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![]() Una madrina para Neptuno ORFILIO PELÁEZ Con apenas seis años de edad, la hoy licenciada en biología marina Ángela Corvea Martínez, aprendió a zambullirse en las quietas aguas de Playa Baracoa, al oeste de la capital, y eso le bastó para quedar atrapada por la magia de los dominios del rey Neptuno.
Sus dotes naturales para la natación y la inmersión, unido a su espíritu luchador, le permitieron obtener el certificado de buzo y dedicarse a la colecta de muestras, ya convertida en investigadora del Instituto de Oceanología, de la entonces Academia de Ciencias, entidad donde labora desde hace más de tres décadas. A principios de los años 80, registró por primera vez en Cuba la presencia de una rara especie de pepino de mar, hallazgo hecho por ella misma a 24 metros de profundidad y considerado por los especialistas como un notable aporte al conocimiento de la fauna marina de la Mayor de las Antillas. Pero el nacimiento en 1984 de una hija con parálisis cerebral severa le dio un vuelco radical a su vida profesional. El obligado adiós a las frecuentes expediciones amenazaba con poner punto final a su carrera. A pesar de los constantes ingresos en hospitales e interminables noches de desvelo, Angelita supo reponerse a tan duro golpe y a propuesta de la dirección del Instituto, volcó todas sus energías a la divulgación científica y en los últimos tiempos a la educación ambiental. UN PREMIO DE TODOS LOS NIÑOS Tras repasar las diferentes etapas de su trayectoria laboral, Angelita afirma ahora haber encontrado su verdadera vocación al dirigir el programa de educación ambiental para la protección del medio ambiente marino, cuyo objetivo principal es sensibilizar a las nuevas generaciones en el amor, respeto y cuidado hacia ese vital ecosistema. Desde hace cinco años, precisa, en el Instituto de Oceanología hacemos una labor divulgativa con niños y adolescentes de las escuelas primarias, secundarias e institutos politécnicos de la comunidad, y personas de la tercera edad, sobre la importancia de preservar no solo las especies del mar, sino también de proteger las costas y evitar la contaminación de las aguas, en la cual participan la casi totalidad de los investigadores del centro. "Nada reconforta tanto como ver a muchachitos de siete u ocho años participando de manera muy activa en las campañas de saneamiento de las zonas costeras, organizadas dentro del programa internacional A limpiar el Mundo, o escuchándolos hablar de los peligros que acechan la salud del medio marino en seminarios, talleres y otras actividades, con amplio conocimiento del tema". Entre dibujos, cuentos, cantos y hasta poesía, los niños son capaces de expresar su preocupación por la suerte del mar, y cada pequeño que sumemos hoy a esta cruzada será en el futuro un celoso y culto vigilante de la vida de los océanos y sus valiosas riquezas. Recientemente, la licenciada Ángela Corvea mereció el segundo premio GPIEM-2001, que otorga el Comité Científico de la Confederación Mundial de Actividades Subacuáticas, entidad fundada por el legendario investigador Jacques Yves Cousteau en 1959, para agrupar a todos las asociaciones y personas del orbe interesadas en la protección del mar. El trabajo presentado por Corvea trató sobre los 36 años del Instituto de Oceanología al servicio del cuidado del medio marino y los resultados logrados por esa institución del CITMA, incluido todo lo relacionado con el programa de educación ambiental, aspecto que el jurado compuesto por prestigiosas personalidades en materia científica y ecológica, tomó muy en cuenta a la hora de emitir su veredicto. Esta fue la quinta edición del Premio GPIEM (se otorga cada dos años), y la primera vez que lo recibe un país de Iberoamérica. La ceremonia de entrega se hizo el pasado 10 de noviembre y tuvo por sede el Museo Oceanográfico del Principado de Mónaco. Junto con la alegría de obtener tan importante galardón (consistente en un hermoso trofeo y una dotación en metálico), Angelita está consciente de que el premio significa también un compromiso para seguir adelante en su quehacer educativo, y no duda en dedicarlo a "todos los niños y niñas de Cuba, amantes del mar, y muy especialmente a mi hija Elisa, el mayor estímulo de mi vida". |
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