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Fieles veladoras Crece la integración de la mujer cubana en los oficios no tradicionales Ortelio González Martínez A las tres de la madrugada el bullicio da paso al silencio y la soledad. Es cuando ellas comienzan a rumiar la nostalgia y las miradas se estiran más allá de lo posible para detectar cuánto sucede en su condominio. Las tres mujeres de esta historia son parte de un grupo formado por más de 40 agentes de protección de la gerencia territorial de SEPSA Ciego de Ávila-Sancti Spíritus dedicadas, sin lamentaciones, al difícil oficio de cuidar a las personas y las propiedades del Estado.
Todas poseen el don de apreciar lo que hacen y hablan con la naturalidad con que lo hace una científica, doctora o periodista, labores mucho más comunes y tradicionales para cualquier mujer. Isabel María Fariñas Suárez, de 27 años de edad, es más pequeña que su nombre. Le calculo poco más de un metro de estatura y unos 50 kilogramos de peso. Ni al más osado "adivinador" se le ocurriría pensar que bajo su envoltura aparentemente menuda se esconde una muchacha de alma y corazón grandes, y más. Ella es la mejor Agente de Protección —incluido los hombres— entre los cientos de efectivos con que cuenta esa fuerza en la región central del país.
Es la mujer que más tiempo lleva en ese cuerpo y jamás deja de revolotearle en la mente aquel 23 de diciembre de 1998, cuando cambió el rumbo de su vida con el uniforme azul y blanco de SEPSA. "En verdad me gusta lo que ahora hago. Fíjate si es así, que en más de tres años jamás he faltado un día. En ocasiones he trabajado horas y horas con fiebre, y sin sentarme." Cuando comenzó en los hoteles Tryp pocos la conocían, mas ella no tardó en hacerse notar por su excelente labor, ora previendo alguna situación en el lobby, ora dando cualquier orientación a los visitantes.
"Hay quienes no entienden y jamás ven el lado bueno de este trabajo, aun cuando nos dedicamos a cuidar a las personas y los bienes del Estado." Con unos ojos rasgados color de la oscuridad, Amnelis Prado Pelegrín es capaz de radiografriar en unos segundos al transeúnte que llega a Villa Cojímar, en cayo Guillermo, la instalación turística que primero abrió las puertas en Jardines del Rey. Los seis meses dentro de esa fuerza de seguridad la han preparado para la vida, aun cuando a la corta distancia de 20 años no tenga la responsabilidad de un hijo o de un esposo, como muchas otras de sus compañeras. En el punto de control de acceso, donde hace guardia, es fiel veladora porque todo el que entre o salga quede registrado en el libro. Le fascina la tranquilidad de la noche. Sin embargo, para Damarys Columbié Almeida las noches son aburridas, aun cuando el hotel El Senador es uno de los más frecuentados por los turistas. En ocho meses dentro de SEPSA aprendió que jamás una jornada se parece a otra, y que cada oficio tiene su cuota de responsabilidad. "El sacrificio es grande, pues incluso, el día de descanso una tiene que atender a los hijos, la familia, y cumplir con todas las obligaciones del hogar, para después recorrer los más de 100 kilómetros que separan a la ciudad de Ciego de Ávila del polo turístico. A ello se agrega que en un principio debía cumplir con las tareas en la dirección del comité de base de la Unión de Jóvenes Comunistas, hasta que desde hace un tiempo pasó a desempeñar otras obligaciones como secretaria general del Sindicato de los Trabajadores Civiles de la Defensa en la zona turística. José Pérez López, subgerente de protección de la Gerencia Territorial Ciego de Ávila-Sancti Spíritus, precisa que la labor de ellas es tan destacada que hoy los 10 hoteles de la cayería del norte avileño tienen mujeres como agentes de seguridad y protección, e incluso los mandos exigen de su presencia en puntos de gran afluencia de personas, como el lobby de las instalaciones. Argumenta que trabajan con gran responsabilidad y sentido del respeto. "Entre ellas es mínimo el ausentismo y las indisciplinas. Tanto es así que el pasado año, por ejemplo, el ausentismo no llegó ni al uno por ciento, muestra de que están en primera línea, no con palabras, sino con hechos. "Cuando el huracán Michelle —afirma—, muchas fueron a la cayería. Después de la tormenta laboraron junto a los trabajadores de los hoteles para garantizar el rápido regreso de los turistas. Fue una experiencia muy bonita." Para qué decir que aquella noche, como todos los días, ninguna pegó los ojos, como para demostrar que son mujeres que rompen el mito y se enfrentan a las más duras eventualidades, con el convencimiento de servir a la sociedad y de ser cubanas. |
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