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![]() ¿Otro Escambray? La vida en las montañas se ha transformado para bien, gracias, en buena medida, al renovador Plan Turquino-Manatí RAMÓN BARRERAS FERRÁN EL NICHO, Cienfuegos.— Este sitio del Escambray cienfueguero tiene el nombre bien puesto. Es un hueco entre montañas. En medio de una geografía agreste está una fértil depresión del terreno en la que se asentaron desde época muy temprana algunos pobladores. No por intrincado, el lugar deja de tener historia. Aquí se luchó contra los bandidos y también estuvo Camilo. Algunos, los más viejos, recuerdan cuando el Comandante con su sombrero alón llegó y saludó a todos y dijo palabras muy estimulantes sobre el futuro de la Revolución y la posibilidad de que pronto tuvieran un médico para no verse necesitados de bajar siempre al llano, "a lomo de bestia", por aquellos trillos casi intransitables.
Ese futuro llegó hace tiempo. Hoy El Nicho —esa amplia hondonada en medio de la serranía— tiene un excelente consultorio médico, con especialista en Medicina General Integral y enfermero, escuela secundaria, cooperativa campesina, unidad productora de café, servicio eléctrico, centro turístico... Se vive allí como en cualquier otro lugar del país. El doctor José Alberto Iglesias, el médico de El Nicho, dice que está en el lugar que le gusta, haciendo lo que le gusta. Y lo puede afirmar con toda propiedad, pues hace trece años que dejó las calles de su natal Cumanayagua, enrumbó hacia la loma y allí se quedó. "Yo soy un campesino hecho médico y aquí es donde me siento bien", me dijo. Habló con regocijo de los dos valiosos ceros mantenidos en la mortalidad infantil y la materna, de la disminución de los casos de niños con bajo peso al nacer, de la atención preferente a los ancianos, los menores y las embarazadas, del establecimiento pronto del servicio de análisis en el consultorio a partir de dos microscopios recibidos, lo cual evitará que los pacientes tengan que ir al hospital de Crucecitas u otros centros... Pero la obra mayor, la más representativa de la vinculación estrecha del sistema de salud con la población, está en que en este punto del macizo Guamuhaya logran una donación de sangre cada 1,7 habitantes.
"Eso no se alcanza con poner un cartel a la entrada del consultorio —refirió el doctor Iglesias—, es el resultado de la explicación y el diálogo con cada persona, al menos una semana antes de argumentar bien sobre la importancia real de ese gesto tan humano." El Nicho es solo un ejemplo de lo mucho que en materia de salud se ha hecho y se hace todos los días en el Escambray cienfueguero, en los mismos sitios donde antes del triunfo revolucionario no se conocía con exac-titud cuántos niños y madres fallecían en el momento del parto o poco después. LOMA ABAJO Bajar la famosa Loma de la Ventana impresiona, aunque se haya hecho cien veces. En San Blas, en el asiento mismo de esa montaña, funciona desde 1962 un hospital rural con 16 camas, en el que reciben la atención requerida todos los que viven en lo que pudiera llamarse la zona sur del Escambray, algo más de 4 000 personas. El centro, para beneplácito de los que trabajan en él o viven en los alrededores, ha sido escenario principal de no pocos documentales y novelas que reflejan, principalmente, la obra revolucionaria en las lomas. El doctor Carlos Castro, director municipal de Salud en Cumanayagua, explica que la parte montañosa del territorio cienfueguero tiene 20 consultorios del médico de la familia, dos hogares maternos, igual cantidad de hospitales rurales y cinco farmacias. La expectativa de vida es de 74,6 años. Datos acopiados apuntan que antes del Enero victorioso la mortalidad infantil superaba los 65 por cada 1 000 nacidos vivos. Ahora el cero en las dos tasas —infantil y materna— desde hace nueve y catorce años, respectivamente, es un éxito indiscutible. Es ese futuro claro, de elevado alcance social, del que habló Camilo temprano en El Nicho. EN MAYARÍ Este es otro Mayarí, no el de la canción de Compay Segundo. Está en medio del Escambray. Allí funciona desde el curso escolar 1992-1993 el Complejo Educacional Armando Mestre, el que cuenta ahora con tres enseñanzas: secundaria básica, técnica y preuniversitaria. En él están matriculados 263 alumnos y laboran 48 profesores y dos bibliotecarias. Desde el establecimiento de los nuevos programas en la Educación, se han notado cambios en la calidad del proceso docente-educativo de esa escuela. Hace cuatro años tenían allí un solo televisor. Ahora hay diez y un equipo de video. El laboratorio de computación cuenta con diez máquinas. Carlos Manzano, director del Complejo, prefirió hablar de los resultados iniciales, los que califica de alentadores. "Los profesores vinculan esos programas a las clases, y ahí radica la importancia mayor. Hemos comprobado que el aprendizaje de la computación ha contribuido a mejorar la ortografía y a crear habilidades en la utilización de las máquinas con fines instructivos. También ahora los docentes tienen que dominar mejor las materias respectivas para poder orientar adecuadamente. Apreciamos, además, que los alumnos han mejorado su expresión oral y elevado la cultura política". ¿DIFERENTE? Estos ejemplos, tomados entre muchos que aparecen en la agenda después de una amplia jornada de recorrido, demuestran que el Escambray es el mismo y es otro. El mismo desde el punto de vista geográfico y por su extraordinario valor histórico, y otro, porque la vida ha cambiado —y cambia constantemente— para bien, gracias, en buena medida, a la influencia de un programa renovador: el Plan Turquino-Manatí. |
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