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14/09/2002
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Colaboración médica en Haití

Valió la pena el peligro

JOEL MAYOR LORÁN
Enviado especial

La lluvia tornaría intransitable el camino a Derac, pero esas dos mujeres no se podían quedar esperando. Entonces, emprendimos aquel lodazal. El carro patina. Se va de lado. Parece que se va a salir de la vía. El agua ha removido el pavimento arcilloso.

Me fijo en la aguja de la velocidad del poderoso jeep Toyota: no marca siquiera 10 kilómetros por hora. La distancia no es tan larga; sin embargo, demoramos en llegar. Un hoyo, desniveles y un charco nos persuaden de continuar a pie.

Hasta las botas resbalan. El jeep no hubiese podido pasar. Tiene las gomas lisas luego de seis meses por caminos de piedras e incluso diente de perro.

Preguntamos por la casa de los médicos cubanos. Allí está. Enseguida nos indican. Carmen y Leisy nos esperan.

LAS CUBANAS

A Carmen le gusta caminar por Derac y ver cómo la gente las aclama, agradecida de cuánto hacen por ellos. Todos conocen sus nombres. Ella es licenciada y jefa de enfermeras en la dirección municipal de Salud de Santa Cruz del Norte, en La Habana. Desde 1967 se ha dedicado a servir a los demás. En Haití "he aprendido mucho, y me siento con una fortaleza renovada para seguir adelante, pues con la oportunidad de estudiar que nos brindó la Revolución hemos podido socorrer a un país tan necesitado de ayuda".

En Cuba está lo más lindo de su vida: hijos, nietos, su madre y su madrina. Un par de fotos salvan al cuarto de la nostalgia. Mas en este poblado chico, de casitas cuadradas, le ha crecido el corazón.

En ningún momento olvida a Santa Cruz del Norte, sus playas, su gente, la libertad de soñar y hasta de tocar las estrellas. Pero en Derac, la comuna donde colabora desde hace más de un año, tiene cerca las montañas; las mira y anhela que la esperanza de vida de los haitianos pueda elevarse tan alto.

Leisy es la doctora, graduada con excepcional rendimiento, y capitalina hasta la última célula. A ella le encanta levantarse y ver el mar. Siete meses bastaron para que el amanecer sobre el agua, las montañas y los viajes en bote la hechizaran para siempre. Trae la sangre joven, la ternura y el espíritu audaz.

Entre ambas se han propuesto transformar este sitio. El maravilloso entorno natural... y los pobladores del lugar, merecen una mejor suerte.

Y ENTONCES...

Comenzaron por dispensarizar la comuna. Ya conocen casi al dedillo sus características y problemas de salud. Y lo más difícil, aunque parezca sencillo: lograron que los habitantes de Derac acudieran a las consultas. La falta de costumbre y dinero se oponen a algo tan elemental.

Establecieron, además, las charlas con abuelos, embarazadas y adolescentes. Aquellos que por más tiempo han soportado los palos de la vida aprenden hábitos alimentarios acordes con su edad: menos sal, picante y grasas... y más verduras.

Los jóvenes escuchan con atención los consejos de la doctora en torno a las enfermedades de transmisión sexual, al uso del condón y al embarazo en las edades tempranas. Tienen avidez de conocimiento. "Hablamos sobre sexualidad e incluso anatomía", asegura Leisy.

"La doctora propuso construir letrinas a fin de eliminar la defecación al aire libre. Habló con el delegado de la comuna. Y ya se levantaron cuatro letrinas. Esperamos otras más. También contamos con él para la higienización de la zona. Había mucho marabú y cactus, los cuales atraen culebras, arañas y ratones, y propician la aparición de leptospirosis", explica Carmen.

La sábila, las hojas de guayaba, la manzanilla y la escoba amarga se convierten en cómplices de estas mujeres, sobre todo cuando se trata de secar lesiones de la piel o reducir inflamaciones.

FLORES DE CUBA

La enfermera santacruceña se acuerda de Madame Siribie. Llegó con un edema agudo en el pulmón y falta de aire. Pudo morir. Pero la salvaron. También María Pierre estuvo a punto de no volver a abrir sus ojos. Fue un caso grave de asma. La retuvieron entre los vivos con medicamentos que hicieron el viaje desde Cuba.

"Aquí mismo la atendimos. Ahora, cuando regresé de las vacaciones, le traje otras medicinas para el tratamiento", añade Carmen. Y por si fuera poco, curan con flores, principalmente con la fórmula 39, contra el estrés emocional, las crisis hipertensivas o de asma.

"Equilibra los sentimientos para luego usar otras terapias. Me lo envían con cierta frecuencia. Es un producto del Instituto Finlay que también empleo con los cubanos, en caso de ansiedad o depresión", advierte Leisy.

Desde luego, queda mucho por hacer. La pobreza, el analfabetismo, y con él la incultura y los malos hábitos higiénicos, se toman de la mano. Ni calles ni electricidad ni demasiada esperanza hay en Derac. Un chico patea un pequeño balón. Está alegre. Quizás su generación consiga beber los jugos dulces de la vida.

Por lo pronto, nuestro jeep se aventura de nuevo a quedar varado en medio del lodo... o volcarse. Pero bien valió la pena el viaje. Le dio la razón a Frank, el jefe de la brigada médica en este departamento, cuando "se la jugó" a fin de que Carmen y Leisy no se quedaran esperando por los periodistas.

14/09/2002

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