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![]() Esta batalla la ganamos con las verdades ALBERTO NÚÑEZ BETANCOURT Los revolucionarios no se jubilan, le oyó decir una vez a Fidel este hombre que es uno de los 82 expedicionarios del yate que hace 45 años viajó de Tuxpan a Las Coloradas. Por eso a la altura de los 71 años, aunque ya no está vinculado a un centro laboral, Ernesto Fernández Rodríguez no se permite receso en esta lucha que para él comenzó cuando el siglo XX andaba por la mitad del camino.
Por entonces un punto de reunión de los jóvenes ortodoxos decididos a cambiar aquella sociedad de oprobios era la casa de la calle Prado #109. Allí asistían con frecuencia Chibás, Fidel, Raúl, Ñico López... GOLPE MILITAR, MONCADA, EXILIO Los hechos se suceden con celeridad: suicidio del líder ortodoxo, golpe militar del 10 de marzo, protesta de los sectores antigolpistas, Moncada, prisión, exilio... Ñico López me afirmó que el voto electoral no sería el camino; a los tiranos había que sacarlos por la fuerza, y para ello ya nos estábamos preparando. Ñico partió para México, pero antes me aseguró que en cualquier momento me mandarían a buscar. Así, con su aval de trabajo clandestino, llega a Ciudad de México para unirse a los moncadistas y comienza los entrenamientos, prácticas de tiro, caminatas nocturnas para lograr una buena preparación física. Y otras muchas tareas. La policía federal y la secreta me detienen por sospecha, junto a otros compañeros. Les explicamos que habíamos viajado a México en busca de trabajo, pues en Cuba no se podía vivir... Al cabo de 15 días, Fidel y Ñico hicieron gestiones y pudimos salir. Recuerdo que yo estaba depauperado pues apenas comí en esas jornadas. Fue precisamente Ñico quien me llevó a una casa donde estaba el Che y me dice: "Mira aquí tienes un camarada, que además es tocayo tuyo." Recuerdo que el Che leía una publicación y al verme mal se levantó de inmediato para hacerme un chocolate caliente. Yo por mi parte pensé: ¿un argentino en esto? Tiene que ser un tipo duro. Por aquellos días memorables también hizo amistad con Camilo, a quien ya conocía porque ambos se habían vinculado por la lucha revolucionaria y por trabajar en sastrerías cercanas, él en el establecimiento Marcos y Camilo en El Arte. TRAVESÍA, DESEMBARCO, COMBATE Durante la travesía tuvimos inconvenientes, pero a todos nos motivaba luchar por la libertad de Cuba, aunque fuera al precio de nuestras vidas. El desembarco fue terrible... manglares, fango, mosquitos...Yo pertenecía a la vanguardia. Cuando el ejército batistiano se entera de nuestra llegada nos recibe con hostigamiento aéreo y también nos siguen por tierra. Ocurre la dispersión. Vi caer muertos y heridos a algunos compañeros. Luego de caminar muchas horas sale cerca de loma de Blanquizal. Intenta bajar un farallón calizo de unos 200 metros de altura. Lo hace, pero se da golpes; la ropa está hecha jirones y sus pies destrozados. Divisa un bohío en la zona de Loma de Toro, es la casa de los campesinos Crecensio Amaya y Catalina Hidalgo, adonde llega con cierto temor. Por segunda ocasión se encuentra casi muerto. Esta vez la gentil familia le ofrece un plato de sopa que lo recupera.
Me asistieron con tremenda amabilidad, me llevan a un lugar más seguro monte adentro. Por esos días conozco a Guillermo García que estaba por la zona recogiendo armas y municiones. Por fortuna son mis compañeros Raúl, Efigenio, Ciro Redondo, René Rodríguez... Al ver mi estado físico, Raúl decide que no puedo continuar. Me ordena regresar a La Habana, donde sería útil con mi experiencia en la clandestinidad. LA LUCHA NO TERMINA Luego de unos días escondido en Niquero llega a la capital. Las acciones en la ciudad son indispensables para la victoria. Los muchos años de lucha lo tienen "quemado". El BRAC, cuerpo represivo que perseguía a los revolucionarios, lo detiene y solo recobra su libertad poco antes del triunfo.
A partir de 1959 asume diversas funciones en el campamento de Managua, en Columbia, el aeropuerto, el Ministerio de Comunicaciones, el INDER y otras hasta que se jubila en 1986. Intensa y con toques dramáticos ha sido la vida de este revolucionario, "un hombre de cuya sencillez me siento orgullosa", apunta su esposa Ana García Sierra, con quien lleva casado 30 años. Ernesto asegura finalmente que esta batalla de ideas, como ayer la de las armas la ganamos con las verdades. |
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