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![]() Sancti Spíritus Los hombres del sur también se desbordan Tras las inundaciones de junio pasado, las comunidades ubicadas Zaza abajo, con la mano solidaria de los vecinos y el apoyo material del país, poco a poco van borrando las huellas del diluvio Juan Antonio Borrego LA SIERPE, Sancti Spíritus.— El lodo resbaloso había penetrado hasta por la más insignificante hendija; plantones de caña arrancados de raíz permanecían dentro de las casas vulneradas por la crecida; más de un cerdo muerto aparecía atrapado entre el cerramiento y el techo como testificando la altura de las aguas; la balsa de más de 100 toneladas de peso, que facilita el cruce del Zaza próximo a su desembocadura, había sido arrastrada hasta un estero cuatro kilómetros más abajo, a pesar de las medidas de los barqueros...
Pudiera pensarse en el guión de cualquier película de terror, pero era, sencilla y llanamente, la realidad que encontraron a su regreso hace apenas un mes muchos de los 10 000 evacuados que viven en comunidades cercanas al río Zaza, aguas abajo de la presa de igual nombre. Todavía los ancianos de la comarca , en un alarde de memoria histórica, discuten sobre las dimensiones del fenómeno: "Esta fue grande, pero no como la del 48", dice Eduardo Quintana. Cheo Valdés, en cambio, está seguro que como aquel temporal del 52 "no ha ocurrido más ninguno en Natividad" y Yeyo Castillo reconoce que "ahora el agua llegó hasta donde nunca antes lo había hecho". Pero resulta que los hombres del sur también se desbordaron y lo mismo en Natividad que en Mapos, Cantarrana, Pueblo Nuevo, Aguachile, Tunas, Médano o en decenas de caseríos más; el empuje de sus hijos, la mano solidaria de los coterráneos y el apoyo material de la provincia y del país han cerrado filas para borrar las huellas de la crecida.
Algunos viales destrozados por la fuerza de las aguas ya han sido mejorados, técnicos de la Empresa Provincial de Servicios laboran en la salvación de los equipos electrodomésticos que lo permiten, la cuota alimentaria se repuso, fue asignado un suplemento de renglones agrícolas, y el apoyo de las principales entidades empleadoras de la región no ha cesado. La gente de San Carlos asumió como de ellos la limpieza de Pueblo Nuevo; los habitantes del lejano Yaguajay, acostumbrados tiempos atrás al desbordamiento de su río, enviaron donativos y el nivel central ha ido reponiendo en varias comunidades los colchones más dañados. Los poblados han recobrado poco a poco su higiene; salud pública, y especialmente los médicos de la familia impiden el brote de epidemias con medidas operativas, las fumigaciones mantienen a raya la proliferación de vectores, las casas se benefician con pintura y el personal de Asistencia Social está al tanto de los más necesitados. Y ahora que paulatinamente la zona ha ido reeditando los ruidos de su habitual ajetreo, y apenas es recuerdo aquel último camión de evacuados que sorteaba el tramo interminable con la guía de un tractor porque el mar de agua dulce borraba los límites de la carretera en Natividad, Yeyo Castillo no olvida: "Antes no había evacuación, a los pocos que sacaron en uno de aquellos temporales de mediados del siglo pasado, los llevaron para Sancti Spíritus y allí los dejaron a su suerte. Nosotros aquí éramos dichosos porque pasábamos las inundaciones en el tacho o en otra parte del central, con una lona en el piso para dormir y la comida que podíamos traer de la casa", recuerda. |
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