El
francés Alain Sicard lo evocó como poeta de la ciudad, de la suya
misma, Santiago de Cuba, que ha llevado con ansiedad y rebeldía a su
casa frente al Malecón habanero y a donde quiera que va, espejo de las
voces que lo circundan. Marta Rojas se remontó a los días en que lo
conoció en la Escuela Anexa a la Normal de Maestros santiaguera y
exaltó su honestidad intelectual y valentía para defender la unidad
espiritual de la Patria. Virgilio López Lemus resaltó el admirable
equilibrio entre lenguaje coloquial y metafórico en una obra poética
sostenida y esencial. Nancy Morejón trazó el perfil de un escritor
original y refractario, cosmopolita e insular, que ha hecho de la
palabra un instrumento revelador de su identidad, de transmisión de
emociones y conocimientos, a favor del mejoramiento de la condición
humana.
Todos, los que como los ya citados formaron parte del
panel de expositores, como los que desde el público respaldaron el
homenaje, dieron ayer a César López lo que le pertenece: un sitio en
la cultura cubana de nuestro tiempo en el que compromiso y lealtad
cobran sentido en la sucesiva y permanente fundación de una cubanía de
resonancias universales.
Como ya se sabe, la XVI Feria Internacional del Libro
Cuba 2007 se ha consagrado a César, como también al historiador
Eduardo Torres Cuevas y este que reseñamos fue el primero de una
cadena de actos en los que la poesía, las ficciones, la prosa
ensayística y la vocación social y ecuménica de la entrega intelectual
del escritor santiaguero, que disimula con hidalguía sus más de siete
décadas de vida, serán puestos de relieve no solo en la etapa
capitalina del evento, sino a lo largo y ancho del país hasta el
próximo 11 de marzo.
Cual ángeles tutelares del inicio del homenaje
rondaron el espacio de la sala José Antonio Portuondo dos seres
entrañables para el poeta: Federico García Lorca, asesinado por las
hordas falangistas españolas que frustraron el sueño republicano, y
Frank País, que para César, más allá del líder revolucionario, fue el
entrañable amigo de la calle y la escuela, de la familia y los ardores
adolescentes, sensible poeta él mismo, también asesinado brutalmente
por la dictadura que asoló la Isla en los pasados cincuenta.
De uno u otro modo, pero de manera constante, esas
presencias alimentan un ejercicio poético que abarca desde Silencio
en voz de muerte (1963) hasta los Tres libros de la ciudad,
reunidos en el 2000 como eslabones de un ciclo de plena intensidad en
la lírica cubana de siempre, e irradia su magnetismo hacia los cuentos
de Circulando el cuadrado y su dedicación al estudio y cuidado
editorial de la obra de los españoles Pedro Salinas y Luis Cernuda y
del cubano José Lezama Lima.
Ideales y afanes de toda una vida, no exenta de duros
obstáculos y absurdas incomprensiones, compensadas en el retrato,
revisitado por Sicard, que del poeta escribiera en su día el argentino
Julio Cortázar: "Probablemente serás feliz / como todo hombre con
mujer / como todo hombre con ciudad / probablemente serás hermoso /
como todo ídolo con piedra en la frente / como todo león con su aro de
fuego corriendo / por la arena / y levantarás una torre / y protegerás
un circo / y darás nombre al séptimo hijo de las familias /
trabajadoras. No importa que en la sombra crezcan los hongos rosados /
si el humo de las fábricas escribe tus iniciales en lo alto".
10-febrero-2007