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04/09/2002
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Cuatro proposiciones de Cuba en la Cumbre de Johannesburgo

Hoy faltan dos cosas: voluntad política y aceso a los recursos financieros

INTERVENCIÓN PRONUNCIADA POR EL MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES DE CUBA, FELIPE PÉREZ ROQUE, EN LA CUMBRE MUNDIAL SOBRE DESARROLLO SOSTENIBLE, JOHANNESBURGO, SUDÁFRICA

3 DE SEPTIEMBRE DEL 2002

Excelencias:

Obligaciones ineludibles dentro del país, derivadas de un colosal esfuerzo por el desarrollo social de nuestro pueblo, particularmente en las esferas de la educación, la cultura, la salud y la ciencia, que multiplique su capacidad de enfrentar el bloqueo y los efectos de la crisis económica internacional, preservar la Revolución y garantizar la independencia en medio de políticas belicosas, amenazas y riesgos, han impedido a nuestro Presidente viajar esta vez a Johannesburgo.

Foto: AHMED VELÁZQUEZDiez años atrás, el Presidente Fidel Castro señaló ideas como estas:

"Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre.

"[...] Tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo.

"[...] Las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente.

"La solución no puede ser impedir el desarrollo a los que más lo necesitan [...].

"Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y las tecnologías disponibles en el planeta, menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra.

"Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa.

"Desaparezca el hambre y no el hombre.

"Cuando las supuestas amenazas del comunismo han desaparecido y no quedan ya pretextos para guerras frías, carreras armamentistas y gastos militares, ¿qué es lo que impide dedicar de inmediato esos recursos a promover el desarrollo del Tercer Mundo y combatir la amenaza de destrucción ecológica del planeta?"

Tras diez años de nuevas locuras y más despilfarro para unos —la minoría— y más pobreza, enfermedades y muerte para otros —la inmensa mayoría—, esas palabras resuenan en esta sala sobre la conciencia de unos y otros. Sus preguntas permanecen hoy sin recibir respuesta.

Cabe hacerse, sin embargo, tres nuevas preguntas:

La primera: ¿qué resultados hemos alcanzado desde la Cumbre de Río a la fecha?

Casi ninguno. Una década más tarde las cosas no han mejorado. Al contrario.

El medio ambiente está más amenazado que nunca.

Mientras el Protocolo de Kyoto naufraga víctima de un arrogante boicot, las emisiones de dióxido de carbono, lejos de disminuir, han aumentado un 9 por ciento, y en el país más contaminador en ¡un 18 por ciento! Los mares y ríos están hoy más envenenados que en 1992; el aire está más contaminado; 15 millones de hectáreas de bosques son devastados cada año, casi cuatro veces la superficie de Suiza. Es tan insostenible el modo de vida en los países desarrollados, que son los principales depredadores, como en los demás. El Norte contamina derrochando, el Sur para no morir.

Una gran parte de la población del planeta vive en condiciones críticas.

Ochocientos quince millones de hambrientos, 1 200 millones de personas en pobreza extrema, 854 millones de adultos analfabetos y 2 400 millones de personas sin saneamiento básico, son una prueba. Cuarenta millones de enfermos o contagiados por el virus del SIDA, dos millones de muertos por tuberculosis y un millón por malaria cada año, son otra prueba. Once millones de niños menores de 5 años morirán este año por causas evitables, lo que además de una prueba adicional, es un crimen.

El mundo es más injusto y desigual que hace diez años.

Lejos de acortarse la brecha, se ha ensanchado. La diferencia de ingresos entre los países más ricos y los más pobres era de 37 veces en 1960, unas 60 cuando nos vimos en Río, y es ahora de 74 veces.

Segunda pregunta: ¿quiénes son los responsables de este estado de cosas?

El orden económico y político impuesto por los poderosos al mundo. Este es no solo profundamente injusto, sino, además, insostenible. Heredero del colonialismo y fruto del imperialismo, continúa privilegiando al pequeño número de países que se desarrolló sobre el sudor y la sangre de la inmensa mayoría de los pueblos del planeta. Sus instituciones financieras internacionales y, en especial, el Fondo Monetario Internacional, que responden a los intereses de los gobiernos de unos pocos países desarrollados, particularmente a los del más poderoso, a los de varios cientos de transnacionales y a los de un grupo de políticos cuyas campañas electorales han sido financiadas por aquellas. Para defender esos ilegítimos y minoritarios intereses se somete a la pobreza y la desesperanza a la mayoría de la población mundial.

El Fondo Monetario Internacional, institución pública nacida del reconocimiento explícito del papel de los Estados y de que el mercado no podía resolver los problemas, ha sido, paradójicamente, el instrumento principal con que se impuso el neoliberalismo en un mundo globalizado. Los países pobres —la mayoría— tuvieron que aceptar el infame Consenso de Washington. Los ricos y desarrollados —la minoría— han podido darse el lujo de no cumplirlo; no han abierto sus economías y no han eliminado los subsidios.

Los países subdesarrollados, víctimas principales de esta nueva década perdida, no hemos podido luchar unidos para defender nuestros derechos, no hemos sabido ser aliados de los millones de trabajadores, organizaciones no gubernamentales y de los intelectuales que en los países desarrollados claman también por un cambio profundo.

Tercera pregunta: ¿qué debemos hacer?

Hoy faltan dos cosas: voluntad política y acceso a los recursos financieros.

Asumiendo hipotéticamente que la voluntad política brote, como resultado de esta Cumbre y de la noción de que el tiempo se acaba y de que si este nuevo Titanic se hunde pereceremos todos, entonces la cuestión estriba en garantizar los recursos que permitan a nuestros países obtener financiamiento fresco, estable y sobre bases concesionales y no condicionales.

          Cuba propone obtenerlo de:

  • Implantar un impuesto para el desarrollo de apenas un 0,1 por ciento a las transacciones financieras internacionales. Ello generaría recursos por casi 400 mil millones de dólares anuales, que bien administrados por la ONU y su sistema de instituciones podrían cambiar la actual situación.

  • Condonar de inmediato la deuda externa de los países subdesarrollados, cuyo monto total han pagado ya más de una vez. Ello evitaría a nuestros países dedicar por concepto de pago del servicio de la deuda no menos de 330 mil millones de dólares anuales, la cuarta parte de nuestros ingresos por exportaciones de bienes y servicios.

  • Acordar, como un paso inmediato, que el 50 por ciento de lo que hoy se dedica a gastos militares sea integrado en un fondo a disposición de la ONU para el desarrollo sostenible. Ello significaría de inmediato casi 400 mil millones de dólares, la mitad de ellos aportados por un solo país, el más poderoso y rico, y también el más responsable de la depredación del medio ambiente.

  • Garantizar el inmediato cumplimiento por parte de los países desarrollados de su compromiso de dedicar el 0,7 por ciento de su Producto Nacional Bruto como ayuda oficial al desarrollo. Ello elevaría su contribución de 53 mil millones de dólares en el año 2000 a casi 170 mil millones en el 2003.

Estas son solo algunas ideas. Si a ellas sumamos el establecimiento de una nueva arquitectura financiera internacional, incluida la demolición del actual FMI y su sustitución por una institución pública internacional que responda a los intereses de todos, el desarrollo de un sistema comercial justo y equitativo que garantice el trato especial y diferenciado a los países subdesarrollados, y el fortalecimiento del multilateralismo y del papel de la Organización de Naciones Unidas basado en el respeto irrestricto a su Carta, podríamos entonces decir que ha valido la pena esta Cumbre.

Muchas gracias

04/09/2002

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