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05/04/2002
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Mi familia es víctima del terrorismo

Irma González Salanueva, conmovió con su testimonio a los asistentes al Tribunal Internacional Mujeres contra el Bloqueo, efectuado recientemente en La Habana. Hija de René González —quien junto a otros cuatro compatriotas cumple injusta prisión en cárceles norteamericanas— habló del sacrificio de quienes obran porque las ilusiones que pueden hacerse realidad en una sociedad como la cubana sigan floreciendo, y denunció los atropellos a su familia en suelo norteamericano

Señoras y señores miembros del tribunal, invitados aquí presentes:

Mi nombre es Irma González Salanueva, tengo 17 años y soy hija de un matrimonio feliz integrado por un piloto y una ingeniera que unieron sus vidas como muchos otros jóvenes cubanos llenos de ilusiones, que pueden hacerse realidad en una sociedad como la nuestra.

Sin embargo, en 1990 mi padre se aleja de nuestro hogar donde era tan necesario, para ocupar un puesto en la vanguardia, allí donde es imprescindible que hombres como él, dispuestos a los más altos sacrificios humanos y desde el silencio de los héroes anónimos, vigilen el sueño de todos los cubanos que aquí construimos la obra más humana de estos tiempos.

Cuando esto ocurrió yo solo tenía seis años y era muy pequeña para poder comprenderlo todo. Solo supe que de pronto no lo volví a ver, quedándome con mi mamá.

No obstante, mi vida siguió siendo como la de cualquier otra niña, nadie me señaló con el dedo, no se me quitó ningún derecho, seguí siendo una pionera integrada a las actividades de mi escuela y mi barrio.

Crecí con el anhelo de tener a mi lado a mi papá y ser como el resto de mis amiguitos, pero no me faltó la guía de mi madre, que asumió el papel de ambos hasta nuestro reencuentro, producido seis años después.

Contaba entonces con 12 años, ya era una adolescente y me daba cuenta de que mi padre jamás había perdido todos los valores que recordaba y admiraba en él.

En EE.UU. me relacioné con la juventud y pude ver la diferencia con la nuestra. Allí es de extraordinario valor vestir con lo último de la moda o ponerse los tenis más caros o manejar un carro del último modelo.

No es necesario estudiar mucho para obtener buenas notas, pues la enseñanza no es exigente. Tienen en sus manos muchos medios de información pero se vive desinformado y enajenado. Es más importante conocer las intimidades de la farándula que saber que hay millones de niños muriéndose de hambre.

Es por eso que esperaba las vacaciones para retornar a mi patria, montar un "camello" junto a mis amigos o ir todos en bicicleta para la playa, siempre acompañados de sonrisas, pero sin faltar un tema interesante y profundo que comentar.

Me llamaba la atención cómo mis amigos en poco tiempo me daban a conocer tantas cosas que en casi cuatro años en EE.UU. no había aprendido.

En 1998 cuando ya mi familia había crecido más, una madrugada sentí por primera vez cómo se violaba el derecho mío y de mi hermana de solo cuatro meses, al ser interrumpido nuestro sueño por hombres armados que sin vacilación me dijeron que levantara las manos, que no tocara nada y que saliera de mi habitación. Mi mamá ya estaba despierta, a mi hermanita también la despertaron y a mi papá no lo volví a ver hasta mucho tiempo después.

Comenzó entonces la agonía, la prensa a acosarnos, el aislamiento a causa de que los conocidos y otras personas tenían miedo a hablarnos, tuvimos que irnos a vivir agregados al apartamento de uno de los pocos amigos que nos quedaron. Mi hermanita tuvo que ser enviada para casa de mi bisabuela para que mi mamá pudiera seguir trabajando y así podernos mantener, pero casi no nos podíamos ver porque ella trabajaba de noche y yo estudiaba por el día. Los fines de semana íbamos a visitar a mi hermanita a Sarasota, un lugar que quedaba a cuatro horas de viaje.

Mientras esto ocurría, teníamos la preocupación de mi papá, él en una celda de castigo sin motivo alguno y sin poder ver a sus hijas. Solo pudo ver los primeros pasos de Ivette a través de un cristal del piso 12 de una prisión federal. Nosotros nos parábamos en la acera y él con su uniforme anaranjado nos hacía señas para que pudiéramos saber que nos estaba mirando.

En la celda de castigo permaneció 17 meses. Recuerdo que la primera visita que mi hermanita y yo pudimos hacerle se efectuó en una pequeña habitación de la cárcel, rodeados de agentes del FBI y mi padre sentado y esposado a una silla.

Durante todo ese tiempo mi madre tuvo que asumir la responsabilidad de mantener sola a sus dos hijas y renunciar a tener a su lado a su bebé, que solo podía ver los fines de semana.

En esos momentos volví a ver la diferencia, pues en esa sociedad a nadie le importó la suerte de nosotras tres.

Dos años más tarde a nuestra familia la trataron de utilizar como pieza de chantaje, al querer que mi padre traicionara a sus compañeros para poder mantenernos junto a él en EE.UU. Tras una contundente respuesta de mi padre, mi madre fue encarcelada y aislada durante tres meses en una prisión de otra ciudad, donde escribía cartas que jamás llegaron a manos de mi padre y donde mi hermanita, que entonces tenía dos añitos, solo la pudo ver a través de un cristal.

En ese momento quedamos los cuatro miembros de la familia totalmente separados y sin saber cuál sería nuestro futuro. Yo en Cuba, mi hermanita en Sarasota, mi madre presa en Fort Lauderdale y mi padre preso en Miami.

Pero nadie ni nada nos hizo traicionar nuestros ideales y mi madre fue deportada a Cuba donde finalmente trajeron a mi hermanita.

Ahora mi padre continúa preso, al igual que sus cuatro hermanos de ideales, que como bien él dijera en su alegato, solo continúan presos por cometer el crimen de ser dignos.

Nuestra familia continúa dividida, pero estamos junto a los demás hijos y familias y con el apoyo imprescindible de todo el pueblo luchando por el regreso de nuestros padres. Sé que no será fácil ya que tres fueron condenados a cadena perpetua y él y otro, a largos años de prisión.

Esta sentencia respondió a los intereses de un grupo de mafiosos muy poderosos que manipularon el proceso y lograron que el jurado los declarara culpables de cargos que jamás fueron probados y la jueza arremetiera contra ellos todo el odio de quienes desde hace 43 años no perdonan que en las propias narices del país más poderoso del mundo, un país pequeño en extensión geográfica, pero inmenso en sus raíces históricas y su heroísmo, construya una sociedad nueva y se convierta en el país más solidario y culto y donde un ser humano vale más que toda la riqueza del universo.

La victoria será nuestra, este injusto encarcelamiento será conocido por el mundo entero y entonces el tribunal de la dignidad de todos los hombres con decoro, exigirá su libertad.

Mi padre y sus cuatro compañeros regresarán a la patria para junto a esta nueva generación construir un futuro esperanzador.

Quiero expresarles que formo parte de esta juventud, la misma que sabe llorar y luchar contra las injusticias que se cometen en el mundo y a la vez reír y disfrutar a plenitud la vida. A esta juventud que cumple 40 años, esa que nos convierte en más puros y dignos, como nos lo piden a diario nuestros padres. La misma que cree en la obra que nuestros antecesores nos han legado, que día a día lucha por perfeccionar el sistema más justo que hoy impera sobre la tierra y que confía plenamente en nuestro Comandante en Jefe, que nunca abandona a los hombres y mujeres de su pueblo, de la misma manera que nunca ha renunciado a los principios que la hicieron un día empuñar las armas hasta lograr el triunfo y que hoy continúa liderando esta gran obra, en la que tienen la oportunidad de desarrollarse plenamente como mujer, como madre y como profesional.

A todos los que han confiado en nosotros, no los defraudaremos, y le damos las gracias por poder, desde esta tribuna, ver las estrellas que un día harán regresar a nuestros padres para seguir siendo lo que somos: libres.

(Tomado del periódico Juventud Rebelde)

05/04/2002

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