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![]() Finlay, la verdad histórica venció a la mezquindad Este 14 de agosto es obligado recordar al doctor nacido en Camagüey, quien un día como ese del año 1881 expuso ante la Academia de Ciencias de La Habana, luego de 24 años de estudios e investigaciones, su teoría de que el mosquito Aedes aegypti era el agente trasmisor de la fiebre amarilla Teresa Díaz Paulino Cuba le ganó recientemente una nueva batalla al mosquito Aedes aegypti, con una efectiva campaña antivectorial, que también resultó otra estocada para quienes quisieron arrebatarle a la Isla el mérito de uno de los descubrimientos científicos más grandes del universo. El Gobierno y Estado cubanos, ante la inminente propagación del insecto en los meses iniciales del presente año, hicieron valer las tesis y orientaciones higiénico-sanitarias defendidas por el prestigioso científico cubano Carlos Juan Finlay desde el siglo XIX y que hoy siguen siendo clave de referencia para el Ministerio de Salud Pública de la Mayor Antilla. Este 14 de agosto es obligado recordar al doctor nacido en Camagüey, quien un día como ese del año 1881 expuso ante la Academia de Ciencias de La Habana, luego de 24 años de estudios e investigaciones, su teoría de que el mosquito Aedes aegypti era el agente trasmisor de la fiebre amarilla. Ya el 18 de febrero de ese mismo año, ante la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington, el médico cubano había dado a conocer su análisis sobre la trasmisión de la enfermedad por un agente intermediario. SE ABRE LA POLEMICA En 1898 cuando la intervención norteamericana escamoteó a los mambises el triunfo de las armas independentistas, el gobierno del Norte se interesó por sanear la Isla, atacada por la fiebre amarilla, y envió a La Habana una comisión médica presidida por el comandante Walter Reed, quien investigaría sobre la enfermedad. Luego de intensos esfuerzos sin resultado alguno, el doctor Finlay, generosamente, les dio larvas del mosquito para que verificaran su tesis anunciada en escenarios nacionales e internacionales. Los galenos estadounidenses aplicaron entonces su teoría y comprendieron la exactitud de lo planteado. Es entonces cuando el imperialismo yanki, con su aval de robo, saqueo y pillaje, no acepta que un científico caribeño desconocido y humilde tuviera la gloria mundial del descubrimiento y sin ningún escrúpulo, adjudican a Walter Reed el notabilísimo aporte. REACCION MUNDIAL CONTRA EL USURPADOR Las medidas sanitarias propuestas por Finlay hicieron posible la erradicación del terrible "vómito negro", no solo en Cuba sino universalmente. Para refutar a los norteamericanos se unieron las voces de eminentes médicos cubanos de su tiempo, entre ellos los doctores Juan Guiteras, Díaz Albertini, Domínguez Roldán, Jorge Le Roy, Barnet, Núñez y el español Claudio Delgado, quien durante años colaboró con aquel en la comprobación de sus tesis. La patraña fue bien conocida en Francia y el país decide en 1911 otorgar a Carlos J. Finlay la orden oficial de la Legión de Honor; tampoco los ingleses reconocieron a Reed y dieron al sabio cubano la medalla Mary Kinsley, concedida en el mundo sólo a los científicos Mauson, Ross y al genial Koch, descubridor del bacilo de la tuberculosis. El XIV Congreso Internacional de Historia de la Medicina, con sede en Roma, en 1954, ratificó solo al cubano como el descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla y la aplicación de su doctrina en el saneamiento del trópico. Dos años después, esta misma cita realizada en Madrid y Alcalá, en España, acordó la realización de una campaña intensa para que los libros de texto, diccionarios enciclopédicos o medios de divulgación no atribuyan a otras personas la gloria que por derecho propio pertenecía a Finlay. El 25 de mayo de 1981 la UNESCO instituyó por primera vez el Premio Internacional Carlos J. Finlay para reconocer avances en Microbiología y anteriormente incluyó al sabio en su Revista, como uno de los seis microbiólogos más destacados de la historia mundial. Después de las irrefutables pruebas que
avalan al científico camagüeyano como autor del descubrimiento capaz de
apartar a la humanidad de la devastadora epidemia de la fiebre amarilla,
¿qué queda para la vergonzosa acción de plagio esgrimida por el
gobierno norteamericano? Pues solo eso, la espina de tener que aceptar una
verdad histórica venida de la Isla pequeña que siempre se ha hecho
gigante sobre la base de su moral y su razón.
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