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![]() Aniversario 107 José Martí en la agonía de la acción LUIS SUARDÍAZ
Sin duda, como afirmó el español Guillermo Díaz Plaja, Martí es el primer gran creador de prosa que ha tenido el mundo hispánico, y como señaló su esclarecido biógrafo, el asturiano Manuel Isidro Méndez, sin desdeñar su condición de poeta fundador, fue también el prosista más enérgico que ha tenido América. ¿Quién se atrevería a poner en la sombra su gigantesca labor literaria? Sin embargo a la hora de la tarea mayor: organizar y desarrollar una guerra justa, rápida, eficaz, que hiciera posible el establecimiento de una república independiente, digna y próspera, se excusa en carta fechada el 14 de noviembre de 1894 ante el patriota Ramón Rivero que le reclama sus letras porque en la agonía de la acción ni tiempo ni voluntad me quedan para la miseria de la palabra escrita. Cinco meses después, ya vence los temporales en la noche oscura del mar y salta de un bote propicio hacia las piedras orientales de Playitas y anota en su diario: Dicha grande. Con él van el Generalísimo Máximo Gómez, Paquito Borrero y otros mambises fieles. No vienen a morir, aunque conocen y valoran los riesgos, sino a levantar a un pueblo decidido y valiente y a fundar una república que contribuya decisivamente al equilibrio de las Antillas y del mundo. Ya en 1948 el sagaz Manuel Isidro, en unas pocas líneas, nos da la esencia de su ideario y de su accionar: Martí es acaso el hombre de mayor contenido político de Hispanoamérica; por serlo notamos que su preocupación más intensa fue la etapa posterior a la guerra (...) Lo que apreciaba más arduo el gran estadista era el trabajo de ordenación que se presentaría enseguida del triunfo; de ahí que en todo su pensamiento haya tan subido interés programático. En vísperas del centenario de la proclamación de aquella república mediatizada (que como en los versos bíblicos ha sido subida por unos a los cielos y bajada por otros a los infiernos), es necesario consignar que si bien significó un paso de avance, estaba bien lejos de encarnar el ideal republicano del Apóstol y otros lúcidos patriotas. Durante años escuchamos en conmemoraciones escolares y mítines políticos que, al decir del creador del Partido Revolucionario Cubano, la Patria tenía que ser con todos y para el bien de todos. Pero el estadista revolucionario no fue nunca forjador de lemas vacíos de contenido. Y si bien proclamó que la Patria redimida no debía ser un escenario donde la satisfacción de la justicia se convirtiera en desorden social, con frecuencia fustigó a los falsos próceres, con esa claridad propia del resplandor de las antorchas mambisas, desde su refugio en Nueva York, o desde los campamentos agrestes de sus últimos días, diferenció a los que viven para la nación de los que la esquilman y proclamó: en una sociedad el de más condición es el que mejor la sirve. Y también que Cuba ha de ser para los que hayan contribuido a su bienestar y más aún: los que se excluyen de la revolución por arrogancia o señorío o por reparos sociales serán, en lo que no choque con el derecho humano, excluidos de ella. Ese es el poeta, el pensador, el estadista, el líder revolucionario que poco se conocía hace medio siglo y que Fidel supo interpretar y proclamar como autor intelectual de la gesta del Moncada. El que iluminó a los patriotas de las generaciones que, en una república carcomida en sus bases, nunca dejaron de pelear por un destino mejor. El que no temía a la muerte y sabía que él podía desaparecer en la contienda, pero que no desaparecería su pensamiento. |
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