![]() |
|
Argentina La quiebra sangrienta del neoliberalismo JOAQUIN RIVERY Las recetas misilísticas del FMI, con sus ojivas múltiples de estabilidad macroeconómica a ultranza, leyes de mercado y apertura absoluta de las fronteras, hicieron blanco completo en Argentina y el gobierno de Fernando de la Rúa voló por los aires con la explosión de los hambrientos, que prefirieron las balas neoliberales a la inanición. Las implacables medidas de ajuste económico causaron la estampida social de una nación que no quiso comenzar el año 2002 bajo las mismas condiciones y se sacudió al gobierno, decretando con ello la quiebra de un neoliberalismo dictado sobre la base del engaño y la fuerza. Argentina ha resultado un claro ejemplo para tener en cuenta por quienes aún en América Latina imponen las líneas del Fondo Monetario Internacional para que las mayores empresas —extranjeras y nacionales— se beneficien de la fiereza del capitalismo aunque sea aplastando a la población de menores recursos. En años iniciales de la década de los 90, la aplicación de las recetas del Fondo llevaron a un engañoso crecimiento del país, pero bastó la crisis mexicana de 1995 y el "efecto tequila" reveló las debilidades de una teoría que se sostenía gracias a la depauperación de las personas. Los primeros años fueron los de privatizaciones absolutas (hasta parques se entregaron a manos particulares), apertura total a la importación con abandono de la protección a la industria nacional, eliminación de derechos de los trabajadores para su más fácil despido por los empresarios y otras medidas. La crisis del sudeste asiático de 1997 estremeció al país y nunca más se repuso, pues en 1998 la recesión se apoderó de la economía argentina y no la ha abandonado desde entonces, a pesar de que el gobierno de Carlos Menem (primero) y de Fernando de la Rúa (después) han ensayado numerosos ajustes de los recomendados por el FMI sin resultado alguno. El equilibrio macroeconómico parece no funcionar. De un lado, la práctica de reducir los gastos y el aparato estatal se cumplen a rajatabla, pero de otro no se logra de ninguna forma un balance fiscal neutro o positivo y, por tanto, el Estado siempre está en déficit y con reclamaciones fondomonetaristas para que arregle el problema. Añádase el condimento de que nada, absolutamente nada, ha podido reducir la deuda externa del país. La aplicación del neoliberalismo solamente ha logrado aumentarla hasta la astronómica cifra de 132 000 millones de dólares para una población de 34 millones de habitantes: cada ciudadano debe al nacer casi 4 000 dólares al exterior. Las ventas al capital extranjero de las mayores empresas y recursos naturales conllevó siempre reducción de plantilla, el mismo camino seguido por los empleadores nacionales, unos y otros empeñados en eludir los pagos de impuestos, reducir salarios y gastos en general e incrementar todo lo posible las ganancias. Los estallidos sociales parciales por el aumento acelerado y preocupante de la miseria, ocurridos a lo largo de los últimos años, no parecen haber preocupado a los gobernantes, siempre protegidos por sus altos salarios y sus vinculaciones con bancos, grandes compañías y capitales propios. Pero la acumulación llegó a límites insoportables cuando el desempleo golpeó a más de cuatro millones de personas y el hambre se desencadenó por el país, mientras Domingo Cavallo, ministro de Economía, y el presidente Fernando de la Rúa se ensimismaban en los problemas de una deuda que no podían pagar ni arruinando más a sus compatriotas y eran ciegos y sordos a los reclamos de la población. Un sistema de gobierno incapaz deja a Argentina en medio de enormes dudas: ¿cuándo se decretará el cese de pagos de la deuda?, ¿se dolarizará definitivamente el país?, ¿se devaluará la moneda y se arruinará aún más a una clase media en repliegue?, ¿continuará la represión de masas hastiadas de sufrir? Los disparos de la policía contra la población no solamente fueron ordenados por el gobierno de turno, sino también por el Fondo Monetario Internacional en una demostración inigualable de las posibilidades de la democracia representativa. Ya sola esa democracia representativa era un dolor de cabeza; al unirse al neoliberalismo el molde no aguantó más. Los sangrientos hechos de Argentina de este diciembre provocaron en las autoridades del Fondo algo así como el instinto de conservación. Inmediatamente intentaron convencer de que la fría institución defensora de los grandes bancos transnacionales no tenía ninguna culpa de los sucesos. Se trataba de una defensa intuitiva de su doctrina neoliberal. Deseaban evitar que en la región se llegase a la inevitable conclusión de que la culpa era de sus recetas. No debemos olvidar que la doctrina neoliberal no surgió en cualquier lugar del planeta. Ella es hija natural y legal de las escuelas económicas de Estados Unidos, mantenidas y estimuladas para que sus genios científicos defiendan con sus aportes y teorías a las grandes multinacionales, al gran capital financiero, al imperialismo. De allá surgió inmediatamente la voz de la Casa Blanca mostrando preocupación y recomendando a Argentina "colaborar" con el FMI para encontrar una salida a la enorme crisis económica, política y social en que se encuentra sumergida. Ambos, el gobierno de
Washington y el Fondo, no quieren reconocer, en fin de cuentas, que los
sucesos de Argentina señalan algo bien nítido y augurado: el fracaso
total del neoliberalismo en América Latina. |
|