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19/12/2001
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Argentina 

La ferocidad del hambre

JOAQUÍN RIVERY

El hambre que roe frenéticamente los estómagos argentinos es difícil de comparar con lo que sea. Los retortijones de los intestinos vacíos llevan a la gente hacia los supermercados de abundante comida y —no pueden evitarlo— los asaltan.

Foto: REUTERSLa policía argentina reprime a la población que protesta por la política económica del gobierno. 

Una madre con un bebé de seis meses, famélico y transparente, lejos del palacio presidencial donde siempre se come y de la barriga satisfecha del Ministro de Economía, exclamó a la agencia Reuters: "Desde hace dos días lo único que le he podido dar es mate, no tengo dinero ni comida". Ella misma llevaba una semana sin comer.

Se trata de un problema muy difícil de arreglar mientras el gobierno está preocupado casi únicamente con el pago de una deuda externa que él mismo contribuye a aumentar con nuevos empréstitos y triquiñuelas que eternizan la situación.

Foto: APEn la ciudad argentina de Rosario comenzó la entrega de alimentos a la población desempleada.

Una de las mayores interrogantes para los observadores es cómo el país va a salir de la crisis perversa en que se encuentra, cuando cada ajuste solamente parece agravar las cosas y está corriendo el cuarto año de una economía en recesión, de una nación que va hacia atrás.

La desesperación de grandes grupos de la población se ve fácilmente cuando se sabe que cada día hay supermercados bajo el sitio de centenares de personas que reclaman comida y los administradores se ven obligados a complacerlos no por solidaridad, sino porque si no lo hacen los hambrientos pueden tomar los alimentos por asalto.

No hace tantos días uno de los desempleados citó a la prensa y se suicidó delante de las cámaras por no encontrar una salida para sobrevivir.

Otros tal vez tengan nervios más fuertes, pero la cifra oficial de más de dos millones y medio de desempleados completos puede aterrar a cualquiera o llevarlo a formar uno de esos "piquetes" que en cualquier parte de Argentina cortan carreteras a cada rato para reclamar un subsidio que evite la muerte por inanición de algún pequeñito.

En medio de todo, con esos desempleados, después de tomar la medida de retener el pago raquítico de jubilados en la miseria para pagar los intereses de la deuda externa, cuando los trabajadores se sublevan en una huelga de rabia por la impotencia, el presidente Fernando de la Rúa declara que no comprende por qué se convoca al paro.

Junto a un supermercado bajo asedio, Reuters encontró a un enmascarado que se nombró Miguel y le dijo: "Por la crisis cerraron la fábrica de ropa donde trabajaba y me quedé en la calle, por eso soy piquetero y no me avergüenzo de pedir comida. Tengo hambre, pero lucho con dignidad".

A veces los dueños o administradores no dan comida y los hambrientos asaltan los supermercados. En otras ocasiones van directamente a tomar las cosas por su mano, sin pedirlas. Pero no todo el mundo hace lo mismo, pues la política del gobierno ha llevado a muchos acaudalados argentinos a aumentar su riqueza.

La misma agencia recogió la opinión de una mujer enjoyada antes de entrar en su lujoso vehículo junto a un establecimiento de la cadena Carrefour: "Estos vagos lo único que les interesa es el quilombo (desorden)".

En medio de esta llamarada de protestas y asaltos, el gobierno permanece con actitudes tibias. Después del pasmante asombro presidencial por la huelga la semana pasada, solamente el martes el ministro de Trabajo, José Dumón, llegó a reconocer la existencia de "tensión social" en el país.

En realidad, lo que existe en Argentina es un incendio social que, además, no tiene ninguna señal de amortiguarse. Rosendo Fraga, director de la empresa de consultoría Unión para la Nueva Mayoría, señalaba: "Con desempleo récord, los saqueos que comenzaron el 14 de diciembre son un indicador de estallido social. La tensión social ha comenzado a estallar y ello puede acelerar la crisis económica y política de ahora en más".

19/12/2001

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