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![]() La masacre de Jenín ELSON CONCEPCIÓN PÉREZ EN UN espacio de un kilómetro cuadrado, 15 000 palestinos obligados a vivir en campamentos de refugiados en su propia tierra, fueron testigos del terror, y el crimen más abominable, cuando las hordas fascistas de Israel arremetieron contra ellos y aún hoy, una semana después, no se sabe cuántos cadáveres están bajo los escombros, y hasta personas vivas son rescatadas de las devastadas edificaciones. Tanques de guerra, excavadoras, helicópteros cargados de metralla que dejaban caer sobre hombres, mujeres y niños; soldados con sed de sangre que irrumpieron en aquellas especies de barracones donde vivían hacinados los palestinos. Así se produjo esta masacre humana que, por la cantidad de cadáveres de personas que fueron sepultadas vivas, puede llegar a convertirse ahora en una catástrofe ambiental y provocar epidemias, y nuevas muertes. Los hospitales y centros médicos carecen de todo tipo de medicina, y los soldados israelíes impiden el traslado de heridos y la llegada de medicinas o de otra ayuda sanitaria. Jenín yace sepultada bajo sus propios escombros, pero también, bajo el silencio de la comunidad y de organismos internacionales que poco o nada han hecho para denunciar ante el mundo el genocidio que comete Israel, con el visto bueno de las armas, la ayuda económica y la diplomacia estadounidense, en toda la Palestina heroica y en Jenín en particular. Este último lunes continuaban las operaciones de rescate, a la vez que el director de la oficina de las Naciones Unidas para la ayuda a los refugiados palestinos, Peter Hansen, reiteraba las críticas a Israel, que prohibió el ingreso de los equipos de rescate al campamento de Jenín tras los bombardeos. "Las posibilidades de encontrar sobrevivientes habrían sido mayores si hubiésemos podido ingresar antes al campamento. Podríamos haber salvado muchas vidas", declaró Hansen a la prensa, de acuerdo con un despacho de AFP. Entre el 3 de abril, fecha en que entró el ejército israelí a Jenín, y el 12 del propio mes, en que tomó el control del lugar, cientos de palestinos fueron masacrados y otros miles se dan por desaparecidos. Ahora, cuando poca o ninguna esperanza se tiene sobre la posibilidad de encontrar con vida a algunos de estos seres humanos desaparecidos, y aún bajo la protesta y el no reconocimiento del gobierno de Tel Aviv, el secretario general de la ONU ha anunciado el envío de una misión de tres personas para investigar los sucesos de Jenín. Mientras, las autoridades israelíes, y en especial su primer ministro, Ariel Sharon, se aprestan para dar un golpe final a la resistencia palestina, ocupando nuevas áreas autónomas, la detención de casi 2 000 personas sacadas de sus casas o de los campamentos de refugiados, y manteniendo cercado militarmente al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat. El mundo, mientras tanto, estupefacto al ver que cuanta resolución o moción de condena a las masacres israelíes se vaya a votar en Naciones Unidas o cualquier otra instancia internacional, recibe el VETO de Washington como para no dejar dudas que acompañando la política genocida de Israel está su tutor, el mismo que le suministra cada año más de 3 500 millones de dólares de ayuda militar, que lo dota de los más modernos medios de muerte salidos del Complejo Militar Industrial de Estados Unidos, y lo utiliza como punta de lanza en los planes geopolíticos del imperio en el Medio Oriente.
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