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15/02/2002
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Los entresijos de la burbuja virtual

Una visión sobre la explosiva realidad financiera mundial ofreció a los participantes en el IV Encuentro Internacional de Economistas, Francisco Soberón, ministro presidente del Banco Central de Cuba, en un esfuerzo de advertencia de los peligros que acechan a la humanidad por los increíbles volúmenes de la actividad especulativa desatada por la globalización neoliberal.

Foto: JORGE LUIS GONZÁLEZFrancisco Soberón, ministro presidente del Banco Central de Cuba, hace una intervención especial.

Como ejemplo del tamaño de la burbuja financiera, Soberón recordó que la capitalización total de las bolsas de valores en los países desarrollados a mediados del 2000 era de 31,2 millones de millones de dólares, prácticamente similar al Producto Interno Bruto (PIB) mundial de ese año que se calcula en 31,3 millones de millones de dólares.

Por supuesto, la especulación bursátil se concentra fundamentalmente en países muy ricos, pero la desmesura por las ganancias fáciles los han llevado a demandar la creación de bolsas en todas partes y hoy hay 110 países con ellas.

En su exposición, titulada Economía virtual y economía real, Soberón explicó que esta burbuja financiera está estrechamente ligada a la economía real e influye en ella paranoicamente, pues crea una sensación de riqueza en los tenedores de acciones, que con frecuencia tienen un valor decenas de veces por encima de las ganancias verdaderas de las empresas, lo que produce una especie de lucro parasitario.

La inmensa mayoría de esas operaciones especulativas son realizadas por empresas denominadas "inversionistas institucionales", cuyas operaciones no tienen nada que ver con las empresas reales de las que manejan las acciones, pues su único interés es multiplicar ganancias a cualquier costo.

Como el neoliberalismo exige que no se controle a los especuladores institucionales, realmente, en muchos países, los gobiernos se limitan a apoyar el saqueo de sus divisas, a reprimir a la población —para lo cual siempre alcanza el dinero— a asumir las culpas para que no cargue con ellas el mercado y, por supuesto, a "salpicarse" con las privatizaciones y cargos que reparten las empresas beneficiadas.

Estas circunstancias —explicó Soberón— incrementan de manera extraordinaria los riesgos de crisis y pueden llegar a causar grandes desastres para las que el sistema capitalista no tiene fórmulas de prevención ni control.

15/02/2002

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