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22/05/2002
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Cine

Martí cinematográfico

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

En un anterior trabajo acerca de la necesidad de llevar una biografía de Martí al cine se hacía referencia al estilo cortante, cinematográfico, que se detectaba en esas magistrales páginas del Diario de Campaña del Maestro llevado desde Cabo Haitiano a Dos Ríos.

Por supuesto que él no alcanzó a ver la magia del cinematógrafo, aunque como buen lector que era tuvo referencias de experimentos anteriores realizados tanto en Europa como en los Estados Unidos tratando de "encajonar" la imagen en movimiento. Entre ellos, aquel Kinetógrafo dado a conocer por Edison en 1890 y que luego algunos historiadores manipuladores de nacionalismos trataron de esgrimir para escamotearles el mérito a los hermanos Lumiére.

Aquellos inventos, sin embargo, no eran el cine.

Se recordará también que las primeras imágenes de los Lumiére eran de corte documental y que luego, durante los intentos iniciales por llevar la ficción al celuloide, lo que se hacía era retratar puro teatro recurriendo invariablemente a enfoques frontales.

Transcurrirían unos cuantos años antes de que el lenguaje del cine alcanzara su edad adulta, apoyado en una sintaxis que en algunos de sus componentes había bebido de las fuentes de la literatura. 

Propongo al lector analizar estas anotaciones de Martí referentes al Consejo de Guerra formado en la manigua en los primeros días de mayo de 1895 para juzgar al bandido Masabó. Y mientras se lee, tratar de representar el movimiento de una cámara retratando las secas descripciones literarias, que en medio del clima emotivo del juicio, mueve el foco hacia un plano en apariencia frío, ajeno al drama que se vive (un hombre pelando una caña), pero que inserto en el conjunto visual cobra una fuerza estremecedora. 

Se va Bryson. Poco después, el consejo de guerra de Masabó. Violó y robó. Rafael preside y Mariano acusa. Masabó, sombrío, niega: rostro brutal. Su defensor invoca nuestra llegada, y pide merced. A muerte. Cuando leían la sentencia, al fondo del gentío, un hombre pela una caña. Gómez arenga: "Este hombre no es nuestro compañero: es un vil gusano". Masabó, que no se ha sentado, alza los ojos hacia él. Las fuerzas, en gran silencio, oyen y aplauden: "¡Qué viva!" Y mientras ordenan la marcha, en pie queda Masabó, sin que se le caigan los ojos, ni en la caja del cuerpo se vea miedo: los pantalones, anchos y ligeros, le vuelan sin cesar, como a un viento rápido. Al fin van, la caballería, el reo, la fuerza entera, a un bajo cercano; al sol. Grave momento, el de la fuerza callada, apiñada. Suenan los tiros, y otro más, y otro de remate. Masabó ha muerto valiente. ¿Cómo me pongo Coronel? ¿De frente o de espalda? "De frente". En la pelea era bravo.

Cierto que Martí no vivió lo suficiente para ver el cine, pero quién duda que lo acabado de leer es un guión cinematográfico no solo de primera, sino tan actual y ejecutable como el día en curso.

22/05/2002

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