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Crónica de un espectador Moulin Rouge ROLANDO PÉREZ BETANCOURT Moulin Rouge es de esas películas que pueden hacer llegar la sangre al río, tanto en el terreno de la crítica pura como en el entrecruce verbal de los espectadores. Algunos de los primeros la han calificado de " vacuo artificio plástico", otros de "innovadora, arrogante y en definitiva, fascinante".
Ya en su segundo filme, una adaptación del Romeo y Julieta de Shakespeare, Luhrmann demostró sus cualidades de renovador a partir de una hábil combinación de lo clásico con lo moderno. El despliegue musical utilizado entonces, y en especial su singular utilización del montaje, hicieron pensar que este artista, con vasta experiencia en el teatro y en la ópera, podía aparecerse en su tercer título con una propuesta riesgosa, desconcertante, pero también con grandes posibilidades de turbar al mundo del cine. Y así ha sido. Lo que Coppola no logró con su fallida Corazonada (1981), experimento que perseguía renovar el musical sin descartar la utilización de algunos caminos ya trillados, Luhrmann lo obtiene mediante una combinación de propósitos que, como todo atrevimiento innovador, no deja de resultar polémico. Moulin Rouge parte de una sólida estructura melodramática, de aquellas que hicieron llorar a abuelos y bisabuelos y que luego, de tanto manoseo a lo largo de los años, terminaron por perder efectividad, convertirse en eje de parodias y burlas y ya en nuestros días hacerse factible solo para aquellos artistas que la asumían como alto reto o transformación estética (Recordar casos como El color púrpura o la más reciente Bailando en la oscuridad.) La historia es bien simple: en el mismo comienzo del siglo pasado un joven escritor llega al famoso Moulin Rouge dispuesto a triunfar mediante su pluma. En París conoce a un grupo de artistas bohemios —Toulouse-Lautrec a la vanguardia de ellos— que afincados en la libertad que contra el pensamiento convencional ofrece la modernidad, lo involucran en un proyecto inesperado: Él escribirá una obra para Satine (Nicole Kidman), cortesana y estrella del lugar que quiere ser una gran actriz, codiciada ella por un adinerado duque y beldad tocada con un signo trágico, "a lo dama de las camelias". Por supuesto que el amor y la intriga llegarán de la mano de una estructura escénica deudora del vodevil. Pero muy poco sería el filme si se quedara en los viejos postulados de la comedia fría y el equívoco. El director hace entonces derroche de un despliegue visual arrebatador, lleno de colorido, magia y fantasía. Un deslumbre que si bien en los primeros instantes sorprende y hasta marea algo al espectador, debido a las directrices visuales del videoclip en que se apoya, muy pronto demuestra que no hay nada de piroctenia industrial en ese formato y sí una convicción de innovación artística, sostenida y madurada durante dos horas concebidas para que el espectador no respire y disfrute una historia de amor "bien contada", como exigía Hemingway. Muy poco le debe Moulin Rouge al tradicional musical de Broadway tantas veces incorporado al cine de Hollywood. De ahí que un cierto tipo de espectador norteamericano haya reaccionado desfavorablemente, o exprese su turbación ante esta entrega dominada de principio a fin por una intertextualidad musical que reacondiciona lo clásico del género mediante canciones pop tomadas de aquí y de allá como apoyatura dramática. Al no tener la cinta un tema musical propio, se asiste lo mismo a un cover de Roxanne, original de Sting, que el homenaje que le ofrece la Kidman a la Monroe cantando Los diamantes son el mejor amigo de una chica. Un pastiche audiovisual donde también se escucharán temas de Madonna, Elton John, Los Beatles, Queen y muchos más. Temas que al ser reconocidos por los espectadores, les harán aflorar una sonrisa de reconocimiento al poder asociativo de los realizadores. Nicole Kidman extraodinaria, entre otras cosas porque tiene que representar según los diferentes tonos dramáticos que va pulsando la cinta. Además de cantar ella misma. Ewan McGregor no se le queda atrás como el joven escritor. No se sabe cómo terminará ese duelo a espadas que en el mundo han sostenido los críticos con relación a los valores de Moulin Rouge. Pero sí puedo afirmar que de la sangre que llega al río, la de mejor calidad es sin duda la que brota gritando que se trata de una excelente película. |
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