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27/11/2001
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En busca de la esperanza perdida

ARNALDO MUSA

Para muchos en Filipinas el sueño del desarrollo no puede comenzar a ser realidad hasta que ocurra la ansiada paz en buena parte de ese archipiélago.

En los últimos años los diferentes gobiernos filipinos han dictado amnistía política y llevado a cabo contactos especiales con diversos grupos beligerantes, desde el Frente Nacional Democrático, con amplia base progresista, hasta los separatistas musulmanes, de variada tendencia.

Los resultados, en general, han sido magros, e incluso el único movimiento islámico con el cual se logró un acuerdo, el Frente Moro de Liberación Nacional (FMLN), acaba de proclamar que regresará a la lucha armada, iniciada hace 42 años y que solo cesó en 1996, tras firmarse un acuerdo de paz entre su entonces jefe, Nur Misuari, con el presidente Fidel Ramos.

El FMLN fue el mayor grupo musulmán separatista que en su génesis intentó crear un Estado islámico independiente en Mindanao —región en el sur del archipiélago, de mayoría católica y uno de los más creyentes del mundo— hasta que decidió suscribir el tratado con Manila, con la mediación de la Organización de la Conferencia Islámica.

Mediante el convenio, Nur Misuari se convertía en gobernador de la Región Autónoma de Mindanao Musulmán (ARMM, por sus siglas en inglés), aunque en los últimos tiempos fue cuestionada su gestión, en tanto se señaló al FMLN la autoría de varios ataques a bases del ejército, con un saldo de 59 muertos, a fin de tratar de anular anunciados comicios que, según él, violaban el acuerdo de paz.

Lo cierto es que tales hechos desataron sangrientos enfrentamientos y que el ejército haya emprendido una ofensiva con más de 7 000 efectivos, aviones y helicópteros contra los actuales 600 integrantes del Frente, muchos de los cuales han buscado apoyo, según Manila, del también escisionista grupo de Abbu Sayyaf, sindicado como secuestrador de decenas de personas, autor de asesinatos y acusado por el gobierno de estar vinculado a Al Qaida, de Osama Bin Laden.

Es decir, la escena está servida para que se emprenda una ofensiva general, no solo en busca de Misuari —arrestado este domingo en Malasia—, contra su grupo y el de Abu Sayyaf, sino, además, contra el Frente Moro Islámico de Liberación, también separatista y que estuvo en desacuerdo con la firma del acuerdo de paz con el gobierno hace cinco años.

Pero independientemente de si se logra o no eliminar a estos grupos, en Mindanao la pobreza creciente seguirá siendo caldo de cultivo para la ingobernabilidad y el separatismo.

En el propio Mindanao, en la isla de Negros, 20 000 personas viven en ese enorme vertedero de basura que llaman la Montaña Humeante, rodeadas de una peste indescriptible. Solo en la mina de Lolong 125 000 seres humanos, todos niños, juegan con la muerte.

La actual situación puede llevar al total desquiciamiento del presupuesto anual de 15 000 millones de dólares, aun poco en un país donde cinco millones de niños se ven obligados a trabajar para ayudar al sustento familiar.

Sin duda, los tambores de guerra, cuyo siniestro retumbar se escucha, están llamados a causar más muertes y pobreza, y los recientes sucesos pueden ser el pretexto para maniobras alentadas por la administración Bush que torpedeen el anunciado intento oficial de que Filipinas se proyecte en lo externo con independencia y autodeterminación, cayendo en saco roto las declaraciones de la presidenta Gloria Macapagal de que la actual globalización neoliberal no ayuda en nada al progreso de los países en desarrollo, así como que los gobiernos deben preocuparse más en la protección de la sociedad y del pueblo, fortalecer las instituciones y eliminar a los corruptos.

27/11/2001

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