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26/02/2002
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Ciencia y tecnología

La verdad irrebatible de Carlos J. Finlay

Hoy, en pleno siglo XXI, continúan los intentos de escamotearle al científico camagüeyano la gloria de uno de los descubrimientos más importantes de la medicina mundial. No obstante, se abre paso arrolladora...

ALEXIS SCHLACHTER

La enciclopedia norteamericana Encarta multimedia tiene una manera curiosa de enfocar la historia de la fiebre amarilla.

En sucesivas versiones dedica 8 líneas a trazar la biografía del sabio cubano Carlos J. Finlay y 28 a la del médico estadounidense Walter Reed. Por supuesto que los autores no pueden desconocer totalmente el aporte clave del camagüeyano al descubrimiento del agente transmisor de la temible enfermedad... pero, sutilmente, disminuyen el alcance del hecho. De paso ofrecen una verdadera lección de cómo desinformar aparentando objetividad.

Claro está, a Encarta le sería imposible obviar la contribución científica del galeno antillano pues equivaldría a un suicidio cultural e histórico negar hechos aceptados oficialmente por los congresos internacionales de historia, XIV en Roma (1954) y XV de Alcalá de Henares, España (1956).

¿Qué reconocieron en esos cónclaves los historiadores del mundo? Sin lugar a dudas, el 18 de febrero de 1881 el cubano Carlos Juan Finlay de Barre fue el primer científico del mundo que expuso ante un auditorio de especialistas, reunidos en la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington, la teoría sobre la transmisión de la fiebre amarilla por un agente intermediario.

No fueron obra de la casualidad los merecidos y repetidos reconocimientos públicos y privados al insigne sabio nacido en el mayor archipiélago del Caribe. En los archivos de la Fundación Alfred Nobel se encuentran documentos que prueban cómo, entre 1905 y 1915, Finlay fue propuesto repetidamente para obtener el preciado galardón en Medicina; entre los peticionarios aparece sir Ronald Ross, premio Nobel de Medicina en 1902.

Más aún. En 1907, la Escuela de Medicina Tropical de Liverpool, Gran Bretaña, entregó al cubano su más alta distinción mientras que un año más tarde, el gobierno francés le otorgó la insignia de la Legión de Honor, reservada a personalidades de reconocido prestigio. El 8 de noviembre de 1911, el camagüeyano fue nombrado miembro corresponsal de la Academia de Medicina de Francia...

Encarta no podría negar de frente esas verdades. Pero las minimiza.

Y aquí comienzan la sutilezas. Si bien dice textualmente que Finlay ...propuso la teoría de la transmisión de la fiebre amarilla por los mosquitos... a renglón seguido subraya que ...su teoría fue confirmada en 1900 gracias a los experimentos del bacteriólogo y cirujano estadounidense Walter Reed.

¿Pero quién es más importante: el que prueba una verdad enunciada por otro... o el que la descubre?

A juzgar por el espacio que dedica Encarta a resaltar la vida de Walter Reed la respuesta estaría en la primera parte de la interrogante anterior. De seguir tal razonamiento, más importantes que Copérnico, Newton o Einstein serían aquellos científicos que comprobaron las verdades enunciadas por esos genios.

En aras de la objetividad, que tanto defienden a orillas del río Potomac, cito el texto completo dedicado por Encarta a Reed.

Reed, Walter (1851-1902), cirujano y bacteriólogo del Ejército estadounidense que descubrió la causa de la fiebre amarilla.

Nació en el Condado de Gloucester, Virginia, el 13 de septiembre de 1851, y estudió en la Universidad de Virginia y en la Facultad de Medicina del Hospital de Bellevue. En 1875 ingresó en el Cuerpo Médico del Ejército, donde sirvió como cirujano militar. En 1893 fue nombrado conservador del Museo Médico del Ejército en Washington. En 1893 ejerció como catedrático de bacteriología y microscopía en la Facultad de Medicina del Ejército en Washington, y durante los siguientes siete años realizó importantes investigaciones sobre la etiología, control y transmisión de enfermedades epidémicas como la fiebre amarilla y la fiebre tifoidea. Una de sus investigaciones más notables fue organizada por el departamento de la Guerra con el fin de examinar una epidemia de fiebre tifoidea entre las tropas estadounidenses; los hallazgos de la comisión representaron una importante contribución a la prevención y control de las epidemias causadas por esa fiebre.

No obstante, la mayor contribución de Reed a la entomología médica, fue resultado de sus trabajos en 1900 como director de una comisión que debía estudiar las causas y transmisión de la fiebre amarilla en Cuba. Reed demostró de forma concluyente que el germen de la fiebre amarilla se transmite por la picadura del mosquito Aëdes aegypti. Como resultado de sus hallazgos, William Crawford Gorgas consiguió eliminar casi por completo la enfermedad en La Habana en el plazo de tres meses, al exterminar los mosquitos en toda la zona. Desde 1901 la incidencia de la fiebre amarilla ha descendido drásticamente en todo el mundo gracias a la aplicación del descubrimiento de Reed. Poco después de su regreso de Cuba murió en Washington el 22 de noviembre de 1902. El Centro Médico Walter Reed de Washington fue llamado así en su honor.

Observe el lector que no hay ni una sola alusión a Finlay en todo el texto. Paralelamente, y por el contrario, en la breve biografía del cubano que Encarta ofrece en 8 líneas, sí hay referencia directa y marcada al galeno norteamericano.

Y no deje de disfrutar esa "objetiva" frase que cuenta a millones de lectores de Encarta en todo el mundo cómo ...desde 1901 la incidencia de la fiebre amarilla ha descendido drásticamente en todo el mundo gracias a la aplicación del descubrimiento de Reed. Es para reforzar lo que se plantea en la primera línea: Walter Reed ...cirujano y bacteriólogo del Ejército estadounidense que descubrió la causa de la fiebre amarilla...

El "descubrimiento" es de Reed, no de Finlay. ¡Viva la objetividad histórica de la enciclopedia norteamericana Encarta! ¡Un fuerte aplauso para la utilización de los modernos medios informáticos en aras de la cultura globalizada made in USA!

A propósito, en 1881, mientras Finlay exponía por primera vez públicamente la teoría del agente transmisor de la fiebre amarilla, Reed —según la biografía de Encarta— trabajaba de cirujano en el Ejército de EUA y por esa época no realizaba investigación alguna sobre el tema. Sobran los comentarios.

Planteamientos similares al de Encarta sobre la fiebre amarilla, Finlay y Reed no faltan en Internet; incluso, en algunos sitios del ciberespacio, ni siquiera se nombra al sabio cubano cuando es abordado el tema de la citada enfermedad.

Para desgracia de estos manipuladores, la verdad acerca de Carlos J. Finlay llega incólume al siglo XXI y mal que les pese a Encarta —y a sus seguidores en Internet— sencillamente es irrebatible.

26/02/2002

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