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15/02/2002
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Lecturas

Juegos invernales

ROGELIO RIVERÓN

La idea de que no hay una realidad, sino acaso percepciones individuales de esta, es trabajada subliminalmente en Juegos de diciembre, de Félix Sánchez Rodríguez. Novela que conquistara el Premio Emilio Ballagas, en Camagüey, y que la editorial Ácana publicó en el 2001, valientemente propone un ejercicio de sostenida dificultad: sacar provecho literario de la intrascendencia. En el empeño de conseguir un camión, un simple vehículo de mudanzas, se ven enredados de pronto unos seres, cuyo desenvolvimiento no da a primera vista para ser observado. Y, como al desgaire, uno ingresa a un mundo en el que el realismo sugiere absurdos, pasos cotidianos que se abren a significados que no hubiéramos sabido prever. Esta novela, a despecho de su brevedad, de su abstencionismo fabulatorio, traza parábolas de sutil gallardía. Es, a su manera, un experimento sobre cómo enfrentar la tradición en lo relativo a la escritura y también a lo idiosincrásico.

Félix Sánchez Rodríguez (Ciego de Ávila, 1955) parece empeñado en dignificar el acto consuetudinario de ordenarse sobre el mundo. Cómo ha logrado asimilar que el día a día no es obligatoriamente oneroso si de estética se trata, es algo que quizás deba preguntársele. De cualquier manera su literatura brega en una tradición que no es aconsejable perder de vista. Me vienen a la mente algunos cuentos de Eduardo Heras León, Final de día en específico, y la novela Un tema para el griego, de Jorge Luis Hernández. Pero, obviamente, no comparo calidades; trato solo de esbozar sobre la marcha un esquematismo, una comodidad de la crítica.

En Juegos de diciembre se ha previsto una linealidad que logre sacar a flote lo inverosímil de algunos momentos, las ansiedades que acechan al Hombre, no importa cuál sea su predisposición. Es un procedimiento acumulativo que sabe contenerse, que deja la posibilidad de una salida, incluso más allá del perímetro de la novela, y que elude una autoconmiseración que solo conseguiría avivar nuestras bien entrenadas sospechas de lectores.

Tengo la impresión de que un premio de novela como el Emilio Ballagas, el cual puede llevar a un sitio de privilegio a las instituciones a cargo del libro en Camagüey, merece una tirada superior a los 500 ejemplares. Es aconsejable para la jerarquización del certamen y, ya en la práctica, para esta obra de Félix Sánchez, que busca una expansión merecida.

 

NOTA: Este título, presente en la etapa habanera de la Feria y que tendrá una presencia especial en su inminente estación camagüeyana, es un ejemplo del beneficio que reciben los territorios con el programa editorial impulsado por la dirección del país.

15/02/2002

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