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Jatibonico después de la pesadilla Juan Antonio Borrego JATIBONICO, Sancti Spíritus.— Pijirigua, el perro sato de la esquina, sintió el olor de sus dueños a 200 metros de distancia y se lanzó a toda carrera para recibirlos tras seis días de ausencia. Primero llegaron los de Barquero, después los de El Chorizo y Melones. Más tarde vinieron los de Arroyo Blanco, La Angelina, Cristales, Trilladera. Y Jatibonico comenzó a llenarse desde bien temprano.
En la Carretera Central, unos abrazan a los policías que todavía cuidaban el pueblo, algunos sueltan los sentimientos y también las lágrimas y otros narran las peripecias de un consejillo en casa de José Ledo para organizar a 75 evacuados. —Canelo, hijo, pero si te salvaste, eres el perro más guapo de Cuba, decía alguien. —Jatibonico seguía llenándose y los pobladores apenas abrían las puertas de su casa y volvían otra vez a la calle para no perderse su propio espectáculo: un Fiat que no puede con toda la carga que trae, el pito del tren que había salido hace una semana repleto de preocupaciones y ahora regresaba lleno de sonrisas, la caravana desde Ciego de Ávila que trae a miles, o el cuento de aquel que para no hacer la cola iba a bañarse hasta el platanal cercano. Zoila dice que en el sal pa' fuera de la madrugada cargó con las cosas que no necesitaba y olvidó las que más falta le hacían, y Camilo no hace más que hablar de Nelson, el almacenero de Melones, siempre a la escucha por si algún niño lloraba para alcanzarle la leche. El que se queje es un malagradecido, dice Nancy González, porque "señores, había que buscar hambre para gastar la comida". Juan Carlos ya se probó el pulóver que le dieron para el acto del domingo y Tania, una torcedora del pueblo, vuelve a mirar las torres manchadas del Uruguay como pensando que quizás ellas serían las únicas en quedar por encima de las aguas si la presa Lebrije se iba. "Pero yo siempre tuve confianza —dice— porque esta presa la hicieron los hombres de la Máximo Gómez y esa gente no falla." —¿Y entonces por qué te evacuaste?, le pregunto. —Bueno, pa' por si acaso, responde con picardía. |
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