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Para las nuevas generaciones de médicos Una huella edificadora Héctor Hernández Pardo
En ese proceso ocupan un lugar prominente los casi 3 mil médicos que, después del triunfo revolucionario del 1ro. de Enero de 1959 desoyeron los cantos de sirena del Norte revuelto y brutal, se negaron a abandonar el país y se integraron, con honradez científica y lealtad patriótica, a la edificación de una sociedad verdaderamente justa. De ellos emergieron los primeros profesores para las escuelas de medicina, ellos fueron los formadores en los que confió la dirección del país los planes, entonces solo proyectos y para algunos sueños, que hoy confirman la justeza de la visión que desde aquella época tuvo Fidel. Este 22 de febrero hubiera cumplido 76 años uno de aquellos médicos que no dieron la espalda a la Patria; sino que, por el contrario, se enrolaron en la primera fila de su defensa: doctor Oscar García Fernández, recientemente fallecido. Su vida se relaciona no solo con los servicios que prestó en el campo de la Salud Pública; sino que su vocación formadora y cultura enciclopédica que le caracterizaban, lo ligaron estrechamente también a la educación superior y a la diplomacia. Graduado de Medicina y en Administración de Hospitales e Instituciones Asistenciales a principios de los años 50, participó en la organización del sistema hospitalario del Ministerio de Salud Pública revolucionario, desarrolló e introdujo la especialidad de Coloproctología, tanto en el Hospital Calixto García como en la Facultad de Medicina de la U.H. impartió docencia de su especialidad, participó en la estructuración del Consejo Científico del MINSAP, fue clave su trabajo en la preparación de importantes congresos médicos nacionales e internacionales celebrados en Cuba. Fue vicerrector docente y vicerrector primero de la Universidad de La Habana, viceministro de Educación Superior, embajador de Cuba en España y rector del Instituto Superior de Relaciones Internacionales y presidente de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO. Laboró en el estudio y propuestas de la estructura del Ministerio de Educación Superior y la red de centros en todo el país; dirigió la tarea de diseño y organización de la educación de postgrado, concibiéndose como cuarto nivel del Sistema. En Oscar se juntaba esa rara mezcla de hombre de ciencia práctico (nunca abandonó su profesión como especialista y cada vez que pudo incursionó en investigaciones propias de su rama médica), y la de un estudioso de las ciencias sociales. Vísperas de su fallecimiento, hace solo unas semanas, le recuerdo entusiasmado en la misión de coordinar el trabajo del Colegio de Ciencias Sociales de la Universidad de La Habana, que aspiraba a convertir en un foro de primer nivel intelectual, donde se cultivara la cultura del debate. y aportara, en un momento dado, a cualquier necesidad del país. Siempre se sintió muy comprometido con el proceso revolucionario. El no provenía de cuna humilde; pero echó su suerte con la causa de los humildes. En la etapa prerrevolucionaria se vinculó a grupos antibatistianos y la clínica que fundó en 1955 fue lugar propicio para ayudar a revolucionarios y acopiar medicamentos con destino a la Sierra Maestra. Desempeñó, junto con un valioso grupo de galenos, un rol destacado frente a profesionales reaccionarios en el seno del Colegio Médico y, cuando se fundan las milicias nacionales revolucionarias, está entre los primeros. A él siempre se le recordará dondequiera que estuvo, porque allí dejó su huella edificadora. |
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