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(22 de junio de 2006)
Carabobo siempre
RAÚL VALDÉS VIVÓ
Entre los 472 heroicos
combates librados personalmente por Bolívar, más que Napoleón,
César y Washington juntos, Carabobo es uno de los genuinamente
trascendentales: dio nacimiento a la Venezuela que ya no pudo ser
dominada por el colonialismo.
Las ideas de El Libertador cabalgan por el continente.
La fecha seleccionada
por El Libertador para la épica acción que completó la
independencia venezolana fue el 24 de junio de 1821. Es asombroso
que en aquella misma extensísima llanura, siete años antes, y
dentro de otros triunfos, los patriotas habían derrotado a los
españoles, por lo que volvieron a ser dueños de Caracas.
Pero todo ello fue
frustrado. Boves, sanguinario verdugo al servicio del feroz capitán
general Monteverde, aprovechando que los oficiales blancos en las
filas revolucionarias no comprendían la necesidad de abolir la
esclavitud, pudo desatar una mortal guerra de razas en la cual los
colonialistas, los mismos que implantaron la esclavitud, pudieron
tener a su servicio a muchos esclavos. Aunque Boves murió en un
combate, sus tropas obligaron a una estampida a gran parte de los
caraqueños, recuperando la ciudad.
La causa última de la
conversión de aquellas victorias en derrotas, fue que solo Bolívar
luchaba por la emancipación de los esclavos negros y de los
indígenas, verdaderos siervos, dentro del glorioso proceso de la
creación de los pueblos andinos y la liquidación del yugo
español.
Con Bolívar de
inspirador y jefe estratégico, la figura más destacada en la
segunda batalla de Carabobo fue José Antonio Páez, al frente de
sus temibles llaneros. Por esas contradicciones de la historia,
Páez aceptaba la visión de El Libertador sobre la necesidad de
abolir la esclavitud, y también hizo suyo su plan de enviar una
fuerza expedicionaria, que debía aprobar el Congreso Anfictiónico
de Panamá de 1826, para libertar a Cuba y Puerto Rico, extremos en
los que más que nadie se distinguía Antonio José de Sucre. Sin
embargo, mientras el último, Gran Mariscal de Ayacucho, fue hasta
su muerte leal a El Libertador, Páez lo traicionó, y junto a otro
lugarteniente notable, Francisco de Paula Santander, prefirió la
patriecita antes que la Gran Colombia, formada por Venezuela, que
cayó en sus manos, y Nueva Granada, que ambicionaba Santander,
siendo Ecuador, la tierra de la Libertadora de El Libertador,
Manuelita Sáenz, el otro componente. Sin Carabobo, imposible forjar
esa formidable base para la creación de Nuestra América y la lucha
universal por el equilibrio del mundo, por la paz entre países
independientes.
En Carabobo hubo otros
dos héroes: Manuel Cedeño y Ambrosio Plaza, caídos en combate.
Hay indicios de que Cedeño nació en Bayamo, la primera capital de
la República de Cuba en armas, así no encontrara todavía su
partida de nacimiento, que pudo haber sido devorada por las llamas
al preferir los bayameses incendiarla antes que rendirla a los
españoles.
En un monumento a
colocar en el mismo campo de batalla, diseñado por su propia mano,
El Libertador ordenó que una de sus caras dijera:
El general Manuel
Cedeño. Honor de los bravos de Colombia. Murió venciendo en
Carabobo. Ninguno más valiente que él. Ninguno más obediente al
Gobierno.
Y que la cara evocadora
de su hermano en martirologio, nacido en Venezuela, debía decir:
El intrépido joven
general Ambrosio Plaza. Animado de un heroísmo eminente se
precipitó sobre un batallón enemigo. Colombia llora su muerte.
Carabobo, a los 195
años, es un símbolo de la nueva gesta venezolana, en la que el
presidente Hugo Chávez revive a ese Bolívar grande entre los
grandes, que Martí tenía por Padre.
La garantía de que
Caracas no caerá de nuevo en manos de la oligarquía que
traicionaba y sigue traicionando doblemente los sueños de El
Libertador: unir la independencia real con cambios sociales
radicales y lograr la integración de Nuestra América en libertad y
fraternidad, es que ahora la Revolución ya devino verdaderamente
emancipadora. Tanto, que su rumbo es hacia el socialismo.
Si el gobierno fascista
de Bush desata contra Venezuela la agresión militar abierta a la
que incita la oligarquía antinacional interna, el pueblo venezolano
evocará las palabras de El Libertador ante los indígenas peruanos,
al sumarlos a la batalla decisiva de Junín, preámbulo del Ayacucho
de 1824 que puso fin al colonialismo español en nuestro continente:
Todos los ejércitos del
mundo se han armado por los reyes, por los hombres poderosos; armaos
vosotros, los primeros, por las leyes, por los principios, por los
débiles, por los justos.
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