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El Zoo posible ALEXIS ROJAS HOLGUÍN.— Es probable que el momento no sea el mejor. También que la reflexión tenga sabor a pedido, y ya se sabe por dónde eso pasa en términos financieros. No obstante, asumo el riesgo de correr la idea, que quizás alguien anote para bien.
Holguín, es casi absolutamente carencial en instalaciones de este tipo, mientras posee un enorme potencial en flora y fauna, incluido un endemismo de asombro. Ni tiene perspectiva alguna, a ojos vista, si se sigue pensando en leones, jirafas, elefante, osos, pardos y... Justo en esta riqueza local, en el conocimiento de las realidades dispersas que guardan los añosos pinares de Nipe, los bosques semihúmedos o los ecosistemas costeros, en la exuberancia verde, en las venas hídricas de su geografía está la posibilidad de una realidad diferente. La sumatoria de la amplísima biodiversidad del territorio, convenientemente aprovechada en proyectos como el parque Cristóbal Colón, pudiera dar lugar al surgimiento del primer zoológico totalmente cubano, sin intrusismos de ninguna clase, y de una extraordinaria utilidad con fines educativos y de promoción de una cultura protectora del medio natural. Y probablemente tenga un especial interés para quienes visiten a Holguín y no conozcan que este territorio es un dechado de aves exóticas, incluidas canoras y rapaces, y un muestrario único de reptiles, entre ellos, el famoso lagarto Coronel que habita en formaciones rocosas calizas. Es amplia la cantidad y diversidad de insectos, donde el Papilius Arkinsis predomina en las mariposas, y también de peces y langostinos virtualmente desconocidos que pueblan ríos y arroyos; quizás hasta instalar confortablemente una pareja de Solenodon Cubanus o almiquíes, que todavía corretean los campos del Este montañoso, vinculados con infinitas asociaciones que pasen inexorablemente por la tremenda diversidad de plantas alimenticias y otros eslabones de la cadena que aseguren en buena medida los sustentos. Gran aula magna a cielo abierto, sustentable, tendría que estar techada por las ramas de todas las frutas del bosque y la campiña, y por las preciosas maderas que la natura regaló a Cuba. Y esto, modestamente, asociado a espacios expositivos, donde fotografías, videos, láminas y otros recursos complementen lo que físicamente no sea aconsejable, irrealizable o muy costoso. No será empeño de días, a lo mejor de años. Pero alcanzable. Todos los zoológicos gustan. No estoy en contra de que los niños conozcan al tigre siberiano o al oso polar, más bien siento felicidad, pero deseo que por igual identifiquen al Majá de Santamaría, a la Gallinuela de Santo Tomás, al Acutus, al Guajacón, la Chinchila, el Sinsonte y la Biajaca; aprendan a respetar su espacio en el entramado biodiverso y a amarlo. De paso se inunden de olores y sabores de frutas y otras plantas únicas, difíciles de apreciar en espacios geográficos relativamente breves, como el de un zoológico. Algo posible. Y entonces, como un resultado inevitable, habrá por parte de niños y adultos un mayor respeto a nuestro entorno natural. Esto también contribuye a enraizar el patriotismo y forma parte de la cultura integral que la Revolución fomenta en esta gran Batalla de Ideas. |
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