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No quiere mentir y se confunde ROGELIO RIVERÓN
Otra cosa es que, querámoslo o no, los escritores no se dan por ósmosis, y que en la consolidación de un movimiento autoral de respeto tienen voz muchos factores de diverso matiz. A nivel nacional hay diferencias comprensibles entre una región y otra, y sin embargo, la estrategia no debe estar en inamovibles consideraciones de olor a fatalismo. Lo digo porque he notado en los compiladores de Nadie quiere mentir, selección de cuentos eróticos de la editorial Ácana, en Camagüey, como una necesidad de justificar el producto que nos ofrecen, cuando lo normal sería lanzar de una vez al ruedo su propuesta, decir: he aquí lo que entendemos por literatura erótica. Pues un libro, insisto, no debiera ponerse trampas a sí mismo, y este se las pone: pretende un paseo por los cuentos premiados en diferentes ediciones del concurso de literatura erótica organizado por el Centro del Libro y la Literatura en la provincia, y esa obligación termina por acorralarlo, aun cuando se trata de un certamen nacional. En la mayoría de las piezas de Nadie quiere mentir nos topamos con un erotismo superficial, puesto que, ni la prosa, ni los argumentos provocan esa demora en el gesto, ese regodeo que, en la literatura, debe contaminar el propio discurso de sensualidad. El erotismo resulta más creíble cuando se explaya en cadencias, no obligadamente líricas, pero sí tendientes a connotar en varios sentidos a un tiempo. No tengo objeciones para la rudeza, el estupro o la tendencia sadomasoquista. Objeto apenas los textos que me parecen ganados por el malabar de lo expositivo, en perjuicio del misterio y la alegoría. En Nadie quiere mentir no se atinó con una selección rigurosa, pues ni la supuesta variedad de enfoques, ni la inclusión de más de un cuento por autor en algunos casos, nos lo hacen más disfrutable. Cuando los argumentos se regalan, la mordacidad es consabida y las frases se densifican sin sentido, no podemos, por más inclinados a ello que seamos, terminar de halagar una antología, a pesar de los cuentos atendibles de Antonio Gutiérrez, Carlos Esquivel y Reidel Gálvez. Porque una buena lectura siempre nos hace capaces de empezar de nuevo. Esta, pienso que no. |
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