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19/12/2001
Portada de hoy

De dos a tres millones de niños son víctimas de la explotación sexual

Modernidad y leyes del mercado

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

La tecnología y la informática, a caballo sobre el poder financiero, han rediseñado un mundo lleno de atractivos y también de dominios mediante la llamada mundialización de la cultura.

El término no deja de tener su hechizo por cuanto hace creer a muchos que desde el metro cuadrado que se encuentran pisando, ellos también forman parte de ese mundo.

Y lo forman, pero a partir de un concepto de pensamiento único que día tras día se recibe aupado por las más ancestrales leyes del mercado y del cual, para escapar, es necesario moverse entre las luces de un pensamiento crítico.

El tema es rico y bien merece un tratamiento exclusivo.

Pero un informe de última hora hace que desviemos el tiro hacia una de esas inagotables "orejas peludas" que, aprovechándose de los adelantos de la tecnología y de la informática, integran un acápite de espantos en la llamada mundialización de la cultura: la pornografía infantil.

Entre dos y tres millones de niños en el mundo son víctimas anualmente de la explotación sexual, acaba de dar a conocer un Segundo Congreso Mundial que se celebra en Yokohama, Japón, auspiciado por la UNICEF y que examina las medidas y luchas contra la prostitución y el tráfico de los menores. Adelantos ha habido desde el primer encuentro en Estocolmo, en 1996, se afirmó allí, pero "notamos el desarrollo de una nueva criminalidad, vía Internet".

Los representantes de los 122 países reunidos hace cinco años habían declarado con toda solemnidad que la explotación sexual de los niños "equivalía a un trabajo forzado y a una forma contemporánea de esclavitud" y propusieron obrar en cuatro direcciones: cooperación internacional, prevención, protección y reinserción de las víctimas en una vida normal.

Lo que queda en la mente de esos niños "rescatados", sin embargo, no cabe en ningún informe y es como para estremecerse. Sin ser artistas han posado una y otra vez delante de las cámaras para que sus imágenes sean difundidas a los cuatro vientos, bien en soporte de video o vía Internet. Mercancía destinada a entretener la imaginación del diablo o a proponerle a su baba rumiante la captura en vivo —pasaje de avión mediante— de esas pobres víctimas de la pobreza.

Porque si algo queda claro en la conjura internacional que pone en vitrina electrónica la frescura y calidad de la mercadería —y luego la mancilla en el ancestral trueque de alma por dinero— es que esta se urde a partir de niños desamparados y hambrientos. Menores poco conocedores de la calidez de una familia o de un aula escolar, reclutados gracias a los embelecos de unos reyes magos de nuevo tipo, que entre sus tentaciones esgrimen la posibilidad de salir del abismo y comenzar a consumir de todo, consumir hasta el infinito, incluida la misma droga que en ocasiones acabó con unos padres demasiados atontados para salir en busca del paradero de sus hijos.

Aunque la reunión de Yokohama, en la que participan más de 3 mil representantes de 119 países, ha rendido un informe en el que se evidencian adelantos, también alerta de que la batalla no se ha ganado y se lamenta que solo 34 países, de los 122 involucrados en la primera cita, elaboraran un plan de acción en contra de la prostitución, tráfico y pornografía de menores.

De ahí que la cifra de las víctimas involucradas no se pueda precisar con exactitud y se calculen entre los dos y tres millones de niños.

Cada uno de ellos, un dolor y una vergüenza para el género humano. Bochorno de las cavernas en tiempos de una modernidad electrónica que, entrampada en si misma, no puede sacudirse de una vieja ley del mercado, ratificadora de que en el reino de las grandes diferencias, hasta la candidez de los ángeles puede ser vendida. 

19/12/2001

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