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19/10/2002
Portada de hoy

Al centro de lo femenino

AMADO DEL PINO

Monólogos de la vagina se ha convertido en un acontecimiento de público. La espaciosa sala Covarrubias ha resultado insuficiente para la avalancha de curiosidad y entusiasmo.

El texto de la norteamericana Eve Ensler anda a caballo entre lo didáctico y lo plenamente teatral. Por momentos la insistencia en la descripción y vindicación del esencial órgano femenino descuida las posibilidades dramáticas del argumento. La dramaturgia no se alejó lo suficiente del material base, procedente de encuestas y textos científicos.

Jorge Ferrera —cuyo regreso a nuestras tablas vale la pena saludar por su demostrada sensibilidad y su peculiar talento— forcejea con el carácter narrativo de la obra y la dota de elementos espectaculares, una estructura llena de ideas sabias y frases hermosas, pero con limitadas opciones para el juego teatral. Fluida resulta la dinámica entre las cuatro actrices y equilibrada la utilización de los diversos planos escénicos. Apuesto por el uso del inteligente video de Lester Hamlet y Patricia Pérez, aunque debió ser más sintético para conservar su carácter de elemento sorpresivo.

La música original de Roberto Carcasés se convierte en una quinta protagonista del montaje. Pocas veces en nuestro ámbito teatral se torna tan orgánico el diálogo entre la acción y el sonido. Lástima que no todos los músicos, ni durante todo el tiempo tengan en cuenta que ellos también forman parte del espectáculo. Por su parte, las luces de Saskia Cruz, la escenografía de Reynaldo Ortega y el vestuario, a cargo de Míriam Dueñas, logran una integración a partir de la complicidad con el tono —entre serio y desenfadado— de la puesta en escena.

Cuatro actrices de distintas edades, pero con una sensibilidad común, encuentran aquí una formidable oportunidad para el lucimiento. Maribel Reyes da pruebas de gracia y buen manejo de su energía, pero podría bordar mejor los momentos en que no está en el centro argumental y debe relacionarse con las historias de las demás. Escuchar con autenticidad en escena es una de las tareas más complejas para cualquier intérprete. Carmen Daysi Rodríguez aprovecha muy bien su formación danzaria para guiar el ritmo de la puesta. También sobresale enlazando lo dramático con lo musical. Por lo demás defiende con dignidad su parte en la historia, escrita con tanta belleza como dispersión. La consagrada Paula Alí llega a un momento de virtuosismo en su carrera como comediante. Simpatía sin abusos populistas, gestualidad precisa, manejo cotidiano y a la vez amplificado de la voz son solo algunas de las virtudes con que Paula desencadena los aplausos.

Párrafo aparte merece la labor de Alina Rodríguez. La fogueada actriz va dándonos poco a poco el caudal interior de su personaje y no adelanta nada del torrente cómico-didáctico del final. Aquí Alina ratifica su capacidad para entrar y salir de la comedia, así como su peculiar talento para hacerse distinta a partir de su propia personalidad.

Monólogos de la vagina nos recuerda —desde un tema no por conocido menos palpitante— que en lo ligero, lo gracioso y lo popular también pueden habitar el buen gusto y el rigor.

19/10/2002

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