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Dos años más en la guerrilla de Fidel FÉLIX LÓPEZ No hubo jamás mejor escuela
Desde el capítulo inicial de ese libro, había quedado proclamada la muerte de las ideologías, expresión que daba por sentada la definitiva extinción de las ideas "molestas" y de las ideas en general. Evidentemente, existía un error científico, metodológico o quizás geográfico en ese enfoque. Cuba no había sido consultada. Poco antes de que terminara el siglo XX, el brutal secuestro por la mafia de Miami de un niño cubano, que no había cumplido todavía 6 años, fue la chispa que encendió esta martiana lucha, convertida desde el 5 de diciembre de 1999 en colosal, ardua y compleja batalla de ideas, que los cubanos juramos no detener mientras exista el imperialismo. Fue en Baraguá, al calor de esa contienda, donde nos comprometimos a no cesar en el combate contra el bloqueo criminal y la guerra económica; las repugnantes leyes Torricelli y Helms-Burton; las cínicas enmiendas y perchas impuestas a importantes leyes que no admitían dilación; políticas de incesante hostilidad y agresión; una Ley asesina de Ajuste Cubano que viene matando jóvenes y ancianos, madres y niños, mujeres y hombres de cualquier edad desde hace más de 35 años. La Revolución cubana, hecha de ideas, honor y principios, asombró al inicio del siglo XXI, abriendo las puertas a una inédita experiencia de lucha, que vino a revolucionar las bases conceptuales y prácticas del humanismo, desbordando los límites de la palabra Patria y pensando de manera general en la noble y sacrificada especie humana. Ese asombro, podemos confesar hoy, nos inundó a nosotros mismos. La batalla librada por la devolución del niño Elián, y la victoria, revelaron las potencialidades y las reservas morales del pueblo cubano, sitiado y bloqueado por más de cuatro décadas. Y ese triunfo fue posible, junto a la unidad de todos los cubanos, porque en todas circunstancias las estrategias y tácticas se trazaron sobre sólidas bases e inconmovibles principios. El proceso conceptualizado por Fidel como batalla de ideas, además de ser imprescindible brújula para la supervivencia y la independencia nacional, tiene un incalculable alcance para la experiencia de la construcción del socialismo en medio de la peor crisis que atraviesa la humanidad. El futuro del mundo, como ha advertido el Comandante en Jefe, no se dirimirá en absurdas confrontaciones armadas, sino a través de las ideas. Con ese precepto continúa la batalla en su segundo año. Nuevas circunstancias y objetivos, como el del reclamo por la liberación de los cinco compatriotas detenidos injustamente en una cárcel de Miami, por luchar contra el terrorismo, acrecientan el contenido de la batalla de ideas. A lo largo de esa lucha se ha mantenido la máxima de que ideas equivale a cultura, conocimientos y posición ética ante la vida. Tres armas imprescindibles para que nuestros pueblos puedan salvarse de la invasión globalizadora y neoliberal que recorre el mundo en todas direcciones, llevando como avanzada a la llamada cultura de masas, eufemismo que utiliza el imperialismo para disfrazar la destrucción de las culturas autóctonas y eclipsar la mente de los hombres. En la pelea contra esa obscena forma de destrucción de la humanidad, los cubanos hemos tenido la suerte de ser compatriotas y contemporáneos de un líder y estratega de la talla de Fidel, que apoyado por el pueblo y de manera especial por las más jóvenes generaciones, ha sabido ir más allá de los necesarios estudios sociológicos y las estadísticas, para buscar en el corazón de la gente sus pulsaciones, sus carencias y sus esperanzas de mejoramiento humano. De ese ejercicio humanista, persona a persona, crecieron, unas tras otras, las estrategias y frentes de batalla. Por un flanco la lucha sin tregua contra el enemigo del Norte. En otro, el avance hacia un socialismo más justo y solidario: "La batalla de ideas no puede perderse, ni se perderá. La especie humana depende de ella", escribió el Comandante en Jefe Fidel Castro en el libro de visitantes de honor del Museo a la Batalla de Ideas, en Cárdenas. Para la Revolución, resulta inadmisible la idea de que un obrero, un profesional o un simple ciudadano, sea ignorante o conozca muy poco sobre cuestiones indispensables para la calidad de su vida espiritual, e incluso para comprender un mundo cada vez más complejo. La cultura general debe ser integral, y no puede concebirse sin cultura política, histórica, filosófica, económica, así como de los avances de la ciencia moderna y sus probables consecuencias éticas y sociales. Diversificar esa cultura general integral que nació al calor de la batalla de ideas, está siendo posible gracias al surgimiento y desarrollo de más de 70 programas que tienen el propósito estratégico e innegociable de perfeccionar el socialismo, haciéndolo más justo y solidario, con hombres y mujeres de una alta sensibilidad y los conocimientos necesarios para comprender y enfrentar los grandes desafíos del presente y el futuro. Esos programas, en su amplia mayoría, están dirigidos de manera especial a los niños y jóvenes, integrantes de generaciones que deberán enfrentar mayores retos en el campo de las ideas y de la ideología que las libradas por sus antecesores. Y tendrán la posibilidad de hacerlo con una sólida formación científica y técnica, artística y cultural, entrenados en el manejo de las nuevas tecnologías y "con profunda formación ética, humanista, solidaria e internacionalista". Los medios técnicos hoy disponibles hacen posible ese sueño. En poco más de un año se han inaugurado decenas de escuelas de instructores de arte, de trabajadores sociales y de formación emergente de maestros primarios y de enfermeras; un programa audiovisual sin precedentes en la historia llega hoy a todos los centros educacionales del país; no hay un solo lugar de esta Isla o sector poblacional de la sociedad que no sea parte de ese laboratorio en que se ha convertido el país por hacer que venzan las ideas. Las Mesas Redondas y las Tribunas Abiertas abren un nuevo frente de batalla en cualquier punto de la Isla, han enriquecido el arsenal de conocimientos y multiplicado las convicciones, el patriotismo y el compromiso de todo el pueblo. En ellas, como en cada uno de los frentes abiertos por la batalla de ideas, han sobresalido los niños y jóvenes, alentadores y principales protagonistas, orgullo de la Patria que ha visto salir de ellos a cientos de brillantes oradores y talentos, expresión viva y palpable de la obra educativa de la Revolución. Con humildad, pero regocijados del lugar que les ha tocado en la batalla, andan esos jóvenes y niños, despojados de demagogia y avanzando en silencio, junto al pueblo, porque la guerra política requiere también de un mínimo de discreción. Como advertía un editorial de nuestro diario al inicio de la contienda, en un juego tan pacífico como el ajedrez, los mejores maestros tratan de que el adversario no pueda adivinar de antemano lo que se proponen hacer. Así vamos, pero con la certeza de que este mundo está cada vez más complicado para el sistema dominante. Lo advertía Fidel en un encuentro con periodistas latinoamericanos que unas semanas atrás se reunieron en La Habana: "Le hemos puesto un nombre a esta lucha que llevamos: batalla de ideas. Hemos llegado a la conclusión de que las ideas son la clave, es una batalla de la verdad contra la mentira". Esa —decía recientemente una profesora a los estudiantes de las brigadas universitarias de trabajo social— es la lucha de la Revolución por la dignificación humana, es una participación consciente de todas las generaciones de cubanos por salvarnos y contribuir a la salvación del género humano. El que no esté dispuesto a asumir ese paso doble, esa marcha forzada, puede hacerlo, pero no podrá contar a sus hijos que perteneció a la guerrilla de Fidel. |
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