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21/05/2002
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Recordar a Emilio Roig

KATIUSKA BLANCO

Hoy he recordado enfática y entrañablemente al viejo maestro Emilio Roig de Leuchsenring, quien legó a los cubanos para siempre dos textos de resonancias inabarcables y vigencia rotunda. Uno de ellos titulado Tradición antimperialista de nuestra historia, publicado por primera vez en el Cuaderno de Historia Habanera No. 75, de la Oficina del Historiador de la Ciudad, en 1962, y donde reconoce en el antimperialismo el postulado esencial, "imprescindible para la realización de la justicia social tanto como para el logro de la verdadera independencia, como doctrina básica de la Revolución". 

En su trabajo, Emilio Roig devela las raíces de ese sentimiento inobjetablemente profundo en el pueblo cubano, que no ha dejado un solo momento de ser víctima del imperialismo y al que se ha pretendido arrebatarle, "no solamente todos los bienes materiales, base del progreso, sino hasta el sentimiento de su propia dignidad, la fe en sí mismo, resorte de todo mejoramiento, al fingirle que no había sido capaz de conquistar por sí solo su propia libertad". 

Reivindicaba para ese sentimiento con sólidos e irrefutables argumentos a los padres pensadores de la nación cubana, a Félix Varela, José Martí , Antonio Maceo, Calixto García, Máximo Gómez, Juan Gualberto Gómez, Manuel Sanguily y Enrique José Varona, y definía así a la Isla de los asombros: "Y si Cuba está viviendo a plenitud en su estatura heroica, si los ojos del mundo entero están fijos en ella con admirada sorpresa es porque, pequeña y aparentemente atada por supuestas fatalidades geográficas e históricas al más poderoso de todos los imperialismos que hasta ahora se han alzado para sojuzgar a los pueblos, ha levantado la bandera antimperialista, y cada día de su existir es un desafío antimperialista, y, entre todas las naciones, ocupa hoy la vanguardia en la lucha antimperialista". 

El otro documento es aquel que él llama un puñado de hojas y se titula en reveladoras, trascendentes palabras: Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos. En sus páginas sostiene que por su propio esfuerzo, conquistó el pueblo cubano su independencia, afirma que el estado norteamericano fue siempre enemigo de la independencia de Cuba, y obstaculizó o anuló los trabajos de los patriotas cubanos tendientes a lograr el envío a la Isla de expediciones con material de guerra y medicinas, y se opuso contumazmente al reconocimiento de la beligerancia, ofreciendo en cambio, en varias ocasiones, el apoyo material a España para conservar la Isla bajo su dominio y aun para recuperarla, si llegaba a perderla.

Toda esa trascendente contribución reveladora del maestro Emilio Roig me regresaba a la mente al ver el lastimoso espectáculo que tuvo lugar hoy en la Casa Blanca y luego en Miami, donde el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, en la más fiel adhesión a los propósitos dominadores de siempre, reeditó las infamias de antes y olvidó que Cuba no solo no debe su independencia a los Estados Unidos (lo que había demostrado el maestro Emilio Roig), sino que debe al imperio, los infortunios por los que está marcada su historia, y que además, hace ya más de 40 años es una nación independiente que no admite ultimátum.

William Van Horne, el mismo empresario de los Ferrocarriles transoceánicos, en 1906 tenía en sus manos prácticamente la soberanía de las provincias de Camagüey y Oriente, en un ejemplo ilustrativo de lo que significó en penetración y usurpación, la presencia norteamericana en Cuba, la misma que deformó estructuralmente al país de un modo tan escandaloso y dramático que hizo, ya en los años 30, al luchador Raúl Roa, invocar al camarada Máuser y a la Revolución como única e impostergable solución para el Archipiélago Mayor de las Antillas. 

Hoy, en tono politiquero y electorero, Bush lanzó su "Iniciativa para una Nueva Cuba", condicionó el levantamiento del bloqueo a la realización de reformas políticas y económicas en nuestro país, en lo que en definitiva sería un desmontaje de la Revolución de Enero, aleccionó a quienes favorecen el levantamiento de las sanciones económicas y comerciales, insultó a la historia de Cuba, a sus próceres, a nuestro Comandante y a nuestro pueblo. Sus palabras constituyen el mensaje más nítido de intromisión en nuestros asuntos, la expresión más cabal de las apetencias de recuperación de la dependencia de Cuba a los Estados Unidos y la propuesta para el regreso a una Cuba Vieja que quedó en el pasado y a la que los cubanos verdaderos no nos permitiremos volver, con el pensamiento de Emilio Roig de Leuchsenring como adarga al brazo.

21/05/2002

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