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22/05/2002
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Ernán López Nussa, Gran Premio Cubadisco 2002

La vida en un piano

PEDRO DE LA HOZ

Foto: ALDO MEDEROS La vida de Ernán López Nussa cabe en un piano. Allí, en el teclado, halla su respiración. Todos los días, salvo contadísimas excepciones, dialoga con el instrumento. Toda la música que imagina, parte y regresa al teclado como núcleo irradiante de su personalidad creadora. 

Haber recibido anoche, en el teatro Amadeo Roldán, el Gran Premio Cubadisco 2002, luego de sumar los máximos galardones en las categorías de Jazz Latino y Producción por el álbum From Havana to Río, fue asumido por el pianista y compositor habanero como estímulo y desafío a la vez: por una parte, la satisfacción con una realización que lo refleja artísticamente de cuerpo entero; por otra, el aguijonazo que lo incita a descubrir nuevas estancias en la espiral del jazz cubano. 

Lo que hubo antes, durante y después del disco, grabado inicialmente para el sello brasileño Velas y luego licenciado por la compañía cubana Bis Music, de ARTEX, movió este diálogo en casa del artista, del cual fue testigo su compañera y musa, la poetisa y actriz Wendy Guerra Torres. 

—¿Crees que este sea tu mejor disco?

—Siempre me suceden tres momentos. Al terminarlo, tengo la certeza de que todo salió bien, más en este, que se grabó durante una semana muy inspirada en Río de Janeiro. Más tarde tomo distancia cuando lo escucho, entonces comienzo a dudar. Pero al final me reconcilio con el resultado. From Havana to Río es un disco que siempre quise hacer y lo hice en el momento preciso y con los músicos que debía. 

—¿Por qué esa preferencia tuya de privilegiar, junto al piano, la percusión?

—Tiene que ver con mi manera de sentir el jazz. Toda mi música cuenta una historia, en el sentido de que sigue determinadas líneas de desarrollo, y los percusionistas de talento con los que he trabajado, la entienden a la perfección. Por eso han estado conmigo Tata Güines, Pancho Terry y Emilio del Monte junior, como antes Inor Sotolongo y en estos días Changuito. Estuvo a punto de entrar en el disco Naná Vasconcelos, que es uno de los mejores percusionistas de que se tengan noticias, mas no pudo ser. De todas maneras, estoy muy satisfecho con los aportes de los percusionistas brasileños que entraron en mi proyecto.

—¿Y qué hay con los instrumentos melódicos en tu música?

—Por mis características es difícil encontrar gente con la que haga equipo. Yo trato de saltar las jerarquías establecidas entre melodía, armonía y ritmo, para mí son líneas que se funden y enriquecen unas y otras. Eso no quiere decir que haya dejado de trabajar con intérpretes de instrumentos de viento que complementan mis ideas, como el trompetista Alexander Brown y el saxofonista Yosvani Terry. 

—En el piano, ¿aprecias la velocidad o los aires más lentos?

—Depende de la cantidad de música que cada quien lleve por dentro. Sucede que muchos, pianistas y público, confunden velocidad con maestría. La gran excepción es Chucho Valdés, que cuando es veloz hace música como nadie puede imaginar. Es un genio. En mi caso, a medida que pasa el tiempo, prefiero la tranquilidad, que no quiere decir lentitud.

—Retrospectivamente, ¿cómo te miras como pianista?

—Creo en el estudio diario y en la mayor apertura de espíritu. Mi formación es clásica. Ahí está la base de la técnica. Y en la disciplina también. Mi madre me obligó a estudiar y hasta cuando ya estaba en el ISA y venían mis amigos a distraerme, ponía mala cara. Pero también he dicho que la música popular entró por la ventana de mi casa. Hay que estar atento a todo. Con Afrocuba y Cuarto Espacio fui saltando etapas. Con Silvio aprendí y aprendo muchísimo. 

—Y con un padre pintor, ¿no te ha dado nunca por dibujar siquiera?

—(Risas) Jamás. No sabría hacerlo. Prefiero regalar mi música a los pintores.

22/05/2002

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