Haití sangra y canta dentro de mí

El poeta Georges Castera, una de las más notables voces líricas del país vecino, irrumpió en la Feria con sus versos originales y auténticos

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Foto: JUVENAL BALÁNDiez años atrás, mientras ascendíamos en un Niva —rara avis en el enloquecido tránsito de la capital— desde el centro de Port au Prince hasta Petionville, donde su madre tenía un modesto y simpático hotelito, hogar de cuanto intelectual cubano estuviera de paso por allí, Georges Castera comentó los agudos contrastes entre la creatividad popular ostensible en las mil y una estrategias de sobrevivencia y la pobreza casi endémica padecida por sus compatriotas: "Creo que mi gente se merece un mejor destino. Al menos es lo que trato de alentar en cuanto escribo, porque Haití sangra y canta dentro de mí".

Ayer, una vez más, he vuelto a encontrarme con Castera en la Fortaleza de La Cabaña. Haití por primera vez presenta un pabellón nacional en la Feria del Libro cubana y Georges lo prestigia con su personalidad y su obra. Mas se trata de un poeta al que hay que descubrir, Sus maneras sumamente discretas, su voz susurrante en francés, kreol o español, su renuencia a cualquier tipo de protagonismo, lo hacen pasar como una sombra leve en medio del torbellino de autores, editores y lectores que inundan el antiguo enclave de la época colonial.

"Soy tierno en el amor, pero duro en la política", confesó después de haberse ganado a las decenas de personas que acudieron a la lectura compartida con su amiga Nancy Morejón, hermoso contrapunto de identidades y querencias.

La primera parte de la frase se explica porque Castera está urdiendo un nuevo libro de poemas bajo el título Al nivel de la mirada, en el que predomina el sujeto amoroso y la intimidad más gozosa. La otra es una apuesta ética y un compromiso asumido a conciencia que el poeta desarrolló al decir: "Nuestro deber intelectual en estos momentos pasa por consolidar los espacios de participación que hemos reconquistado y favorecer las alternativas de cambio en una sociedad que ha padecido como ninguna otra en el Caribe la ingerencia extranjera, la explotación y la pobreza".

Uno de sus mayores aportes consiste en defender la expresión en kreol. Sobre ello, Nancy Morejón ha dicho: "Arraigado en el amor a las tradiciones de su país natal y convencido de la necesidad de forjar una patria tan vasta como la humanidad que la viera erigirse como la primera nación independiente americana, Castera no sólo ha creado un cuerpo literario en lengua francesa, sino en kreol, la lengua vernácula por excelencia de la sociedad en que nació".

Él mismo ha reflexionado acerca de esa elección: "Un escritor bilingüe como yo toma conciencia de que expresarse en kreol es siempre una escritura en construcción".

Nacido hace 70 años en la capital haitiana, en los cincuenta comenzó a hacerse sentir en la vida intelectual de su país, en un momento de efervescencia: nuevos autores eran a su vez portadores de nuevos estilos y ansias sociales, como Jacques Stephen Alexis, el entrañable novelista de El compadre general sol, el luego venerable Félix Morisseau-Leroy, y Paul Laraque. La vanguardia pictórica se representaba en los nombres de Hervé Telemaque y Max Pinchinat. Con el advenimiento de la dictadura duvalierista, Georges marchó al exilio; vivió en Francia, estudió Medicina en España; hizo teatro en Estados Unidos. Regresó en 1986 a su patria y desde entonces conjuga la pasión por la poesía con las urgencias revolucionarias.

Entre sus libros en francés se cuentan Le Retour à l'arbre (1974), Ratures d'un miroir (1992), Les cinq lettres (1992), Quasi parlando (1993), Voix de tête (1996) y Brûler (1999). A La Habana ha traído su más reciente creación en kreol, Blengendeng bleng, editado el año pasado por la Presse Nationales d’Haiti, institución que desembarcó en La Cabaña con una impresionante colección. "El título —señaló— es onomatopéyico; remeda el cierre de los acordes de una guitarra en una pieza dramática. Así yo veo la realidad de mi Haití".

Hace apenas unos meses mereció el Premio Carbet del Caribe 2006, uno de los lauros literarios más importantes de la región, por su libro El soplo del mago. "Uno suele decir en casos como ese que fue una sorpresa —comentó ayer—, pero en realidad lo fue, pues en nuestra región son tantos y tan buenos los poetas".

Castera ama la música, es un buen guitarrista aunque diga que hace rato no toca el instrumento. Fue jurado del Premio Casa de las Américas en 1996. Siente a flor de piel una cercanía hacia Cuba.

"Aquí no soy ajeno, aquí respiro el mismo aire de mi casa".

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