Alberto
Garrandés se inició en la literatura a través de la ciencia ficción;
pero otros —de alguna forma derivativos— han sido los derroteros de
este escritor de 47 años, quien tiene publicados seis libros de
ensayos, tres de relatos y dos novelas; además de destacarse sus
antologías entre las más precisas del cuento cubano.
Ayer recibió oficialmente el premio Alejo Carpentier de novela por
Las potestades incorpóreas. Una historia simbolista sobre los
rituales de lo inevitable y la resistencia del espíritu, en la que
intervienen tres personajes, una pareja de jóvenes y una casera, y
algunos seres fantasmagóricos o surgidos de la imaginación. Como
fondo, una casa en ruinas y el asedio de La Ciudad Sumergida.
Ya adelantaba Garrandés lo del suicidio forzoso y el final
operístico, algo que callaría otro novelista para no espantar al
lector, pero que él no teme dejar a modo de trillos sugerentes para un
ejercicio de lectura que ambiciona el gusto por ella, la pasión por el
desplazamiento lingüístico hacia la fábula, y no sólo la fábula misma.
El universo de lo onírico, la irrealidad de ciertas atmósferas
ejercen fascinación sobre Alberto Garrandés y configuran "su autónomo
mundo verbal". ¿Te resistes al realismo, a las historias con total
apego a la realidad?
"La realidad es una construcción muy engañosa. Pensándolo bien,
creo que lo interesante para mí, en cuanto a la concepción de un mundo
novelesco, es precisamente adentrarme en ese proceso mediante el cual
alcanzarías a comprobar cuán ilusorio puede ser lo real y cuán real (y
hasta material) puede ser la ilusión".
A raíz del anuncio del premio, mencionaste que tenías conciencia
sobre la posibilidad de "pegada" de la novela. ¿A qué te referías
exactamente: al tema, el simbolismo de la ficción, a las provocaciones
del lenguaje?
"Me refería justamente a la articulación de un tema lleno de
arquetipos con su enunciación simbólica, todo ello encarnándose en un
lenguaje provocador. Un lenguaje que se "separa" de lo real, o de lo
inmediato, para regresar a lo real. He contado una historia trágica,
muy literaria, devota de la pulsión romántica...
Me sentiría complacido si a ciertos lectores se les cortara el aliento
mientras leen... "
¿Cómo es el escritor ideal que imaginas y en qué radicaría la
diferencia con el que eres? ¿Cómo definirías tu estilo?
"El escritor ideal es un ser obsesionado por las insatisfactorias
mediaciones que ejerce el lenguaje. Un ser que sabe que el lenguaje
sirve para expresar experiencias extraordinarias, y, al mismo tiempo,
percibe que es un medio pobre y limitado...
El escritor ideal es una persona curiosísima que se vale de los
sueños, de la música, del mundo audiovisual, de las tensiones y deseos
de su propio cuerpo... Mi estilo es quizás,
al cabo, hijo de la alianza del modernismo con la vanguardia. Pero,
dicho apresuradamente, me gustaría que mi escritura se pareciera, en
alguna medida, a lo que podría hacer un equipo formado por William
Blake, J. K. Huysmans, Vladimir Nabokov y Paul Auster".
Por lo general el Carpentier de novela, no así el de cuento, ha
elegido obras de corte histórico o que descansan en contextos alejados
de nuestro entorno nacional inmediato. ¿Te alentó este precedente para
enviar tu novela?
"No era consciente de esa regularidad...
Envié la novela con cierta aprensión. Siempre he sabido que es un
texto insólito, bastante ajeno a las prácticas del realismo entre
nosotros, pero en definitiva se trata de una novela basada en
metáforas enciclopédicas, y por eso su rendimiento simbólico
posiblemente sea alto y amplio".
"Hay formas del placer en las que el cuerpo no debería intervenir",
dice un personaje de Las potestades incorpóreas, obra en la que
el sexo es resultante, no motivo. ¿Has sobrepasado como escritor el
interés manifiesto por el erotismo que identificó tus primeras obras
narrativas?
"No, de ninguna manera. Todavía estoy por encontrar una zona del
erotismo y el sexo donde el lenguaje exprese la paradoja de su
derrota".