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![]() Conferencia Sobre Financiación para el Desarrollo Corriente y contracorriente JOAQUÍN RIVERY TUR MONTERREY.— La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Financiación para el Desarrollo se aprecia preferentemente desde dos ángulos absolutamente opuestos, como la corriente y la contracorriente, porque se trata de dos elementos que van en direcciones opuestas.
Si uno escucha lo sucedido en la reunión de las ONG que terminó con una declaración final el pasado sábado, la corriente que proviene de la sociedad civil es de un neto contenido antineoliberal y sumamente crítico con el Consenso de Monterrey, al cual, realmente, no le da mucho crédito. Hasta periódicos notoriamente consevadores no pueden dejar de recoger en sus páginas el malestar de tantas organizaciones por la situación actual de la mayoría del mundo e incluso funcionarios supuestamente "asépticos" de la ONU y sus dependencias no pueden dejar de reconocer una realidad en la que hasta la enorme profundidad de los males vociferan la necesidad de cambio. Ahí tenemos el periódico El Porvenir, de esta capital del estado de Nuevo León, que acaba de publicar una página completa bajo el título de Crece la desigualdad, con la lista completa del ingreso per cápita de 207 países, de los cuales 67 obtienen menos de mil dólares al año e, incluso, hay 30 de ellos que no llegan ni siquiera a los 365 dólares, lo cual significa entradas inferiores al dólar diario. Los sostenedores de las posiciones más radicales (la corriente) dentro de la sociedad civil no parecen cansarse nunca y no silencian sus reclamaciones. La tendencia del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial a enviar representantes suyos a encuentros con las organizaciones no gubernamentales es una muestra de posiciones defensivas de esos dos entes que responden no a una comunidad internacional, sino a un solo país: Estados Unidos. En Monterrey, sus emisarios no han salido muy bien parados. No han convencido a nadie con sus argumentos y las posiciones de los que van contra sus políticas se han hecho más firmes. A la altura en que nos encontramos de la evolución de la humanidad, las naciones ricas (la contracorriente), que en buena parte deben su desarrollo a las riquezas de los subdesarrollados, están presentando la Conferencia sobre Financiación como una especie de nuevo "fin de la historia" (el otro ya quedó obsoleto) y destacando que se debió a un consenso de 180 países. Washington, Londres, otros poderosos y sus seguidores (o servidores) no desean hacer público que ese consenso se logró por imposición de la fuerza, como destacan las ONG, pues los que asintieron pretendían lograr que el tema se pusiera en debate en la ONU, como hacía mucho tiempo no sucedía. La pretensión de que el mercado arregle todos los problemas, sostenida por los poderosos, no soporta un análisis serio. Basta oponerle el argumento de Antonio Carricarte, presidente de la Cámara de Comercio de Cuba, de que décadas anteriores de aplicación de esas recetas solamente han agravado las cosas para el Tercer Mundo, por tanto, se precisa cambiar. Cuando el presidente Bush advierte a la humanidad que los miserables 5 000 millones de dólares que dará como ayuda oficial para el desarrollo solamente se otorgarán a los gobiernos que abracen el mercado, está colocando a los posibles receptores en calidad de subordinados, limitados, condicionados. Esas actitudes contra la mayoría tienen como resultado una creciente y cada vez mayor oposición, una globalización de la resistencia. Después de todo eso, resulta increíble que los gobernantes norteamericanos se pregunten por qué no los quieren en el planeta. |
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