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26/02/2002
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El nuevo libro de Rolando Rodríguez

A caballo y con el sol en la frente

ARMANDO HART DÁVALOS

Este nuevo libro de Rolando Rodríguez contiene una descripción documentada con el rigor de la investigación histórica en fuentes muy serias españolas y cubanas acerca del recorrido de José Martí y Máximo Gómez desde Montecristi, República Dominicana, a Playita y de allí a La Mejorana, lugar de la célebre entrevista de Martí, Gómez y Maceo, hasta Dos Ríos y, desde luego, brinda la información de cómo sucedió el dramático desenlace del 19 de mayo de 1895. Asimismo, describe el traslado del cuerpo del Maestro hasta la Ciudad Héroe. Informa, además, de las repercusiones inmediatas y mediatas de la tragedia. Se narra el proceso de estos acontecimientos mostrando las implicaciones políticas y humanas de cada incidencia.

Se presentan las relaciones fraternales y a veces contradictorias entre los grandes patriotas que estuvieron presentes en aquellas heroicas jornadas. Hay quienes gustan cargar de suspicacia e intención negativa los vínculos entre los grandes de nuestra historia; suele haber también quienes prefieren olvidar las contradicciones inevitables entre los próceres. El autor no hace aquí ni una cosa ni la otra, narra con objetividad, amor e inteligencia los más delicados momentos de aquel período marcado por los últimos meses de la vida de nuestro Héroe Nacional. Para ello se necesitan esfuerzo intelectual y entereza moral, de otra forma, se hace de manera superficial, así resulta más fácil escribir un libro.

Una prueba de lo que decimos está en la forma en que se narran los históricos y conflictivos debates de La Mejorana. Hubo discusiones agrias, incómodas y cargadas de implicaciones políticas.

Apoyado en la información que se brinda y tomando en consideración una visión de la vida de Maceo, Martí y Máximo Gómez, y el papel de cada uno en la revolución, se puede llegar a la siguiente conclusión: los tres, núcleo central de la guerra contra el dominio colonial español, están unidos en lo esencial en la aspiración de independencia de Cuba tanto de España como de Estados Unidos, en asumir la necesidad de luchar por la integración social de la Patria compuesta por diversidad de etnias e influencias culturales y sociales y, por tanto, de abolir la esclavitud y la discriminación racial. Estaban unidos también en la estrategia de movilizar a toda la población del país a partir de la invasión de Oriente a Occidente. Los unió también la vocación internacional que aspira a formar una patria integrada a América Latina y el Caribe, y en fin, una vocación de universalidad que se halla en la sustancia de la cubanía. La diferencia entre estos tres grandes próceres se encontraba en la forma de organizar la dirección política de la Revolución y las relaciones entre el Ejército Libertador y las autoridades políticas, y en las concepciones que cada cual tenía sobre el asunto influía su propia experiencia personal.

Estos debates giraban sobre los temas institucionales de implicaciones jurídicas que nos enseñan, además, la hermosa tradición de sensibilidad y pensamiento sobre el Derecho que tenían nuestros héroes.

A más de cien años de distancia, teniendo a la vista el encuentro de Gómez, Maceo y Martí, en 1884, en Nueva York, y con la mente puesta en lo que debieron ser las conversaciones de La Mejorana, hoy todos los cubanos llevamos en el corazón aquel infinito respeto, admiración y cariño que Martí sentía por Gómez y Maceo. El pueblo y la historia los ha situado a los tres como el núcleo central de la guerra de independencia de Cuba.

El gran mérito histórico de Martí fue unir a todos los factores dispuestos a la guerra, organizarla, hacerla viable y, partiendo de ello, transmitirle una ideología y una proyección política. Al darle una política a la guerra, Martí actuaba con un gran realismo y sentido práctico. No fueron pocos los obstáculos que encontró para alcanzar este objetivo. Dijo: "Comprendí que debía enfrentar la acusación de oponerle trabas leguleyescas a la guerra de independencia". Mucho había estudiado y superado Martí los reparos civilistas que obstaculizaron la Guerra del 68. No había, tampoco, en Gómez y Maceo aquellos gérmenes de caudillismo que hicieron naufragar la Guerra Grande en el Pacto del Zanjón. Sin embargo, en las discusiones de La Mejorana, residuos de estas viejas cuestiones estaban presentes en la mente de aquellos gigantes de la historia.

Tras la intervención norteamericana y la Asamblea del Cerro, dicen que Máximo Gómez planteó que aquella era la hora de Martí, asimismo, cuando lo invitaron a organizar un partido político dijo que era Martí quien sabía hacerlo.

Es muy difícil encontrar entre los forjadores de naciones una pléyade tan amplia de insignes patriotas y con tal relevancia y significación, y es difícil también encontrar un acercamiento tan profundo como el que se logró en Cuba entre ellos, y esto fue garantizado por la unidad del país para alcanzar su independencia. Se logró porque estaban unidos en el mismo objetivo al que hacemos referencia y por el inmenso respeto a la tradición de cultura jurídica de la nación cubana.

Otro elemento importante de esta narración histórica que hace Rolando se halla en que todos los patriotas cubanos, y en especial Martí, combatiente radical contra el sistema colonial español, exhortaban continuamente a la idea de que los hijos de Iberia que después del triunfo desearan incorporarse a ella, serían recibidos con los brazos abiertos. Hay un llamado constante a los españoles a confraternizar, a unirse. Esto está en la médula del pensamiento de Martí, Gómez y Maceo. Esta es también una enseñanza ética.

El martiano verdadero no puede combatir a ningún otro pueblo de la Tierra, sino llamarlo a la lucha solidaria por la dignidad plena del hombre. Así nos incita también el Apóstol a vincularnos con el pueblo norteamericano. Recuérdese que Martí había señalado que con la independencia de las Antillas se podría no solo garantizar la de nuestra América, sino también, (cito) ayudar a salvar el honor —para la gran república del Norte, que en el desarrollo de su territorio por desdicha, feudal ya, y repartido en secciones hostiles— hallará más segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la pelea inhumana que con la posesión de ellas abriría contra las potencias del orbe por el predominio del mundo (fin de la cita). Este pensamiento estaba muy vivo en Martí en aquellos días finales de su vida. Desde luego, para tan altos propósitos, tenía que trabajar en silencio porque hay cosas que de decirse en lo que son levantarían obstáculos demasiado poderosos y no se podría alcanzar sobre ellas el fin. Todos estos sentimientos estaban en la mente del Apóstol en aquellos dramáticos días que Rolando narra en su libro.

Se describen las posiciones honorables de Ximénez de Sandoval, el oficial español que dirigió la batalla en la cual perdió la vida José Martí. Era, desde luego, un enemigo nuestro y combatíamos en el campo de batalla con toda la pasión y firmeza de nuestra causa, pero hay que reconocerle su posición caballerosa frente a la muerte del Héroe Nacional cubano.

Después de estar preparado este libro, Rolando encontró nuevos documentos esclarecedores que divulgó en nuestra prensa y los ha recogido en un texto la editorial Sed de Belleza, de Santa Clara, lo cual constituye un complemento para esta obra.

En fin, este libro es una enseñanza acerca del carácter del cubano y de su historia. Se confirma en este texto lo que afirmó Fidel Castro: Nosotros entonces habríamos sido como ellos, ellos hoy habrían sido como nosotros.

26/02/2002

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