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19/05/2002
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Cine

Martí y una deuda del cine cubano

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT 

La cinematografía cubana mantiene una vieja deuda con José Martí y su biografía.

En 1954, en ocasión de su centenario, se filmó aquella polémica y bastante insípida La rosa blanca, en que el renombrado Emilio Fernández (El Indio) no supo ajustar la emoción con que, según cuentan, acudía cada día al rodaje, al resultado de una obra demostrativa de la incapacidad de atrapar la humanidad del Maestro.

Vista por televisión en 1956, o quizá 1957, recuerdo al niño de entonces tratando de que alguien le explicara por qué llamaban Martí al corpulento actor mexicano Roberto Cañedo, portador de un rostro que en nada recordaba al Héroe de la Independencia visto en los libros.

La figura del Maestro sería llevada a la pantalla en algún que otro corto hasta que en 1971 José Massip dirige Páginas del Diario de José Martí. El director, que años más tarde también se ocuparía de Maceo, iba a lograr con aquella entrega un excelente trabajo de reconstrucción visual a partir de la prosa cortante, ¡cinematográfica!, desplegada por Martí para describir sus días desde Cabo Haitiano a Dos Ríos. 

Más de treinta años han transcurrido desde entonces sin que la figura martiana sea retomada de manera trascendental en el cine, para no hablar ya de un intento de llevar a la pantalla grande esa indispensable cinta de corte biográfico que tanto necesitamos.

Dos motivos de primer orden saltarían a la vista al tratar de explicar las causas de esa carencia: El económico, obstáculo que en los últimos años ha puesto frenos al cine cubano y que se acentúa en el propósito comentado debido a los gastos que conllevaría un filme de corte histórico y, por otra parte, una cierta aprensión artística de asumir la vida de un personaje de tal magnitud, de quien cada uno de nosotros pudiera tener su propia película en la cabeza.

El reto de plasmar la vida de Martí sería grande y cuestionado por muchos en su producto final, es cierto, pero también pudiera terminar en grandioso para cualquier director que contando con el apoyo necesario lo encarara.

Y a no dudarlo, entre nosotros los hay que pueden hacerlo.

Imponerse una producción de grandes decorados, miles de extras y reconstrucciones a la manera de cualquier película de cien millones realizada por Hollywood, además de imposible por el costo, no garantizaría una calidad ni tampoco trasponer el mero encartonamiento, que a veces lastra a las producciones de ese tipo.

Un guión sólido e imaginativo, capaz de evitar la clásica estampa santoral y de atrapar las riquezas de espíritu, obra y pensamiento que nos legara Martí, pudiera ser la base para esa película, que apoyada en los nuevos soportes del cine digital no resultaría a la larga tan costosa como sí conveniente, plausible, en los 150 años de su natalicio que en el 2003 se conmemoran.

19/05/2002

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