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Misión médica en Venezuela Norma y su querida nana Texto y foto: IFRAÍN SACERIO GUARDADO "Mami: Este poema lo hice ayer, después de llegar de la escuela. Es para ti, que estás lejos. Yo siempre te tengo al lado mío. Dice así: Una muchachita se perdió entre la multitud de la calle. Corría, lloraba y buscaba a su madre. La gente le preguntó: ¿Quién es tu mamá? La niña respondió entre lágrimas: ¡Eh, ustedes no lo saben! ¡Mi mamá es Norma, la mejor de todas!
La villaclareña Norma Quesada Peña me lee con orgullo las misivas de su única hija y, al hacerlo, no puede dejar de hablar de la Nana, como ella llama a la pequeña de 10 años, que cursa el quinto grado en Encrucijada, su pueblo natal. Dialogo con ella en un ambulatorio de Macuto, parroquia de Vargas, el estado venezolano que padeció el desastre natural hace dos años y medio, donde hoy más de 40 galenos cubanos atienden a una población sumamente necesitada. "La Nana es mi gran apoyo, como siempre lo ha sido. Es una niña en extremo cariñosa, hasta el punto de que allá en nuestra casa se pone a jugar en el patio y cuando entra siempre viene corriendo a abrazarme y besarme. Cada línea en sus cartas es una frase de aliento." Norma comenzó su misión en Venezuela el 19 de diciembre del 2001. Hasta febrero trabajó en el Centro Integral de Salud del propio poblado, que aquí le nombran parroquia. En ese tiempo aplicó la medicina alternativa, consistente en la acupuntura, digitopuntura, moxibustión y masajes. "De los 69 que venimos me escogieron a mí para suplir a un cubano que estaba de vacaciones en Cuba. Cada día atendía hasta 50 pacientes y las principales patologías eran ortopédicas, neurológicas y personas estresadas. A veces terminaba a las siete de la noche, pues venían personas hasta de otros estados." La encrucijadense confiesa que fue su período más intenso, pues la afluencia de enfermos rebasaba los límites normales para una consulta, que por demás es gratis, mientras que cualquier especialista venezolano cobra, como mínimo, 50 mil bolívares por caso, equivalentes a unos 50 dólares. Hoy Norma asiste a cerca de 3 200 vecinos pertenecientes al ambulatorio de la zona de El Cojo, muchos de los cuales residen en lo alto de los cerros, en condiciones de total hacinamiento y promiscuidad, donde el parasitismo, la hipertensión arterial, el asma bronquial y la desnutrición están en el orden del día de cada jornada. "Pero el principal problema allí es la falta de higiene en las viviendas, pues no existe sistema de albañales", refiere. Todas las mañanas trabaja en el ambulatorio. Por las tardes realiza acciones de terreno con la ayuda de un enfermero y varios promotores de salud, activistas sanitarios que fueron capacitados por los cubanos. De su experiencia en la aplicación de la medicina alternativa en el Centro Integral recuerda muchas anécdotas: No puede olvidar a Teresa, la mujer del herpes zóster (culebrilla) que ninguna medicina se lo curaba y, con tremendo miedo e incredulidad, consintió en ponerse las agujas y a la tercera sesión curó totalmente; o Pedro Fernández, con una hemiplejia derecha residual, que fue a la consulta apoyado en un bastón y a los pocos días, con masajes y agujas, llegó caminando por sus pies; o la señora que vino de Caracas con una úlcera gástrica aguda, y fue curada sin ingerir ningún medicamento... Norma me cuenta mucho más y, entre frase y frase, habla de su hija que a ella le parece tenerla al lado, aunque está en Encrucijada al cuidado de su abuela Lidia. Relee las cartas que la pequeña le escribe. Me enseña otra, donde Yilian expresa: "Mami: te extraño mucho y quisiera tenerte cerca. Pero tu Nana entiende que tienes que estar allá cumpliendo con tu deber... " |
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