Con el sugestivo título de "Suite Europa 2002" fue abierta en el edificio de colecciones universales del Museo Nacional de Bellas Artes una heterogénea exposición de artistas plásticos iberoamericanos que exhibe las excelencias de las tecnologías de punta aplicadas al arte.

Jesús Gracia Aldás, embajador de España en la isla, al inaugurar la víspera esta muestra itinerante por Europa y 20 países latinoamericanos, la calificó de encuentro de las culturas cubanas y peninsular que refleja el interés de su patria por servir de senda entre "Nuestra América" y el viejo continente.

Por su parte Moraima Clavijo, directora de la emblemática institución cultural criolla, destacó los históricos lazos que unen ambas naciones y agradeció que la exposición hiciera su primera escala latinoamericana en Cuba.

Ana Tomé, directora del Centro Cultural de España, subrayó la calidad de la tecnología empleada en las reproducciones que se pueden apreciar en Bellas Artes hasta el próximo 24 de marzo y dijo que por vez primera el MINREX de su país itineraba una exposición con tales características.

La muestra, bastante modesta por el número de obras -36- y por la desigual calidad de lo expuesto, es un muestrario de los nombres más establecidos de la más reciente pintura española e incluye sólo a tres latinoamericanos, entre los que se encuentra el criollo Kcho, infaltable actualmente en los primeros circuitos del mercado universal del arte.

Chovinismo aparte, lo más impactante del conjunto son los trabajos de Alexis Leyva Machado (Kcho) —sobre todo el titulado Otro soñador de navíos—, que reafirman su genialidad como consumado dibujante y confirman cómo desde la precariedad material se puede hacer arte de primera magnitud.

En un aparte informal con la prensa cubana, el campechano Kcho descubrió que sus obras estaban hechas con la ancestral, afrocubana y multipropósitos cascarilla sobre papel negro y que la etiqueta de instalacionista que le han endilgado es un mito, porque el dibujo es el punto de partida de todos sus trabajos.

Kcho catalogó a la muestra de bonita pero común porque resultaba muy difícil reunir y dar coherencia a artistas de tan diversas tendencias creativas, aunque elogió las potencialidades de la gráfica digitalizada ya que permite hacer infinita cantidad de copias sin desmedro de la calidad.