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![]() Crónica de un espectador Inteligencia artificial ROLANDO PÉREZ BETANCOURT Asumida como un cuento de hadas, Inteligencia artificial, el último filme de Steven Spielberg, lleva en el género de su realización la soga de su pescuezo.
Era difícil que una película sobre un niño robot que quiere convertirse en humano y amar, pero que al final del cuento está lejos de resultar un producto enfervorizante, pudiera convertirse en un éxito de taquilla. Esta cinta no tiene ningún vínculo con las del género que se fabrican en Hollywood como si fueran caramelos y de hecho, ha sido la peor recibida de las realizadas por Spielberg. I.A. es de esas películas que van de la pulsación artística más elevada al traspiés en la sala de concierto. Con un inicio estimulante y un desarrollo argumental que logra una aceptada combinación de ciencia y humanidad, el maestro Spielberg pierde, sin embargo, esa magia concerniente al equilibrio de sus climas y he aquí que justo a la mitad del relato parece que todo ha sido dicho. Lo que vendrá después es un alargamiento encaminado a cuajar cuadros poéticos que se tornan redundantes y más lacrimosos aún que esa lágrima sostenida a lo largo de las dos horas del metraje. Esto, no obstante la eficiente visualidad recreada por el director de fotografía Janusz Kaminski, el mismo de La lista de Schindler, a lo que hay que añadirle una utilización de los efectos especiales de primera magnitud, no solo como espectáculo de "lo increíble", sino en función de redondear momentos de honda sensibilidad por desdicha empañados después debido al apego a ese lagrimón, del que el realizador no acierta a distanciarse. El espectador siente que está viendo una película en la que "lo bello" y sentimental se ponen en función de redondear la dureza de un concepto pesimista, no solo por el estado de catástrofe natural en que vive ese mundo moderno (Nueva York y otras ciudades sumergidas), sino también por la visión lóbrega que se le da a la convivencia humana. Baste en tal sentido recordar al robot gigoló y las facultades que se le atribuyen para resultar más complaciente en la práctica del sexo que el mejor de los mortales. ¿Qué le sucedió a Spielberg en la realización de este, su filme más acerbo y desconsolador en cuanto al futuro de la raza humana, una película donde no resulta difícil encontrar referencias y hermandades con hechos y personajes de sus anteriores entregas, como Encuentro cercano, o E.T., Peter Pan y El imperio del sol, estas tres últimas aportando tanto a la personalidad de David, el niño robot que quiere ser humano? La respuesta pudiera encontrarse en el legado de Stanley Kubrick. Se sabe que el gran director de 2001, una odisea del espacio (algunas de cuyas atmósferas recrea Spielberg en I.A. a manera de homenaje) quería realizar esta versión moderna de Pinocho en la década del setenta, pero aún no se contaban con los efectos especiales que él necesitaba para emprender el proyecto. Al ver La guerra de las galaxias, Kubrick perdió el interés, pero al llegar Parque Jurásico se dio cuenta que allí estaban los manejos técnicos que él requería. En 1999 Kubrick muere repentinamente y el proyecto va a parar a manos de Spielberg, quien a partir de 80 páginas escritas por su gran amigo y del story board ya creado emprende el proyecto bajo esta declaración: "Intento traer a la pantalla todo lo que pueda de su visión, así como elementos de mi cosecha". Aunque Inteligencia artificial no es una película despreciable ni mucho menos, en este caso parece ser que el talento aunado de los dos directores resultó demasiado para fundir esa mirada única que necesitan los grandes proyectos que aspiran a convertirse en trascendentes. Cabe pensar también que Spielberg, no queriéndose quedar por detrás de la alturas intelectuales alcanzadas por el clásico 2001, una odisea del espacio, trató de volar por dominios cerebrales demasiados distantes de sus espacios habituales. Por lo pronto, se especula de una segunda parte a partir de una continuación escrita el pasado año por Brian Aldiss, exitoso narrador de ciencia ficción que en 1969 le diera vida al relato del niño robot que tanto entusiasmara a Kubrick. Spielberg volvería. Sin compromisos con Kubrick, por supuesto, pero con la bandera de este todavía demasiado alta. |
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