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12/12/2001
Portada de hoy

Nace un manantial en Cruz de Piedra

MARÍA JULIA MAYORAL

Al principio era una mujer prácticamente sola, estrenándose como bibliotecaria de una biblioteca inexistente, acomodando el nuevo local, recién terminado por los constructores, con la ayuda de alumnos y vecinos.

La biblioteca se ha convertido en uno de los sitios preferidos por los muchachos.

Luego vendrían los pupitres y textos nuevos aportados por Educación, las relaciones mayores con esa comunidad cercana, llena de conflictos materiales y muy necesitada también de alicientes espirituales.

Foto: ALDO MEDEROSMaría Ducás (en el extremo izquierdo) organiza con los vecinos nuevas ideas para la transformación del barrio.

Empezó así, en las afueras del municipio capitalino de La Lisa, el vínculo entre la Secundaria Básica 28 de Enero y la comunidad de Cruz de Piedra, compuesta por un área de inmuebles asediados por la vejez, y varios bloques habitacionales con deficiencias constructivas, donde residen familias de 13 de los 15 municipios en Ciudad de La Habana, en espera de una solución definitiva para sus problemas de vivienda.

La computación, el gran suceso.

Aunque en el asentamiento influyen la falta de sentido de pertenencia e identidad, no escasean los dispuestos a chapear las áreas verdes del centro estudiantil, ni los que, en determinadas situaciones, aportan frazadas de piso, encendedores para las lámparas u otros medios deficitarios, según cuenta la maestra de Historia, Lourdes González Llanes, actual directora del plantel, ubicado al pie de la carretera que conduce al Guatao.

En el colectivo docente de la 28 de Enero aumentan los decididos a incorporarse a las labores con la vecindad. Hace un buen tiempo que María Ducás (la bibliotecaria) dejó de estar sola. Gilda Hernández Alfonso, maestra de artes plásticas, enseña distintas técnicas para la confección de artesanías a un grupo de mujeres en Cruz de Piedra y persiste en caminar la zona junto a los alumnos buscando datos sobre la historia local, los valores de su flora y potencialidades en los cultivos.

Del aprendizaje manual, surgió la idea de montar obras infantiles de teatro. En ese mundo incipiente, Roelvis Tauriago, vecino y trabajador de áreas verdes, crea las historias, cuyos personajes cobran vida en los títeres de Marta Ramos Alambare.

A la par, Magalys González —imparte Física— empezó con los muchachos un Club Clic promotor del ahorro de energía eléctrica, mientras que Marta Brito, se prepara para acoger en las noches, dos veces por semana, a los adultos interesados en aprender Inglés. En cambio, Nito (Eugenio Miranda), el maestro de computación, debe seguir explicando que en el caso de su asignatura todavía no ha llegado la hora de abrir las puertas al barrio: primero deberán pasar el curso los demás docentes y en las jornadas diurnas el tiempo de máquina es para los educandos.

Así y todo —comenta— a cada rato va alguien a mi casa, vivo cerca, a pedirme que lo tenga en cuenta por si en algún momento se abrieran las matrículas para la gente de la zona, pues por aquí no hay otro lugar donde poder aprender.

Entre los escolares, el asunto de la computación también es un gran suceso. Yarenis Cepero, Dayana Ríos, Ismary Córdoba, alumnas de noveno grado, indican que por medio de las computadoras además obtienen información para variados trabajos de clase en Español, Física, Química, Biología, Historia, Artes Plásticas e Inglés o pueden adentrarse en los juegos didácticos.

En tanto, la próxima entrada de otra bibliotecaria, posibilitará ampliar el servicio, con el ánimo de encauzar distintas actividades culturales o recreativas para niños, jóvenes y adultos, incluyendo las proyecciones de video y el habitual uso del televisor, ubicado allí para el disfrute de la comunidad.

Gracias a los investigadores del proyecto comunitario Espiral, auspiciado por la Institución Cultural La Barraca del Teatro Nacional de Cuba, ahora poseen un diagnóstico más preciso sobre la situación en Cruz de Piedra. A partir de ese estudio, María Ducás y un grupo de vecinos, al frente de las organizaciones de masas, iniciaron nuevos debates sobre qué hacer con medios propios, aunque a sabiendas de que muchos males económicos y materiales escapan a las posibilidades locales.

La escuela 28 de Enero es la sede de tales intercambios, confirmando que allí nace un manantial de esperanzas, aunque al decir de María todavía lo hecho es demasiado poco si uno mira los graves problemas del asentamiento y la incorporación de las familias a la transformación iniciada.

12/12/2001

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