos lo manchás. Te vamos a dejar igualito que al Víctor Jara". Ese que hablaba no daba golpes. Era argentino como él. A los uruguayos les tocaba otra faena, la de la tortura. Se repartían los papeles. Querían que firmara un documento en el que aceptara ser comandante de los Montoneros. Un subversivo para dejarlo fuera del juego. Su única y real capacidad de subversión había sido —y es todavía— develar a los trabajadores en las fábricas y los campesinos en las haciendas la hermosura de músicas secuestradas por las élites.

Esto le ocurrió a Miguel Ángel Estrella en el invierno austral de 1977, luego de que en febrero fuera plagiado en Montevideo por fuerzas al servicio de la Operación Cóndor. El ya por entonces célebre pianista había decidido tomarse un tiempo en Uruguay, al saberse amenazado en su patria argentina por la dictadura. "Terminaba una gira por Europa cuando en el aeropuerto madrileño de Barajas coincidí con el coronel Ramírez, un personaje siniestro que había sido secuaz de López Rega y la Isabel. Con tremendo cinismo insinuó que yo estaba escapando del país y le respondí que no, que yo regresaba. Por si acaso me quedé en Montevideo y mandé a buscar a mis hijos, que eran pequeños, con mi asistenta. Yo había enviudado. Sinceramente pensé que no se atreverían a tanto, por eso rechacé un ofrecimiento del general Torrijos para vivir y trabajar en Panamá, aunque luego, justo cuando me desaparecieron, estaba arreglando mi instalación en México, donde tenía trabajo seguro. Pero equivoqué los cálculos".

Miguel Ángel cuenta ante mí aquella terrible experiencia. Lo hace una mañana habanera de sol incierto y brisa fuerte sobre el Malecón. Forma parte de la delegación con que Argentina correspondió al convite como País Invitado de Honor a la XVI Feria Internacional del Libro Cuba 2007. Por más de cuarenta años su nombre ha sido altamente cotizado en los circuitos internacionales de música de concierto. Es un pianista excepcionalmente dotado, cuyo prestigio indiscutido alcanza dimensión universal.

"Pero mira qué paradoja —comenta—, yo, que siempre he permanecido al margen de las aristocracias, tengo que agradecer que pasé de la categoría de desaparecido a la de prisionero, gracias a la intervención de la Reina de Inglaterra. Mi amigo Yehudi Menuhim, que como sabrás es uno de los más grandes músicos de nuestra época, solicitó a la Reina que mediara. Ella encargó a un emisario que transmitiera a los militares uruguayos preocupación por mi caso. Hasta ofrecía un piano para que en la cárcel no perdiera mi talento. Claro que nunca hubo piano, pero al menos salí del anonimato de los desaparecidos hasta que la solidaridad internacional influyó en que me liberaran en 1980."

De vuelta a la vida civil, Estrella tuvo que plantar firme sus convicciones para no sucumbir a las tentaciones del mercado: "Algunos empresarios discográficos se me acercaron a proponerme negocios fabulosos. Solo tenía que dejar explotaran mi condición de ex desaparecido y ex preso político. Uno hasta llegó a imaginar una carátula de disco en la que debía posar con las manos esposadas. ¡Qué vergüenza! Mi arte nada tenía ni tiene que ver con eso, ni con la competencia. Es de una fatuidad tremenda clasificarse en el mercado, andar diciendo que estás en la lista de los cinco o diez mejores del mundo".

Entre las lindas quijotadas de Miguel Ángel está la creación en 1982 de la fundación Música Esperanza. Poner la música al servicio de la comunidad humana y de la dignidad de cada persona. Llevar la música a todos los sectores de la sociedad. Consolidar la paz devolviendo a la música su papel de puente de comunicación y de solidaridad entre los hombres y entre los pueblos. Esos son sus objetivos.

"De alguna manera —dice con la voz humedecida por la emoción este músico tucumano— se trata de ser consecuente conmigo mismo y el recuerdo de mi compañera Martha González, la madre de mis hijos. Ella era muy guevarista. El día que nos enteramos del asesinato del Che, lloró como si hubiese perdido a un familiar cercano. Justo en ese año, 1967, tuvimos una noche muy tumultuosa, en la que me dijo hasta botijas verdes. Todo porque a solicitud del Rey de Noruega accedí a una recepción oficial de la dictadura de Onganía en la que debía tocar una sonata de Beethoven, cosa que no sucedió, puesto que los asistentes hablaban en voz alta y escanciaban licores con desenfreno. Ah, y cometí el pecado de darle la mano al tirano. Al retirarnos, Martha me dijo: Miguel, tienes que definir tu rumbo. Ahora o nunca. Desde entonces decidí no tocar para deslumbrar, sino para evocar sentimientos."

Cada año, Estrella ofrece por el mundo cerca de cien recitales o conciertos. Apenas el 40% le bastan para asegurarse la vida. El resto, la mayoría, los dedica a causas sociales o a su fundación Música Esperanza.

"Yo no he hecho carrera. Es una palabra que no va conmigo. Soy un músico social. Créeme, mi mayor orgullo es haber sido nombrado portavoz artístico de los trabajadores azucareros de Tucumán."

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