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10/09/2002
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La amenaza de la serpiente

JOAQUÍN RIVERY TUR

Los doce meses que van desde el 11 de septiembre del 2001 a la misma fecha del presente año quizás sean recordados en el futuro como una etapa de las más sombrías de la historia de la humanidad, cuando un grupo de mentalidad neofascista en el gobierno de Estados Unidos quiso hacer realidad sus planes de dominar al mundo por la fuerza.

Un año después del criminal atentado contra las Torres Gemelas del World Trade Center y el Pentágono, las autoridades norteamericanas solamente han presentado a un acusado (el franco-marroquí Zacarías Moussaoui) de estar vinculado con la organización terrorista Al Qaida (aunque sigue habiendo decenas de detenidos, muchos sin que se respeten sus más elementales derechos). Sin embargo, ha hecho un despliegue portentoso de sus policías y de las medidas llamadas antiterroristas.

El sector de extrema derecha que no vaciló en recurrir al fraude electoral para hacerse con el poder, que prometió defender a ultranza a las grandes empresas, sobre todo energéticas, y no ha exhibido la menor dosis de ética en sus discursos y actuación, encontró en los atentados terroristas del 11 de septiembre un pretexto magnífico para acelerar su ambición de imperio, aunque para ello tuviese que pisotear normas y tradiciones.

El equipo que encabeza George W. Bush ha expresado, más que un real interés en luchar contra el terrorismo mundial, intenciones de desencadenar el terror planetario. No desea que a Estados Unidos se le respete, sino que se le tenga miedo.

Inmediatamente, como en respuesta automática que hace pensar en que el plan estaba preparado y solamente hacía falta la excusa, se desató un tsunami de patriotismo manipulado, se llenó el éter de marchas militares e himnos, se vendieron miles de banderas norteamericanas y pulóveres con imágenes y letreros, llamados a la defensa del país y todo tipo de exageraciones en ese sentido.

A ello se unió la siembra del terror en la mentalidad de los norteamericanos. El gobierno no se cansó de repetir hasta la saciedad el peligro de posibles ataques de cualquier clase, y la aparición de sobres de correos con el virus del ántrax (cultivado en laboratorios norteamericanos) contribuyó a crear un clima de pánico que hirió la psiquis de muchos ciudadanos simples, sobre todo de los que creen a pie juntillas en los titulares de la televisión y los periódicos.

El ambiente se cargaba, además, con multitud de declaraciones de Bush, John Ashcroft (titular de la Represión), Condoleeza Rice (consejera de Seguridad Nacional), siempre en el espíritu de esta frase de Donald Rumfsfeld, ministro de la Guerra: "Estamos enfrentados a terribles y poderosos enemigos".

Por supuesto, las acusaciones contra varias organizaciones y países musulmanes y un lenguaje guerrerista, de estilo hollywoodense, a lo Rambo, en el cual la amenaza y la agresividad sustituyeron a la cordura y el raciocinio, desencadenaron una crecida xenofobia.

La intención evidente fue crear alrededor de un gobierno ilegítimo la aureola de defensor de la patria, una unidad nacional antes ausente y el apoyo que permitiera asegurar los pasos emprendidos sin una oposición fuerte en el seno de la población norteamericana.

Tres días después de los macabros atentados, el reconocido filósofo Noam Chomsky diría que habían sido un golpe demoledor para los pueblos pobres y que conducirían a "duros controles de seguridad con muchas posibles ramificaciones para socavar las libertades civiles y la libertad interior del país".

Su aserto se justificó al instante. Después de los sucesos se desató una persecución atroz contra todo lo que olía a árabe. Parecía como si los errores de las numerosas agencias de inteligencia se quisieran resolver deteniendo personas y encerrándolas para investigarlas después.

Pocas veces se ha visto en la historia utilización tan extensa de los poderosísimos medios de difusión para exacerbar una ola de patriotismo. La televisión, al informar sobre los hechos, estaba presidida por carteles permanentes en las pantallas como Estados Unidos bajo ataque, América unida, La nueva guerra de Estados Unidos, Estados Unidos contraataca y otros semejantes.

Internamente, el grupo en el poder aprovechaba para ganar facultades especiales, para ampliar los poderes del Presidente y disminuir los derechos ganados por el pueblo norteamericano a lo largo de su historia.

El 14 de septiembre, el Senado autorizó al gobierno a usar la fuerza contra las naciones, organizaciones y personas que en su opinión tuvieran cualquier participación directa o indirecta en los ataques. Bush, desenfrenado, reclamó adhesión absoluta y dividió a todos en dos grupos: los que lo apoyan y los que están en contra, sin admitir explicaciones ni escuchar argumentos, maniqueísmo aplicado dentro y fuera del país.

El 24 de octubre la Cámara aprobó la Ley Antiterrorista (o Acta Patriótica, en su lenguaje manipulador) para ampliar las facultades de las fuerzas represivas y limitar las libertades civiles, de la cual The New York Times dijo que da poderes dictatoriales al Presidente.

Ante el gran fracaso de su colosal aparato de espionaje en prevenir los sucesos terribles (Bush ha tratado de justificar el desliz del FBI, la CIA y otras instancias sometidas a duras críticas), la Casa Blanca se empeñó en aumentar la red de represión mediante la formación en noviembre de ese año de la llamada Oficina de Seguridad de la Patria; una especie de superministerio que controlaría a unas 40 agencias y sería dirigido por Tom Ridge, el gobernador de Pennsylvania, un republicano "duro", amigo de las cárceles llenas con 13 veces más personas de las minorías étnicas que de blancos de origen europeo.

También estaría la idea del llamado Departamento de Seguridad Interior, que el Congreso no ha sancionado todavía y, desde el primer momento, la aprobación de decenas y decenas de miles de millones de dólares para dedicarlos a la "lucha contra el terrorismo" y a la preparación del aparato bélico, de lo cual debe dar gracias el complejo militar-industrial, sobre el que cayó y cae una lluvia de encargos gubernamentales de fáciles ganancias.

El 11 de septiembre se cumplirán los 12 meses de un año fatídico para muchos, un año durante el cual una serpiente nazi, siempre escondida en las sordideces del neoliberalismo económico e ideológico irremediablemente conducente a ambiciones de dominio global, ha cobrado fuerzas y amenaza al propio pueblo norteamericano y a todo el mundo.

10/09/2002

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