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19/03/2002
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Acotaciones

Martes con aroma de teatro

AMADO DEL PINO

En la medida en que nos acercamos al 27 (Día Internacional del Teatro), la cartelera escénica capitalina crece y se anima. Es de esperar que ese espíritu de marzo sea heredado por abril y tenga un punto culminante en el Mayo Teatral que organiza Casa de las Américas. Por cierto, en mi comentario anterior sobre la revista Conjunto, que edita esta institución, olvidé el nombre de Vivian Martínez Tabares, directora de la publicación y una figura clave de nuestra teatrología actual.

Como parte del entusiasmo teatral que vive La Habana el grupo Rita Montaner ha ampliado sus funciones a los martes y miércoles. Excelente iniciativa del colectivo que cumple cuarenta años este mes y sigue resultando ejemplar en cuanto a la cantidad de títulos estrenados y la laboriosa forma en que los programa.

Rosa de dos aromas, la obra que acaba de estrenarse en la sala El Sótano, fue escrita por Emilio Carballido, uno de los más importantes dramaturgos mexicanos de las últimas décadas. El Rita ha llevado a las tablas Te juro Juana que tengo ganas, puesta en escena de Ignacio Gutiérrez que en 1969 obtuvo formidable respuesta de público y de crítica. Después Miguel Montesco asumió la muy conocida Rosalba y los llaveros en 1977.

Con Rosa... continúa sus búsquedas como directora la experimentada actriz Trinidad Rolando. El ámbito escénico resulta agradable y funcional. Además, Trinidad logra convertir en espectáculo una comedia bien dialogada, pero bastante verbalista y donde parece importar más la denuncia a la situación desventajosa de las mujeres que la riqueza del juego teatral. El montaje alterna con buen gusto la sobriedad y el desenfado. Solo en la escena en que los dos personajes se emborrachan y casi deliran, la tendencia a lo caricaturesco alarga las situaciones y hace decaer el ritmo. También entorpece la fluidez el detallado cambio de vestuario que pone a las actrices ante el peligro de un "bache" y resta magia a las convenciones establecidas por la puesta.

Yamilé Chedrián y Vitica Sobrino enfrentan el reto de la presencia constante en escena, asumiendo un texto rico en variaciones. Yamilé demuestra energía y, sobre todo, posibilidades como comediante. En la función de estreno padeció poca valoración de algunos parlamentos que, espero, logre recrear a lo largo de la temporada. Vitica demuestra plasticidad y ligereza sobre el escenario, aunque deberá trabajar más la caracterización interna de su personaje.

Rosa de dos aromas resulta un montaje atractivo y no está de más otra bofetada para el —entre nosotros bastante golpeado— machismo. Gracias otra vez al Rita Montaner por reabrir el abanico de nuestra semana teatral.

19/03/2002

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