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27/03/2002
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Juan Marinello

Talento y voluntad de combate

JORGE RISQUET VALDÉS

Hace un cuarto de siglo dejó de latir el ardiente corazón de Juan Marinello Vidaurreta.

Al despedir el duelo de Rubén Martínez Villena, Marinello advirtió que la vida de aquel hombre no cabía en un discurso, criterio que había expresado meses antes, al rendir homenaje a las cenizas de Julio Antonio Mella, en la Escuela Nacional Preparatoria de México.

Mucho menos cabría, en un breve artículo, la prolongada existencia militante de Juan, dos, tres veces más extensa que las de sus dos contemporáneos entrañables, camaradas y maestros que para él fueron Mella y Rubén.

La personalidad histórica a quien rendimos homenaje tiene imperecedera permanencia en el combate que hoy libra nuestro pueblo frente al imperio.

Juan Marinello no dejó un solo día de trabajar por la causa de la liberación de Cuba.

Desde aquel marzo de 1923, en que acompañó como el combatiente más decidido a Rubén en la Protesta de los Trece, intelectuales contra el gobierno corrupto de turno, hasta su último discurso público, en enero de 1977, en el Liceo de Guanabacoa, dedicado al Maestro, que había utilizado aquella misma tribuna un siglo atrás, en el breve período de su estancia en Cuba, entre la Protesta de Baraguá y la Guerra Chiquita.

¡Más de medio siglo de lucha incesante, diaria, de lunes a domingo, con la pluma, la palabra, la acción, el sacrificio!

De estas casi veinte mil jornadas, más de dos mil pasó Juan en prisión, en el Castillo del Príncipe y en la Isla de los 500 asesinatos, o en la clandestinidad, buscado no solo por los esbirros de Batista, sino también por la tenebrosa CIA, que hasta el mismo 31 de diciembre de 1958, día de la fuga del tirano, pedía a su embajada en La Habana que le informaran dónde estaba Marinello.

Presionado por Washington, el embajador norteamericano Smith se vio obligado a informar en su último mensaje de 1958, al Departamento de Estado; "Marinello está oculto y se desconoce su paradero".

Ningún intelectual cubano sufrió en su carne tan largo cautiverio entre rejas o entre sombras subterráneas, tan encarnizada persecución en la República neocolonial.

Ni siquiera en esas etapas aciagas dejó de trabajar cotidianamente. En ellas escribió algunos de sus más profundos ensayos, como los dedicados a los más altos paradigmas de la nación cubana, José Martí y Antonio Maceo.

¿Qué momentos de su fecunda vida podemos evocar en breves líneas?

Al profesor universitario desafiando en las calles, junto a los estudiantes, a la tiranía machadista, el 30 de septiembre de 1930, tratando de arrebatar al asesino Ainciart, jefe de la policía, el cuerpo herido de Pablo de la Torriente, en el momento en que Rafael Trejo se desploma para siempre.

Al recién llegado de su exilio en México, en Reina y Escobar, en la sede de la Liga Antiimperialista, junto a Rubén y al general mambí Eusebio Hernández, impertérritos en su guardia de honor a Julio Antonio, mientras las balas de la soldadesca de Batista disuelven brutalmente la manifestación popular de póstumo homenaje al fundador de la FEU y del Partido Comunista.

Al Presidente de la delegación cubana, en Madrid, bajo los bombardeos de la aviación alemana, en los días trágicos de la guerra civil española, donde acude junto a Guillén, Carpentier, Félix Pita y Leonardo Fernández, para asistir al Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, y es designado por los representantes de Nuestra América para hablar en nombre de los intelectuales de la Patria Grande.

Al delegado de Unión Revolucionaria Comunista a la Asamblea Constituyente de 1940, defendiendo con su palabra precisa, junto a Blas, Lázaro, Salvador, las ideas progresistas que se lograron inscribir en la Carta Magna.

Al Presidente del PSP, junto al secretario general Blas Roca en el momento que este entrega a Fidel la bandera del Partido fundado por Baliño y Mella.

Al diputado de más edad, abriendo la sesión inaugural de la legislatura de la recién electa Asamblea Nacional del Poder Popular, por encima del infortunio personal, para de allí salir a velar a su entrañable esposa Pepilla en el lecho mortuorio.

Recordamos a un hombre que, como Fidel y Raúl, renunció a la riqueza de la familia para abrazar la causa de los obreros y campesinos, de los humildes, echó como Martí su suerte con los pobres de la tierra y dedicó toda la fecundidad de su talento y la fuerza de su voluntad a la redención de la Patria del yugo yanki, la redención del hombre de la esclavitud capitalista y a liberar a la humanidad del flagelo de la guerra.

Han pasado 25 años de la muerte de este gran cubano, el 27 de marzo de 1977, ferviente martiano y firme marxista leninista. Pero de Juan Marinello se podrá decir siempre lo que escribió Miguel Hernández sobre Pablo de la Torriente Brau:

"No temáis que se extinga su sangre sin objeto

Que este es de los muertos que crecen y se agrandan

Aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto".

27/03/2002

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