(1 de mayo de 2006)

¡Cómo hablan los archivos!

En 1992, Robert Ferro dijo que participó en acciones "clasificadas" en Cuba. Le ocuparon entonces 300 armas y cinco libras de C-4 a menos de una cuadra de una escuela primaria

JEAN-GUY ALLARD

Robert Ferro, el cubanoamericano arrestado en California en la más grande captura de armas de la historia de Estados Unidos, participó en operaciones terroristas contra Cuba mientras se encontraba en las Fuerzas Especiales norteamericanas. Lo reconoció él mismo en 1992, durante el juicio a que fue sometido por posesión de otro arsenal de armas y explosivos, y tras declarar a los investigadores del Sheriff del municipio de Pomona, que pertenecía a la organización terrorista Alpha 66.

Diciéndose un "ardiente seguidor" de los presidentes Bush y Reagan, aseveró entonces haber sido parte de un Grupo consultor del Consejo Nacional de Seguridad. El ex Boina Verde declaró que era también un partidario del ex teniente coronel de Marines Oliver North, quien fue acusado de vender armas a los contras nicaragüenses.

Esas informaciones y muchas otras aparecen en los archivos del diario Los Angeles Times, donde están descritos detalladamente tanto el arresto del peligroso personaje, en 1991, como el juicio que tuvo lugar un año después.

Detalle revelador: nunca en este largo periodo donde se publicó repetidamente que Ferro era miembro de Alpha 66, el grupo terrorista miamense valoró necesario negar que el individuo pertenecía a sus filas. Ni el entonces jefe de esa organización paramilitar, Nazario Sargen, ni su delegado en Torrance, California, Miguel Talleda, elevaron la menor protesta que hubiera sido reportada por el más importante diario de la costa occidental de ese país.

Tampoco fue reportada visita alguna del FBI al grupo terrorista que mantiene oficinas en el centro de la ciudad de Miami y dispone de un campo de entrenamiento, llamado Rumbo Sur, en la zona de Everglades.

Unas pocas horas después del arresto de Ferro, el 29 de julio de 1991, y de la ocupación de 300 armas en una finca avícola abandonada que le pertenecía, en Pomona, el sargento Howard Rechtschaffen de la Oficina del Sheriff, reportó que se le habían ocupado cinco libras de C-4. El explosivo que tiene una potencia devastadora —"suficiente para arrasar a seis o siete casas"— se encontraba almacenado a menos de una cuadra de una escuela primaria.

Rechtschaffen precisó que oficiales de policía habían arrestado poco antes del descubrimiento a un toxicómano, Jaime Wolden, de 38 años de edad, un empleado de Ferro, después de observarlo tambaleándose en la vía pública, acompañado de su hermana de 11 años. Al registrar al sospechoso, se descubrió en sus bolsillos una cantidad de C-4 y dos detonadores.

La finca de Ferro donde se encontraron los explosivos y varios artefactos —entre los cuales una caja de goma de mascar destinada a ser convertida en trampa explosiva— disponía de un campo de tiro y sala de entrenamiento para el combate cuerpo a cuerpo.

"PIENSO QUE ES UN PELIGRO, UN PELIGRO BIEN DEFINIDO"

Ferro es entonces descrito por el Times como un hombre de 47 años, de 6 pies y 210 libras, veterano de las Fuerzas Especiales del Ejército —los Boinas Verdes— y "cinturón negro de kárate kosyuskikaikán".

Al ser interrogado, declaró que pertenecía al grupo paramilitar Alpha 66, precisó al diario la fiscal adjunta del distrito, Carol Najera, quien añadió: "Pienso que es un peligro, un peligro bien definido".

En el primer día de su juicio, el 2 de mayo de 1992, Ferro se puso a llorar ante un reportero que lo entrevistó, acusando a la policía de haber puesto a su familia "en peligro" al arrestarlo en su domicilio, y dando explicaciones descabelladas sobre la procedencia del material incautado.

Ante el tribunal, indicó que había alcanzado el rango de teniente en las Fuerzas Armadas Especiales y dijo haber participado en varias "misiones clasificadas", de las cuales se negó a dar más precisiones.

Sin embargo, especificó que estas "operaciones militares secretas" tuvieron lugar "en Laos, Cambodia y Cuba".

Otro investigador de la Oficina del Sheriff, Barney Villa, precisó ante la Corte que después de su arresto, en la mañana de la operación policíaca, Ferro confesó que su finca se usaba para entrenar a mexicanos para luego mandarlos a Cuba para "combatir".

Sostuvo que los explosivos encontrados en su finca pertenecían a Wolden, a quien "intentaba ayudar", pero el mismo Wolden se negó a testificar a favor de su supuesto benefactor.

El 16 de mayo de 1992, Ferro fue encontrado culpable de posesión de explosivos, pero inocenteÁ de posesión de material para fabricar una bomba. Aunque el crimen es castigado con seis años de encarcelamiento, el juez Robert Martínez condenó al delincuente a solo dos años de prisión y, sorpresivamente —como lo comenta el Times— le otorgó de inmediato una fianza para que se mantuviera en libertad. Wolden, el toxicómano, no se benefició de la misma complacencia: tuvo que pasar dos años detrás de los barrotes.

El jueves pasado, en una entrevista que otorgó, en la cárcel, a Los Ángeles Times, Robert Ferro se puso de nuevo a llorar ante el reportero y afirmó esta vez que parte del armamento ocupado la semana anterior le fue entregado "por el propio gobierno de Estados Unidos para derrocar al gobierno de Cuba".

La policía sitúa en 1571 el número de armas ocupadas esta vez a Ferro entre las cuales había fusiles de asalto AK-47 y Uzi, pistolas con silenciadores y hasta granadas.

Entretanto, en la Florida, los "ecologistas" Santiago Álvarez y Oswaldo Mitat, enfrentarán en los próximos días acusaciones por posesión de armas ilegales, aunque no han sido acusados hasta ahora de prestar repetidamente asistencia al más conocido de los terroristas cubanoamericanos, Luis Posada Carriles, tanto en sus planes criminales como en su entrada clandestina a Estados Unidos a bordo del barco "ecológico" Santrina. Al propio Posada, los servicios de inmigración le buscan desesperadamente un país que sea tan amable de hospedar a este furibundo asesino, reclamado por Venezuela.

Mientras tanto, cinco cubanos arrestados cuando infiltraban esos mismos círculos terroristas cubanoamericanos del sur de la Florida, siguen encarcelados a pesar de una decisión a su favor de la Corte de Apelaciones de Atlanta y de un panel de juristas de la ONU.

   

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