Entre canteros y flores

Orlando Guevara Núñez

Justo a un costado del obelisco que recuerda el histórico combate de Uvero, en Guamá —sitio declarado Monumento Nacional— surgió hace más de un año un organopónico especializado en la producción de flores, con una función social de estimada importancia para la comunidad y el municipio.

Azucenas, mariposas, margaritas, terciopelos, rosas y claveles —entre otras variedades— son cultivadas en 0,75 hectárea por diez personas, entre ellas seis mujeres. Allí encontramos a Marlenis, Delvis, Míriam y Flor, compartiendo el trabajo con Juan Carlos y Yuber.

Para muchas actividades familiares y sociales, las flores son indispensables y no contar con ellas lesiona la sensibilidad de las personas. He aquí el valor de una unidad productiva como esta que de forma permanente satisfaga la demanda.

Gracias a este organopónico- jardín se suministran flores para los servicios funerarios de Chivirico y del propio Uvero. Pero desde aquí las trabajadoras elaboran también adornos florales para bodas, cumpleaños, el engalanamiento de locales, ramos de novias y se venden a la población, con precios módicos. Así, este pequeño colectivo siembra, cultiva, cosecha, confecciona los arreglos y comercializa la producción. Su labor ha contribuido, además, a crear una cultura sobre el uso de las flores en el ámbito familiar.

El sistema de trabajo en esta unidad —según plantea su colectivo y lo reafirma María Elena, la florista, encargada de controlar la gestión del centro— puede ser perfeccionado e incluir la vinculación de los trabajadores al resultado final de la producción, para buscar mayores volúmenes del producto y el incremento de la comercialización y del ingreso personal por encima del salario básico.

Mientras tanto aquí están ellos, dedicados por entero a la hermosa labor de producir flores, demostrando cómo una comunidad puede resolver el abastecimiento de este servicio necesario al ser humano en sus tristezas y alegrías. Es un meritorio trabajo entre canteros y flores.