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El Generalísimo y el Paladín PEDRO A. GARCÍA
Juntos combatieron en Las Yaguas, La Sacra, Santa Cruz. Congeniaron enseguida. Cuando la invasión a Las Villas (1875), Gómez lo mantuvo siempre a su lado, pues su subalterno conocía muy bien la región y era muy querido por sus pobladores, y le asignaba grandes responsabilidades en el mando de hombres o le confiaba misiones riesgosas para las que se requerían cualidades especiales. DOS HÉROES Máximo Gómez nació el 18 de noviembre de 1836, en Baní, República Dominicana. Emigró a Cuba y se sumó a la causa independentista. Guió a los mambises en la primera carga al machete, en Pinos de Baire. Fue el vencedor de mil batallas, el estratega brillante de las invasiones a Guantánamo (1871), Las Villas (1875) y Occidente (1895). Cuentan que era de buena estatura, flaco, de tez trigueña, mirada viva y penetrante. Organizador enérgico, lo calificaba Martí, "de quien solo grandezas espero". Donde él está, añadía, "está lo sano del país, y lo que recuerda, y lo que espera". Sus compañeros de lucha le llamaron de muchas formas pero la historia lo reconoce, para siempre, como el Generalísimo. Serafín Sánchez era oriundo de Sancti Spíritus. Había nacido el 2 de julio de 1846. "De soldado anduvo toda Cuba y adquirió gloria justa y grande", solía decir Martí de su quehacer en las guerras del 68 y Chiquita. "Uno de los hombres de más dignidad y entereza que conozco... No es hombre que tiende la mano sino que la pone al trabajo". Sus coetáneos lo describían de alta estatura, apuesto, de trato generoso y amable. Rápidamente se captaba a los demás, afirmaban, pues tenía el don maravilloso de la atracción. Uno de sus biógrafos, el historiador Gerardo Castellanos, le impuso el apelativo de El Paladín por su valentía y sus hazañas en las gestas independentistas. Tras el fracaso de la Guerra Chiquita, Serafín marchó al exilio. Hijo de terrateniente, no le importó convertirse en escogedor de tabaco y compartir penas y alegrías con el proletariado cubano en Key West. Organizó clubes revolucionarios y se adhirió al Partido de Martí. Fue pieza clave en el acercamiento entre el Apóstol y Máximo Gómez. ABRAZO DE CAMPAÑA El fracaso de la expedición de Fernandina impidió que tanto Gómez como Serafín llegaran a Cuba con el inicio de la Guerra. El Generalísimo desembarcó en abril de 1895, con Martí y una mano de valientes, por Playita. Sánchez lo haría meses después en una gran expedición que arribó por tierras espirituanas. Ya el Maestro había caído en combate. El 3 de noviembre, según relata un testigo presencial, "se dan el primer abrazo de campaña los dos viejos compadres. Gómez estaba más viejo, (...) pero siempre ágil, nervioso y heroico". Serafín, más robusto, "marcial y jovial con los viejos compañeros". El general y cronista mambí Bernabé Boza lo recordaría "muy simpático a pesar de ser serio", y como alguien muy culto. "Sus soldados, a quienes más hay que creer en este sentido, dicen que es muy valiente". Con Maceo y Gómez, Serafín derrochó valor en Mal Tiempo, Calimete y Coliseo. El Generalísimo lo destinó a Las Villas primero, para organizar la región lo mejor posible, y luego a Oriente, "a ver la manera de cómo traer un contingente de infantería" para reforzar a los mambises de Occidente. El espirituano cruzó varias veces la Trocha de Júcaro a Morón. El 10 de octubre de 1896 lo hizo por última vez. En su patria chica, propinó una serie de derrotas sucesivas a los españoles. El 18 de noviembre, en el Paso de las Damas, enfrentó con 800 mambises a una fuerza enemiga de casi 3 000 efectivos. Una bala de máuser le atravesó el cuerpo de hombro a hombro en medio del combate. El Generalísimo decretó 5 días de duelo en el Ejército mambí por la muerte del Paladín. En una comunicación de su cuartel general, se expresaba: "Cumple a los hombres de esta guerra de independencia no derramar lágrimas ante la tumba de sus héroes, sino sobre la cruz de ellos, jurar una vez más el propósito firme e inquebrantable de continuar combatiendo hasta lograr el triunfo o perecer en la demanda". |
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