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Sierra Maestra o cuando los jóvenes PEDRO DE LA HOZ Para muchas personas en el mundo que conocen la historia de nuestro país, el sistema montañoso de la región oriental de la Isla no solo significa el principal escenario de la última y definitiva etapa de la guerra de liberación nacional, sino también uno de los símbolos más vivos de la tradición musical cubana.
Estos, los conocedores, los que saben vida y milagro de la música cubana, de sus creadores y sus creaciones, saben que antes, pero mucho antes, de que se pusiera de moda Buenavista Social Club, existía el conjunto Sierra Maestra, y con este, desparramándose hacia los cuatro puntos cardinales, toda la fuerza y el encanto del son, de la guaracha, de la rumba en el mejor estilo de Los Roncos de Ignacio Piñeiro. Estos conocedores también saben que si Buenavista se hizo posible, tanto como otros fenómenos que se han situado en la cresta de la ola internacional cubana, como Cubanismo y Afrocuban All Stars, se debe a la labor fundacional y previsora de Sierra Maestra, y no solo por el hecho de que Juan de Marcos González y Jesús Alemañy, quienes concibieron los citados proyectos, hayan sido pilares de Sierra Maestra, sino por el propio peso del colectivo en la recuperación y la continuidad del complejo del son en el contexto de la evolución sonora insular del último cuarto del siglo XX. Lo que quizá muchos, sobre todo entre nosotros, quieran saber es que Sierra Maestra no ha perdido ni un ápice de su impronta creativa ni de su resonancia a escala mundial —lo que nos hace pensar en la necesidad de que sus más recientes temas adquieran un mayor protagonismo en los espacios masivos de difusión— como lo demuestra la cálida recepción del público y la crítica en Europa y Estados Unidos a Dundundanza y Tíbiri tábara, en los que reafirman su fidelidad hacia clásicos del son y, a la vez, continúan recreando desde una perspectiva contemporánea el género, a partir de las composiciones de Eduardo Himely y Ernesto Ramos. Sierra Maestra cumple en este 2001 nada menos que veinticinco años en el arte. Cuarenta y seis países han disfrutado sus magníficas entregas. En muchos lugares la gente le pide determinados temas por pelos y señales, aunque no sepan el idioma. Desde que se ha puesto en boga la inclusión de la música popular bailable en los festivales de jazz, los más significativos eventos de este tipo convocan con asiduidad a Sierra Maestra para sus espectáculos, como ha sucedido en Francia, Holanda, Italia, Inglaterra, Suecia y Suiza. Por estos días, el colectivo da los toques finales a su más reciente producción discográfica, que lleva el título provisional de Caña brava, para el sello World Music Network. Y se preparan para festejar en el teatro Astral, todavía en una fecha sin precisar, pero siempre antes de emprender la gira primaveral del próximo año por Europa occidental, el aniversario con un "conciertazo" en el que esperan reunir a dos entrañables voces que lo han acompañado últimamente en las grabaciones, Omara Portuondo e Ibrahim Ferrer, así como a los fundadores del conjunto y a una artista que sienten como si fuera parte de la nómina por su cercanía espiritual, Sara González. Las cumbres de este Sierra Maestra son el bajista, compositor, orquestador y director musical Eduardo Himely, el percusionista y director general Alejandro Suárez, los vocalistas Luis Bárzaga Sosa, Alberto Virgilio Valdés y José A. Rodríguez (el hombre de El guanajo relleno), el güirero Carlos Puisseaux, el tresero y compositor Emilio Ramos, el percusionista Eduardo Rico, y el trompetista Oslén Ceballos. |
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