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12/01/2002
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Morante, diseño de una vida

Antonio Paneque Brizuela

Foto: RAÚL LÓPEZParecerá juego de palabras o tal vez hasta metafísico, pero, Rafael Morante, diseñador, parece ser uno de esos hombres que ha logrado diseñar su vida. De modo preciso, casi plástico, con borrones y tachaduras por el riesgo inevitable de lo humano, este defensor del dibujo clásico ha ido conformando, año tras año, trazo a trazo, su personalidad de infinito soñador de formas.

Nacido en España en 1931 y ya en Cuba después del término de la Guerra Civil, uno de los primeros pincelazos notables del artista sobre ese pliego vital fue quizás cuando estudió en la Escuela Profesional de Publicistas (1958).

Trazado que tuvo su inmediato enlace cuando pasó a trabajar en agencias como la Organización Técnica Publicitaria Latinoamericana (OTPLA), de donde era director artístico Raúl Martínez, cuyo nombre lleva precisamente el Premio Especial de Diseño otorgado a él a fines del pasado año "por la obra de toda la vida".

¿Qué momento está viviendo el diseño cubano? Te puedo hablar de lo que yo veo en la calle: de los libros y revistas, porque prácticamente otra cosa se ve poco, ¿no? Aunque se hace un diseño para productos industriales y hay vallas. Pero el cartel ha caído mucho, casi no se ven nuevos carteles.

También laureado en el 2001 con el premio Espacio de la Asociación Cubana de Publicistas y Propagandistas, Morante proseguiría a partir de aquellos tiempos una trayectoria con sus trazos que lo llevarían a ser uno de los primeros afichistas en el medio cinematográfico junto a Eduardo Muñoz Bachs, realizador del primer cartel del ICAIC, a quien caracteriza de "personaje maravilloso, de esos que se dan pocas veces".

Creo que para el diseño ahora hay más posibilidades, pero menos resultados que nunca. El libro se salva solo en alguna medida, porque también ha caído en el agujero negro que es la computación. No por prejuicios, pero creo que la computación, que facilita mucho el trabajo, aumenta la productividad, también puede convertirse en un medio para hacer diseños de poco valor.

Su etapa en el cine, "uno de los dos momentos (1963-1965) fundamentales de mi carrera", constituyó así para él, salvando posibles denuestos, una especie de ambrosía creativa que incluyó dos de sus obras de más estima: el primer Charlot cubano, "cuando se creó la Cinemateca de Cuba", y el acorazado Potemkin, "uno de mis mejores trabajos".

"Muñoz —recuerda Morante— retomó esa imagen de Chaplin y la explotó al máximo y lo hizo como él sabía hacerlo. Con ese sentido tan poético que tenía él".

Un factor importantísimo sería que todos los diseñadores supiesen dibujar, pues el dibujo es como la base, el cimiento de todo lo demás. El uso de programas de computación hace que los diseños de casi todas las revistas se parezcan unos a otros, como si los hiciera la misma persona.

El segundo gran momento en la existencia del artista ha sido el diseño de libros, los insustituibles libros de los cuales es también "furibundo lector" y sobre cuyas cubiertas ha exhibido muestras desde hace ya algún tiempo con la Editorial Gente Nueva, especialmente en sus últimas ediciones sobre el pródigo Verne.

El libro es un soporte extraordinario para diseñar porque tienes que partir de una interpretación muy especial de la concepción que haya tenido el autor. Luego de leerse el texto en serio, hay que reflejar su espíritu. Esa especie de reto es muy importante. Me he sentido siempre muy bien diseñando libros.

12/01/2002

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