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Dos Premios Nacionales para Rogelio Martínez Furé Arte, ciencia y talento se lo disputan cada día MARTA ROJAS Nació y pasó su niñez y adolescencia en un vecindario entre calles de nombres tan castizos como Velarde (la casa número 106), Zaragoza y Manzaneda, de Matanzas, en el barrio Yumurí. "Por ahí vivió Miguel Faílde, el que inventó el danzón", es Rogelio Martínez Furé quien habla, merecedor del Premio Nacional de Investigación Cultural, y del Premio Nacional de la Danza, dos en un mismo año porque a él arte, ciencia y talento se lo disputan cada día.
Por su barrio oyó desde niño puntos guajiros, pregones, los cantos cubanos, y la música y danza de la fiesta de la Coya de los catalanes, que iban bailando hasta la Ermita de Montserrat ataviados con sus trajes tradicionales. En cada esquina del vecindario había una familia gallega, también gente de la comunidad coreana que llegó a trabajar con el henequén; jamaiquinos; muchos negros y mulatos que tocaban tambores, descendientes de los tamboreros lucumíes, arará, congos... y andaban sin prejuicio también, los abakuá: Furé disfruta y sonríe rememorando la niñez, donde también escuchó zarzuelas españolas que una señora montaba en la esquina de su casa: "La diversidad de origen del cubano, eso soy y eso es mi obra, con el fuerte componente africano en la cultura". Pero el doctor Rogelio Martínez Furé, no es solo tradición y oralidad, sino muy y mucha Academia. Estudió la enseñanza primaria en el colegio privado La Luz. "Mi familia era lo que antes se decía, pudiente", aclara. Hizo el bachillerato en Matanzas y llegó a la capital en 1956. En la Universidad de La Habana fue alumno eminente de Derecho Civil, Diplomático y Administrativo, aunque no terminó la carrera, faltándole muy poco para graduarse. "Justo cuando comenzó la reforma universitaria me desalentaron. Se discutía en la Escuela de Derecho y en la Plaza Cadenas que ya no hacían falta los abogados, que había muchos, que esa carrera no tenía porvenir, y no fue suficiente la súplica familiar para que la concluyera. Fue como si sonara una campana. Oportunamente me enteré que se abría el Seminario de Investigaciones Folclóricas y hacia allí me dirigí, dejándome llevar de la mano de la entusiasta Isabel Monal". Terminó los estudios como folclorista, y se distinguió en el estudio y la enseñanza de las danzas cubanas. En un punto de su ascenso, destaca su gestión como fundador del Conjunto Folclórico Nacional.
(El 9 de abril de 1964 el Folclórico, bajo la dirección de Marta Blanco, emprendía su primera gira al exterior, empezando por París. El Comandante en Jefe Fidel Castro, entonces Primer Ministro, le despedía en el aeropuerto donde charló con el elenco integrado por 66 personas, entre ellas diez informantes sobre tradiciones religiosas de origen africano. Los exhortó a poner en alto el nombre de Cuba. Lo hicieron con creces. Furé iba en la gira como asesor y libretista. La gira se extendió a Bruselas, Argelia y España.) "Todo empezó, para mi dicha, en el grupo de Alberto Alonso, donde conocí a Rodolfo Reyes Cortés, brillante coreógrafo mexicano. Ocurrió en 1962. Yo sentía como un acicate la idea de un proyecto serio desde el punto de vista cultural, histórico y estético, en partes iguales, para el folclore y no la burda caricatura que todavía podemos encontrar. Reyes fue un maestro excepcional y el espacio para empezar lo tuvimos en un banco que había en la antigua residencia del Marqués de Aguas Claras —Francisco Filomeno—, donde hoy está el restaurante El Patio. Mis necesidades de expresión desde entonces eran múltiples y ambiciosas, me interesaba la coreografía pero para llegar a ella con la debida profundidad, la que yo me exijo a mí mismo para todo. Ello requería un tiempo cada vez mayor para la investigación y el estudio de las lenguas", subraya Martínez Furé. Sepamos brevemente el resultado de tan disciplinada y amplia investigación que se traducen —hasta ahora— en dos volúmenes de poesía en lengua africana; dos más en expresión portuguesa; uno en expresión francesa; Poesía anónima africana, y dos volúmenes más. Son sus Diwam (colección de poemas); además de Ibeyi Añá (teatro infantil) y Diálogos imaginarios, publicados en Cuba y algunos de ellos también en el extranjero. Ahora entregó a la editorial Arte y Literatura un Diccionario de poetas africanos, desde la antigüedad del Egipto hasta el presente y ha terminado el volumen Orikis y Orukos, recuento de nombres sagrados de la religión de los orishas, que se usan en Cuba, Brasil y otros países de América sin que, en la mayoría de los casos se conozca el significado. La UNESCO publicará su obra, íntegra. Furé tiene en preparación el Diwan en expresión inglesa. "Yo quiero que otros investigadores pasen menos trabajo, tal vez no tengan tiempo de dedicarle más de treinta años a esta tarea de aprendizaje, compilación y traducción. Hay una cosa muy hermosa que quiero decir y es que miles y miles de estudiantes africanos que han hecho sus carreras en Cuba ahora hablan y muchos escriben en español. He recorrido toda África y me los he encontrado en cualquier parte. Ese puente no debe romperse. Ellos están ávidos de recibir literatura escrita en Cuba. La Revolución Cubana no se imagina cómo ha expandido el idioma español en África. En una conferencia a la cual asistí en Costa de Marfil, auspiciada por la UNESCO, la Universidad de Alcalá de Henares y el país sede, se reconoció este hecho por los propios españoles. Pienso que sería colosal que existiera en nuestras embajadas de África un Centro de Documentación de literatura cubana al cual tuvieran acceso profesionales africanos que fueron antes estudiantes en Cuba." Lo oímos cantar maravillosamente en su casa de la calle 21, todo el portal lleno de plantas de sombra, grandes helechos y una hamaca para leer. Su canto nos trajo a la memoria a Oru, el grupo que Furé integró con Sergio Vitier. Ha grabado varios discos. Cuenta con un selecto repertorio en español y en yoruba. En estos momentos, su canto está siendo escuchado todos los días en Nueva York: es su voz la que se oye al recorrer la impresionante exposición de esculturas Mother Africa en el Schomburg Center, la biblioteca pública de Manhattan. |
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